Capítulo 3

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Emilio aterrizo encima de Joaquín, sus caderas quedaron acomodadas en la cuna formada por las piernas extendidas del joven. Se incorporó sobre sus codos y observo al chico que yacía debajo de él, parecía estar muy frio.

Emilio quiso revisarle el pulso, pero sus brazos estaban atrapados por debajo del cuerpo de Joaquín y temía moverlo por temor a agravar cualquier fractura potencial de él o de Joaquín mismo. En lugar de eso presiono los labios contra el punto de pulsación en el cuello de Joaquín.

Cuando sus labios fríos tocaron la suave piel, un estremecimiento recorrió su espalda. Joaquín estaba vivo y cálido. Lo sentía, lo olía, lo cual hizo que él de pronto fuera muy consciente de la posición de sus cuerpos.

Una foto de Joaquín desnudo en el burbujeante jacuzzi atravesó su mente. Emilio se retiró rápidamente teniendo cuidado de no lastimarlo, ya era bastante malo que estuvieran en ese lado de la montaña. Examino la cabeza de Joaquín en busca de golpes o magulladuras, pero no encontró nada. Era probable que, al golpearse, se hubiera desmayado.

Mientras se sentaba sobre sus propias piernas, Emilio revisó su figura inmóvil y de inmediato se maravilló de su perfección. Cada curva de aquellas piernas que se sentían tan bien presionadas contra las suyas, eran visibles a través de los ajustados pantalones de esquiar.

Él necesitaba tener cuidado con Joaquín. Era peligroso para su forma de vida. Conocía a los de su tipo y no deseaba tener nada que ver con él. Simplemente no se ajustaban, no había forma de que pudieran encajar. Tenía que controlar esa indeseada pero definitiva atracción. El sermón era para su propia mente, pero no podía detener a sus ojos. Joaquín se veía perfecto y sereno con su cabello castaño contrastando con la blancura de su piel.

Musitó una maldición y se alejó de Joaquín. Era obvio que el sendero que habían seguido no había sido utilizado en mucho tiempo. Era apenas más que un claro en el bosque, cubierto por una gruesa capa de nieve.

Emilio levantó la mirada. El cielo estaba gris. Había pensado que la creciente oscuridad se debía a lo tarde del día, pero en ese momento veía que estaba equivocado y la predicción de Eddy resonó en sus oídos. Una tormenta se aproximaba, con espesas nubes que se desplazaban desde el norte. Como para confirmar sus pensamientos, copos de nieve empezaron a caer en torno suyo.

Tenía frío y la rodilla lo estaba matando. Debió de hacerse algún daño durante la caída y Su Majestad no estaba en condiciones de caminar con nieve hasta las rodillas, para buscar en su compañía un refugio para pasar la noche.

No podía dejarlo allí; aunque el pensamiento lo tentaba.

Pronto oscurecería más de lo que le gustaría pensar y, si el frío no se lo impedía, cualquier animal salvaje que hubiera hecho de esos bosques su hogar probablemente los atacaría.

Natural| Emiliaco| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora