Capítulo 17

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Mientras Emilio se vestía, Joaquín miraba por la ventana. Un rayo de gloriosa luz de sol cruzó su rostro y ladeó la cabeza para disfrutar de él. Todavía quedaba una leve brisa fría, pero el tiempo era agradable.

Grandes montones de nieve colgaban de forma frágil sobre los arbustos y árboles y se derretían en arroyuelos.

Joaquín tomó la chaqueta de Emilio, que estaba más cercana en el perchero, y se la echó sobre los hombros. Dejó la puerta entreabierta y salió.

—Oye —gritó Emilio—, espérame.

—Lo haré —aspiró profundamente el aire fresco—. ¡Es maravilloso estar aquí afuera!

Una ráfaga de aire lo hizo estremecerse y metió los brazos debajo de la chaqueta de Emilio para calentarse.

Su aroma llegó hasta Joaquín para darle la bienvenida y se acomodó en el forro de piel. Se sentía como un niño, libre, a salvo, protegido. Rompió un pedazo de nieve que caía del dintel de la puerta y lo chupó mientras admiraba la maravillosa escena invernal.

—Pareces un niño —dijo Emilio al salir detrás de él.

—Me siento como uno —le respondió—. Me siento libre.

Le tendió el pedazo de nieve y Emilio le dio un exagerado lametón con la lengua.

—Yo también —le dijo.

Emilio lo envolvió en sus brazos, atrajo su cuerpo hacia el suyo y lo besó a un lado del cuello. Apoyó el mentón sobre su cabeza.

En silencio contemplaban la natural belleza del entorno. El aire era fresco y limpio y la nieve tenía una cegadora blancura. Una ligera brisa soplaba entre los árboles y Joaquín sintió frío.

Notó que Emilio sólo llevaba su camisa de franela.

—Debes de tener frío. Toma tu chaqueta. Yo iré corriendo a buscar la mía.

A pesar de sus objeciones, Joaquín se despojó de la chaqueta de Emilio. Al hacerlo, un pequeño cilindro negro cayó de su bolsillo sobre la nieve. Tanto Joaquín como Emilio se inclinaron al mismo tiempo para recuperarlo.

La mano de Joaquín llegó primero.

—¿Qué es esto? —le preguntó. Emilio se quedó frío.

—Una película.

—¡Oh! ¿Haces fotografías? ¿De qué?

Emilio se estiró y le quitó el cilindro de la mano.

—Son de paisajes —le dijo y metió el carrete en el bolsillo de sus vaqueros mientras desaparecía dentro de la cabaña. Un segundo después, volvió a salir con su chaqueta y le lanzó la suya—. Toma. Te la cambio.

Hicieron el intercambio de chaquetas y se las pusieron. Emilio extendió su mano hacia Joaquín y empezaron a andar hacia el camino.

La caminata era difícil, ya que la nieve en algunos lugares les llegaba hasta las rodillas.

 Anduvieron durante cerca de media hora y vieron otras dos cabañas en el camino, ambas cubiertas de nieve y vacías.

Cuanto más descendía el camino, más nieve había. Joaquín continuamente se resbalaba, ya que sus botas eran poco prácticas. Más de una vez casi arrastró a Emilio consigo.

—No era una idea tan buena —dijo Emilio cuando se detuvieron a descansar—.
Quizá uno de nosotros deba adelantarse.

—Sí —aceptó Joaquín—. Yo.

Natural| Emiliaco| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora