Anillos

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— Quiero que siempre lleves esto contigo. Para que tengas una razón para regresar — abrió su mano y mostró un par de anillos de plata, uno mas pequeño que el otro — No tienes que ponértelo, lo puedes guardar en tu bolsillo o ponerlo en tu cadena o...

— Lo voy a usar siempre, lo prometo. Gracias. 

— Te voy a extrañar 

— También te voy a extrañar S....

Despertó. Su cuerpo estaba cubierto en sudor y y respiraba agitado como siempre que soñaba con ese hombre. No estaba seguro de quien era, pero parecía ser importante. Frotó su rostro con sus manos con frustración y se quedó pensando un momento. Llevaba meses solo, viviendo en un pequeño cuarto lejos de todo. 

Después de aquella batalla en Nueva York, de que no pudiera cumplir su misión, se las había arreglado para llegar a Bucarest. Le tomó varias semanas, diferentes trabajos poco convencionales para conseguir dinero y viajes poco seguros con gente fuera de la ley, pero llegó a donde sabía que no podrían encontrarlo por ahora. Durante todo ese tiempo, trató de descifrar más sobre su pasado, pero había sido en vano. Lo poco que sabía era lo que estaba en el museo y lo que le dijo aquel sujeto. 

Se llamaba James Barnes, había estado en el ejército, peleó en la segunda guerra mundial y por alguna razón seguía vivo. Ese sujeto, el Capitán América, lo había llamado Bucky, y parecía que habían sido amigos. Pero él no recordaba nada. 

Cada noche tenía pesadillas, algunas más llevaderas que otras. Soñaba con los electroshocks, con el entrenamiento, con científicos y con ese maldito suero, esos eran los más tranquilos. Todas sus victimas aparecían repetidamente en otras ocasiones. Personas cuyos nombres no conocía, pero que sus rostros quedarían guardados en su mente para siempre. Culpables, inocentes, daños colaterales, la lista era inmensa. Esos eran los más difíciles de soportar. Se despertaba agitado, sudando, temblando y en ocasiones terminaba llorando. 

Sabía que eran recuerdos de su vida como Soldado del Invierno, y que tendría que aprender a vivir con ellos. Pero había un sueño del que no podía decir si era un recuerdo o un simple invento de su mente. Siempre aparecía el mismo hombre. Delgado, más bajo que él y de apariencia frágil. Su rostro siempre aparecía borroso y su voz no era muy clara. Por su ropa, sabía que estaban en una época antigua, y por la manera en que se sentía al verlo, sabía no era cualquier persona. 

Por más que trataba de enfocarse en su rostro para saber su identidad, nunca lo veía con claridad. Era frustrante no saber si era real o un invento, pero no podía hacer más. Sabiendo que no podría volver a dormir, tomó una ducha rápida y comenzó su día. 

Había conseguido un trabajo en una fábrica a las afueras de la ciudad. No fue fácil, pero encontró un lugar donde no necesitaba documentos para que lo contrataran, sabía que probablemente no era totalmente legal, pero no podía quejarse. Pasaba las mañanas y parte de la tarde en la fábrica, el resto del día lo usaba para entrenar o quedarse en su pequeño cuarto. Solo iba a la ciudad cuando necesitaba comprar más comida. 

De regreso a su casa, pasó frente a una pequeña joyería. Normalmente no le prestaba atención a nada que no necesitara, pero algo en la vitrina llamó su atención. En una caja de terciopelo roja, estaba expuesto un par de anillos de plata. Eran tan solo dos bandas plateadas, sin ningún diseño ni grabado, una ligeramente más pequeña y delgada que la otra. Los miró fijamente, pensando que eran iguales a los de su sueño. Sintió una punzada en el pecho y un par de ojos azules aparecieron en su mente. 

Sorprendido por su reacción, se alejó de la tienda y apresuró el paso para llegar más rápido a casa. No dejaba de pensar en esos ojos. ¿Quién era? ¿Sería el hombre con el que soñaba? ¿Por qué sentía tristeza al pensar en él?

Una vez en casa trató de concentrarse en su cena y dejar de lado aquello, pero no podía. La mente no dejaba de darle vueltas, tratando de unir las pocas pistas que tenía

— Piensa James, piensa — se decía en voz alta 

Se pasaba sus manos por su cabeza frustrado, caminando de un lado al otro en el pequeño espacio. Anillos. Un hombre frente a él de ojos azules. Le había prometido algo. ¿Qué era?

Me dio un anillo y le dije que lo iba a usar siempre — decir las cosas en voz alta, aunque estuviera solo, le ayudaba a pensar mejor — ¿Quién eres y por qué te prometí eso?

— Te voy a extrañar Buck 

Más fragmentos llegaron a su cabeza. Buck. Sólo había una persona que le decía así 

— También te voy a extrañar Steve, pero volveré pronto

Bingo. Todo se volvió más claro. No era un sueño, era un recuerdo de días antes de que partiera a la guerra. Ese hombre bajito era Steve, el mismo que vio en Nueva York, su misión, su amigo, su...¿Su pareja? 

Su pareja, claro. Salían, se amaban, pensaban en un futuro juntos hasta que Bucky se fue. Steve usó todos los ahorros que tenía para comprar un par de anillos, uno para cada uno. Steve se quedó con el más grande y él con el pequeño, como si se quedaran con una parte del otro. ¿Qué pasó con ese anillo?

— Lo tenía cuando caí, lo tenía...lo tenía en mi bolsa — por inercia palpó la bolsa de su pantalón, aunque claramente no había nada ahí — Hydra me lo quitó con todo lo demás 

De pronto entendió por qué se sintió así cuando vio al Capitán América la primera vez, por qué le dolió ver las fotos de los dos en el museo y por qué soñaba aquello. Y lo más importante, entendió lo que sentía cada que veía a aquel hombre delgado y débil en sus sueños. Era amor. Nunca dejó de amarlo. Puede que su mente lo hubiera olvidado, pero su corazón no. 

Se sentó en la cama, recordando una y otra vez ese momento que ahora estaba claro en su mente. Deseando no haber perdido aquel anillo tan preciado para él, y un par de lágrimas salieron de sus ojos al pensar que ese día, cuando salvó a Steve Rogers del agua y huyó de todos, fue la última vez que vio al hombre que amaba sin saber quien era. 

Oneshots Stucky | FlufftoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora