8. 𝐿𝑎𝑣𝑎𝑛𝑑𝑎𝑠

301 52 18
                                    

Cuando los ojos de Wang Yibo se pierden mucho tiempo en aquella pintura, todo cambia. El espacio y sus limitaciones comienza a ser relativo, al igual que el tiempo y el transcurso de este.

—... Esto es... —sus ojos se cristalizan.

De pronto ya no está en la habitación de aquel adolescente.
En un lento parpadeo, al abrir los ojos... está al aire libre. Justamente parado entre un millón de flores de lavanda que se mecen al compás del viento y se extienden por verdes mantos de colinas bajas.
Parpadea de nuevo, inhalando el aire helado de la noche y tratando de poner en orden su mente. Pero se pierde más rápido de lo planeado.

Ya no es un guardaespaldas. Regresa progresivamente al cuerpo, la mentalidad y los recuerdos de aquel joven mortal de 17 años.

Wang Yibo y Shi Yier fueron discípulos hermanos provenientes de la secta que reside en las montañas heladas de aquella antigua región de china: La secta Xue Feng

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Wang Yibo y Shi Yier fueron discípulos hermanos provenientes de la secta que reside en las montañas heladas de aquella antigua región de china: La secta Xue Feng.
Al igual que Zhao Liying y Li WenHan, fueron niños callejeros que acogieron desde las solitarias calles y les dieron refugio entre las paredes de la secta, con una única condición si querían permanecer con ellos:

Un grupo de infantes está sentado en el salón principal de la enorme secta. Frente a ellos, un hombre jovial y de aspecto fuerte permanece como un pilar frente a ellos. Su aura impone respeto y sabiduría, un verdadero erudito digno de comandar una de las organizaciones más importantes de toda la región.

4 niños miran con ojos temerosos, curiosos y llenos de esperanza al hombre frente a ellos: Xue Yue.

Las túnicas exquisitas de colores fríos se mecen conforme el avanza por el espacio, con los brazos apoyados en su espalda y el retocado adornando el moño alto que recoge sus largos cabellos negros.
Esos ojos oscuros, aunque los miran fijamente, no intimidan. Son silenciosamente cálidos y comprensivos.

—Debo ser honesto con ustedes al respecto. —la voz es suave. —Al ser niños sin hogar, rescatados de aldeas que estaban pereciendo de hambre, pobreza o entidades malignas... no sobrevivirían mucho tiempo más en las calles. —como si tratara de probar su punto, inspecciona los huesos que sobresalen en esas pieles delgadas... y su mirada se fragmenta un poco más.

Un niño de mirada fiera y ojos chocolate, parece sentir esta silenciosa inspección. A pesar de estar inclinado, se las apaña para sacudirse y cubrirse lo más posible el deplorable aspecto de su cuerpo.

Esa mirada se agudiza mientras frunce los ceños con molestia. "No soy ningún animal para que estén examinándome así." Piensa un pequeño Yibo de 7 años.

Xue Yue no dice nada al respecto. Las cejas negras se relajan tratando de controlar la risa enternecedora que quiere brotar, y camina tranquilo alrededor de ellos.

—Por lo tanto, hablando con los ancianos y maestros de esta prestigiosa secta... pude llegar al acuerdo de que se les permitiera permanecer aquí. Pero con una condición. —los niños alzan sus pequeñas cabezas, prestando atención. —... Si quieren permanecer con nosotros, deberán convertirse en discípulos de la secta Xue Feng, y por lo tanto... considerar que en un futuro prestarán sus servicios a nuestra conveniencia.

Guardián SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora