11. 𝒩𝒾𝑒𝓋𝑒

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Las cosas debieron haber sido sencillas después de que los sentimientos fueron confesados

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Las cosas debieron haber sido sencillas después de que los sentimientos fueron confesados. Pero en realidad, no lo fueron.

Hubo más complicaciones de lo que cualquiera de los dos hubiera preferido, si es que existía la oportunidad de escoger. Hubo más mentiras de las que hubieran sido capaces de descifrar... y hubo más lágrimas de las que hubieran querido derramar.

Shi Yier contempla la majestuosidad de las montañas, de pie frente a un santuario. Largas túnicas blancas ondean con el viento helado que proviene del horizonte, anunciado que hay una tormenta de nieve próxima a iniciarse.
Los grandes ojos oscuros contemplan, en silencio, sin ningún pensamiento en concreto. O quizás sí.

Perdidos en los recuerdos, solo tiene que pintar el cielo de estrellas, el campo en extensos campos de lavanda, y el gigantesco faro nocturno haciéndoles compañía a él y Yibo.

Un suspiro tembloroso que congela los labios resecos, tiene que hidratarlos con la punta de su lengua...

Sus ojos se apagan, dolidos. Frunce las cejas negras, pero enseguida niega con la cabeza, como tratando de dispersar la neblina de los recuerdos.
Han pasado exactamente 4 años desde esa confesión, y tan solo unos meses después... todo se fue al caño.

Trata, por una vez en semanas... de respirar profundamente para sentir un poco de paz, aunque sea en sus pulmones.

Unos pasos lo distraen de su silenciosa reflexión. Gira el rostro, para ver a Zhao LiYing yendo en su dirección.

Su hermana mayor viste unas túnicas blancas parecidas a las de él, pero más ceñidas a su delgado cuerpo. Los ojos fieros de LiYing no han cambiado en lo absoluto, a pesar del paso de los años.
Repliega su espada en la funda, antes de llegar a su costado con una sonrisa.

—Parece que hemos acabado aquí. —dice ella. —Los aldeanos confirman que no tuvieron actividad desde hace 3 días. Podemos dar por cerrado el caso y volver a la montaña.

Yier se queda unos segundos en silencio, antes de asentir mecánicamente. A sus ojos no llega la satisfacción. Desvía la mirada, nuevamente viendo hacia las montañas.
Pero para su hermana no pasa desapercibido. Sus ojos se ablandan.

—...Mnn... sí. —murmura él, ligeramente ido. —creo que es buena hora para partir. A menos que, ¿deseas quedarte hoy también para salir mañana al alba? No tengo...

—Yier. —le llama, y él continúa con los ojos al horizonte.

—¿Mnn?

—... ¿Estás bien?

Abre los ojos, consternado.
No sabe cuántas veces ha escuchado esa pregunta durante los últimos meses. Pero, precisamente por eso... ya ha desarrollado un protocolo sobre cómo y qué contestar cuando le pregunten por su estado.

No va a decir que está triste, decepcionado y dolido. No va con su personalidad entusiasta.

—Lo estoy. —responde en automático, forzando una sonrisa. —me encuentro un poco cansado de la nieve, es todo. —admite, en parte. —... y dentro de poco va a nevar. No me gustaría pasar la tormenta aquí. Pero si avanzamos, es probable que la encontremos primero que ella a nosotros.

Guardián SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora