Capítulo 11

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Maratón (2/3)

Emilio dormía.

Joaquín tiró de la colcha hasta cubrir el pecho de él y miró su tranquila figura.

Le había aplicado nieve a su rodilla durante media hora y ya había desaparecido lo enrojecido. Después de que él se vistiera, deslizó una almohada debajo de su rodilla para levantarle la pierna y ayudar así a reducir la inflamación.

Emilio había sido un paciente de lo más tranquilo, sin poner objeción alguna cuando Joaquín le sugirió que durmiera un poco antes de cenar.

Si no lo conociera mejor, casi podría creer que él había disfrutado de la atención que le había dedicado.

Y lo había atendido. Lo había cuidado para sentirse más útil de lo que se había sentido en años. Él lo necesitaba, aunque no le gustara, durante todo el período que estuvieran allí y eso lo satisfacía.

Joaquín se estiró y su mano quedó quieta a medio camino. Quería tocarle la ceja pero no se atrevía. No estaba seguro de si no sería él el beneficiado, más que Emilio.

Era tan poco usual... pero una vez que lo había tocado, no podía mantener las manos alejadas de él. Quería consentirlo, acariciar su rostro, pasar las manos sobre sus hombros, sentir su fuerza. Y más.

Deseaba sentir sus manos sobre el.

Joaquín sonrió para sí mismo.

¿Quién habría pensado que podía suceder algo parecido? Por supuesto, había soñado con alguien especial, pero ni en sus más salvajes sueños una situación parecida a aquella se había materializado.

Sin embargo su decisión estaba tomada. Varios pensamientos giraban en su cabeza en cuanto a la manera en que iba a seducirlo.

No tenía idea de si él lo deseaba y perforar esa concha que había creado en torno suyo iba a ser un trabajo imponente. Estaba seguro de que podría hacerlo, pero no sabía si tendría suficiente tiempo.

Joaquín miró por la ventana. La claridad se filtraba a través de ella aunque seguía nevando. Una vez tomada su decisión, había pronunciado en silencio unas sentidas oraciones para que la tormenta durara toda la noche por lo menos.

Necesitaba ese tiempo extra para tratar de convencerlo de que hacer el amor con él era algo correcto, de que no tenía que temer que se quedara prendado de él cuando inevitablemente tuvieran que seguir caminos diferentes.

Cómo convencerlo era la cuestión.

Se mordió el labio y reflexionó sobre su siguiente curso de acción. ¿Cómo se sentiría el si no estuvieran atrapados en esa cabaña? ¿Qué habría hecho si lo hubiera conocido en Londres?

Probablemente lo habría invitado a cenar a su apartamento. Joaquín era un buen cocinero, lo que sorprendía a la mayoría de la gente. Cocinar lo relajaba y era famoso por sus cenas, donde solía ejercitar un ritual de probar nuevas recetas con sus amigos.

¿Por qué no hacer lo mismo allí?

Podía cocinar una cena y dejar que la naturaleza siguiera su curso allí tan fácilmente como en su apartamento.

Joaquín camino hacia la cocina de puntillas y buscó en los armarios.

Había dos latas de atún, una lata de judías, un frasco de aceitunas y más sopa. La alacena contenía un buen surtido de especias y, lo mejor de todo una botella de Chardonnay.

Llevo la botella hasta la puerta y la metió dentro de la nieve. Espió sobre su hombro para vigilar a Emilio, pero él no movía ni un solo músculo. Animado por su buena fortuna se dirigió a preparar su seductora cena, casi de gourmet.

Natural| Emiliaco| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora