Capítulo 18

378 68 22
                                    

✿.。.:* *.:。✿

Antes de que pudiera asimilar lo que estaba sucediendo, Joaquín se vio envuelto en un abrazo de oso que le quitó el aliento.

Su padre nunca había sido un hombre demasiado efusivo y aquel abrazo emotivo casi lo sorprendió tanto como su presencia en la montaña.

Sin vacilar, correspondió a su abrazo. Lo sentía tan sólido y fuerte que todos sus sentimientos infantiles hacia él surgieron a la superficie. Hasta ese momento Joaquín no se había dado cuenta de lo impactante que había sido toda aquella experiencia.

—Creí que te había perdido —dijo Uberto Gress con voz ahogada por la emoción.

—¡Oh, padre! Estoy tan contento de verte —mientras se abrazaban uno al otro, una luz se encendió en su mente. Joaquín se retiró un poco—. ¿Como supiste dónde estaba?

—Ahora no, Joaquín. Hablaremos sobre eso cuando regresemos al centro. Vamos. Tenemos un par de vehículos aparcados abajo.

Después de hacer una rápida señal al equipo de rescate, Uberto lo agarro del brazo e inició el descenso por la colina.

—¡No, espera! —Joaquín se apartó—. Hay alguien más conmigo —señaló la vereda en dirección a la cabaña y continuó—. Es un hombre y tiene lesionada una rodilla. No sé si podrá hacer todo el descenso de la colina sin ayuda.

—El resto del equipo irá a buscarlo —dijo su padre—. Vamos, Joaquín.

—No, papá. No puedo dejarlo aquí. Él... Él... Él me salvó la vida.

El mayor de los Gress estudió a su hijo durante un largo rato.

—¿Lo hizo? —preguntó con su habitual tono sarcástico.

—Sí, lo hizo. De verdad.

—¿Estamos hablando del mismo hombre? ¿De Emilio Smith?

—Sí. ¿Lo conoces?

—Lo conozco y la pregunta es ¿sabes tú quién es él?

—Es un periodista.

—Es periodista y estaba siguiéndote.

—Lo sé. Él me lo dijo. ¿Cómo me encontraste, papá?

—Un hombre, Eddy Ryan, me llamó. Si yo aceptaba concederle la exclusiva de una entrevista, él me diría dónde estabas... y con quién. Parece que ese periodista le pagaba al señor Smith su alojamiento y el centro de vacaciones notificó su desaparición. Ryan me llamó de inmediato. No iba a dejar pasar el reportaje más sensacional por otro mediocre.

—¿Y tú aceptaste? —preguntó Joaquín, enojado de que su padre hubiera negociado eso con Ryan.

—¡Por supuesto que acepté! No tenía idea de dónde estabas y estaba preocupado mortalmente por ti. Huyes y corres justo antes de la boda. ¿Qué podía pensar? Quería volver a ver a mi hijo. Cuando llamé al centro y me dijeron que habías sido atrapado por una avalancha, y... me convertí en...

—¡Un animal!

—Sí. Volé aquí de inmediato y organicé el rescate. Traje a mi propia gente para el trabajo, pero la maldita tormenta nos impidió salir antes. Ahora, vámonos —tiró de Joaquín—. Hace frío y puedo decir que estás exhausto. ¿Has comido algo?

—Sí, afortunadamente encontramos un refugio. La cabaña estaba bien surtida —Joaquín lo sujetó del brazo—. Papá, no puedo dejar a Emilio allí arriba. Déjame ir con el equipo para rescatarlo.

—¿Por qué toda esa preocupación por un periodista, Joaquín? Tú odias a los periodistas.

—Él no es como los demás. Me lo contó todo sobre él mismo. Es independiente y viaja alrededor del mundo haciendo artículos de investigación.

—¡Felicidades por él! ¿También te dijo que vendió tu reportaje al más amarillista y sucio periodico del mundo?

—Él no va a darles el reportaje. Me lo prometió.

Uberto miró de soslayo a su hijo.

—¿Y tú le creíste?

—Le creo.

—Joaquín, tú nunca antes has sido ingenuo sobre estas cosas. ¿Qué ha sucedido —señaló con la cabeza en dirección a la cabaña—, en estos dos últimos días?

Joaquín vaciló.

—No ha sucedido nada. Charlamos, eso es todo. Él me contó lo del reportaje y me dijo que no iba a venderlo.

—¿Y qué hay de las fotografías?

—¿Qué fotografías?

—Las fotos de desnudos tuyos en una bañera de agua caliente que iban a figurar en la portada junto con la historia de tu rescate. ¿No te dijo él que tampoco iba a usarlas?

—No existen esas fotos, papá. ¿De dónde sacaste esa idea?

—De Ryan. Él me lo contó todo acerca del trato con Smith. Él es un periodista fotógrafo, Joaquín. ¿O no te mencionó ese aspecto?

Joaquín sintió que cada cabello se le erizaba al recordar el rollo de película que él rápidamente le arrancó de la mano tan sólo esa misma mañana. Recordó que le había preguntado si él le había contado todo...

—Sí, creo que se olvidó de mencionar esa parte de información —musitó casi para sí mismo.

Uberto volvió a sujetar su brazo.

—¿Podemos irnos ahora? Mis pies se están congelando por estar parado en la nieve. Hablaremos más cuando estemos de regreso en el hotel y tú puedas contarme toda la historia.

—La cabaña —dijo casi aturdido, cuando su padre seguía tirando de él.

—¿Qué hay con eso?

—Necesita limpiarse... reabastecerse. Los dueños...

—Por todos los cielos, Joaquín. Nos preocuparemos de eso, por supuesto —lo apuró a seguir, musitando mientras lo guiaba—: ¡De qué cosas te preocupas!

Joaquín siguió a su padre, que tiraba de él. Miró sobre su hombro en dirección a la cabaña. La expedición de rescate subía con un equipo de primeros auxilios y una camilla. Pensaba en cómo se sentiría Emilio cuando fuera despertado por esos hombres; se preguntaría de inmediato en dónde estaría el, qué le habría sucedido...

Entonces una nueva imagen se formó en su mente. Una de otro Emilio en cuclillas, escondido, atisbando a través del objetivo de una cámara, haciendo tomas cuando se metía dentro de la bañera caliente.

«¿Cómo pudo hacerlo?», se preguntó.

Se mordió el labio para detener las lágrimas que amenazaban con salir. Se tragó su dolor, su ira, su temor y, obediente, siguió a su padre hasta la falda de la colina.

El frío golpeaba sus mejillas y hacía que sus manos temblaran... pero en lo más profundo de su ser empezaba a penetrar la conciencia de la traición de Emilio, y nada podía compararse con el abrasador hielo que se le estaba formando alrededor del corazón.

 Nos leemos en 2022, muchisimas gracias por el apoyo durante este año, gracias, 

Feliz año nuevo!, les amo <3

Natural| Emiliaco| AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora