Capítulo 19

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Emilio apretó los dientes. Debía haberlo adivinado.

¿Quién más aparte del todopoderoso Uberto Gress sería capaz de organizar un drama semejante?

Ese hombre probablemente estaría dando una conferencia de prensa en ese mismo momento en la base de la montaña, resaltando el hecho de su rescate, sin ayuda alguna, de su pobre y asustado hijo y de su compañero. Eso si acaso se molestaba en mencionar a Emilio, probablemente tan pronto como pudiera se olvidaría del oscuro periodista que había salvado la vida de Joaquín.

Y no era que quisiera un reconocimiento por eso. El volvería a hacerlo cien veces más tan sólo por pasar esas horas y días con Joaquín. Su rostro, bañado por la luz del fuego y el éxtasis llegó a su mente. No, no cien veces ¡mil o más!

Un sacudimiento debido a un hoyo en el camino lo devolvió a la realidad. Cuando el centro recreativo estuvo a la vista, el vehículo de auxilio disminuyó la velocidad mientras daba la vuelta alrededor de la entrada principal. La multitud rodeó el vehículo para mirar dentro, algunos con sus cámaras tomaban fotos de Emilio aderezado como un pavo justo antes de la cena de Acción de Gracias.

—¡Sáquenlos de aquí! —gritó al equipo de trabajadores. Pero lo ignoraron.

Se preguntó quiénes serían esos tipos. ¿Robots?

El vehículo finalmente se detuvo y las puertas traseras se abrieron para permitir a los rescatadores sacar a Emilio con su camilla y llevarlo hasta una silla de ruedas que lo estaba esperando.

—Esto se está poniendo ridículo, chicos —les dijo cuándo lo bajaban—. Yo puedo caminar por mí mismo, enserio.

El camino a través del vestíbulo fue casi tan humillante como el viaje en el vehículo. Los extraños revoloteaban haciendo preguntas que él no tenía intención de responder. Todo lo que deseaba hacer era deshacerse de aquello y encontrar a Joaquín.

Emilio se decía que sólo lo dejarían en paz una vez que lo llevaran a su cuarto y a su cama. Trató de mantenerse tranquilo y casi había tenido éxito cuando vio a Uberto Gress de pie en el centro de una sala en medio de un grupo de periodistas.

Eso fue demasiado.

Con una fuerza que no sabía que poseía, Emilio liberó los brazos de las tiras que lo mantenían atado y movió las piernas para sacarlas de donde estaban confinadas. De repente saltó de la silla, para sorpresa del trabajador que la empujaba.

—Gracias por el paseo —le dijo con un rápido saludo.

Aunque cojeando, pudo caminar hasta el grupo reunido en el centro de la sala.

—Señor Gress —lo llamó.

La multitud se volvió para mirarlo. Lentamente, un sendero se abrió para permitirle el paso hacia el hombre que obviamente estaba a cargo de esa farsa.

—¿Dónde está él? —preguntó Emilio.

Uberto Gress miró a Emilio con cautela. Sus ojos se entornaron mientras lentamente, de forma casi insultante, examinaba a Emilio de la cabeza a los pies.

—Usted es Emilio Smith ¿verdad?

—Usted sabe muy bien quién soy, Gress. Ahora ¿dónde está él?

—No creerá que yo voy a permitirle verlo ¿verdad? —dijo Gress para gloria de los periodistas que tomaban nota de cada palabra en papel y vídeo.

Natural| Emiliaco| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora