Contacto visual

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No sabía cuánto tiempo había pasado desde que lo capturaron. Días, semanas...era difícil saber. Después de que la 107 fuera atacada por hombres con armas extrañas, él y el resto de los sobrevivientes fueron llevados a lo que creía eran los cuarteles de Hydra. Encerrados en una jaula, sin luz, agua o comida, el tiempo comenzó a avanzar dolorosamente lento.

La esperanza de ser rescatados en cualquier momento los mantuvo en pie. Trataban de no dormir, venciendo el cansancio lo más que podían para no bajar la guardia. Estaban en manos del enemigo después de todo. Las constantes visitas de aquel científico bajito los animaba aún más a no descansar. Sus enormes ojos analizaban exhaustivamente a cada uno de ellos, sin acercarse demasiado a la jaula, y anotaba cosas en una tabla mientras balbuceaban palabras en alemán incomprensibles para los soldados.

Un día la puerta se abrió, y dos soldados alemanes lo tomaron de los brazos mientras otro par evitaba el escape de sus compañeros. En cuanto puso un pie fuera de su cautiverio, la puerta volvió a cerrarse y sus manos fueron atadas por detrás. Estaba demasiado cansado para poder resistirse.

El científico estaba frente a él, examinándolo de pies a cabeza. Por alguna razón, sus ojos mostraban interés y un toque de malicia

— ¿Cuál es tu nombre, soldado?

Silencio. El enemigo jamás debe conocer tu nombre. Con una señal del pequeño hombre, uno de los soldados que lo sostenía le dio un golpe en la parte trasera de las rodillas, dejándolo hincado en el suelo.

— Lo preguntaré una vez más: Cual. Es. Tu. Nombre. 

De nuevo se quedó en silencio, viéndolo con el más grande desprecio con sus ojos azules, deseando poder tener la fuerza para atacarlo. Otra señal a los soldados y un puño se estrelló contra su cara. 

— Eres valiente, me agrada. Ya aprenderás a obedecer, de eso me encargo yo. Vamos, hay trabajo que hacer. 

Los alemanes lo arrastraron a otro cuarto y lo colocaron sobre una plancha de metal. Cuando comenzaron a atarlo al lugar con un par de cintas de cuero, trató de usar todas sus fuerzas para impedirlo, pero otro par de golpes lo detuvieron. 

Empezaron a entrar personas al lugar, trayendo frascos llenos de sustancias extrañas y jeringas vacías. Una de ellas le inyectó algo en el brazo y su vista comenzó a nublarse. Solo veía sombras moviéndose de un lado al otro, escribiendo cosas en lo que creía eran tablas médicas y examinando su cuerpo de arriba abajo. De pronto, todo fue oscuridad. 

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No sabía que era lo que le hacían ni con que objetivo, solo sabía que estaban experimentando con él. Le inyectaban sustancias extrañas que le nublaban la mente, en ocasiones unas cuantas descargas eléctricas le seguían. El científico bajito parecía estar al mando, dando instrucciones a los demás en alemán, dificultando aun mas que entendiera lo que estaba pasando. 

Con cada nueva inyección, deseaba que aquel sufrimiento terminara. Con cada descarga, rogaba que fuera la última. Lo único que lo mantenía vivo, además de los extraños medicamentos que le daban, era el recuerdo de un par de ojos azules parecidos a los suyos. 

No podía morir aun, no sin ver por última vez a Steve. Su Steve. Sabía que lo estaba esperando en Brooklyn. Sabía que debía volver a él sano y salvo. Cada que cerraba los ojos con la intención de nunca abrirlos de nuevo, ese par de ojos llegaban a su mente, con ese brillo que tanto adoraba y aquella admiración que sólo le dedicaba a él. 

Cuando lo dejaban solo, volvía a pensar en Steve. En como celebrarían cuando esa horrible guerra acabara. En que sin importar cuanto lo torturara, no podía permitir olvidarse de él. 

Las descargas eléctricas le provocaban lagunas mentales. Le preocupaba olvidarse de todo. Cuando estaba seguro de que no había nadie cerca, recitaba de memoria la inscripción de sus chapas. Le ayudaba a mantener un poco de cordura, a recordar quien era y a recordar a Steve. 

— James B. Barnes — decía con la voz quebrada — 3 2 5 5 7 0 3 8 — cada número pronunciado lentamente, obligándose a recordarlos todos 

Le pareció escuchar ruidos extraños cerca de donde estaba, pero no dejó que eso detuviera su ritual. 

— James B. Barnes, 3 2 5 5 7 0 3 

—¡Bucky!

No se dio cuenta cuando entró otra persona, pero guardó silencio en cuanto escuchó su voz. Por alguna razón, el extraño comenzó a desatarlo. ¿Por qué aquel hombre lo llamaba Bucky y por qué su voz le resultaba familiar?

— So yo, Steve 

Los ojos de aquel hombre se encontraron con los suyos. Bastaron unos segundos para que reconociera esa mirada azul que tanto amaba. 

— Steve — Respondió con un intento de sonrisa en los labios. 

El rubio lo levantó sin problemas de la mesa y lo ayudó a ponerse de pie. Algo no estaba bien. Era su Steve, si, pero estaba diferente. Más alto, mas fuerte...más atractivo si es que era posible. 

— Creí que estabas muerto 

— Creí que eras más pequeño 

Una vez mas sus ojos se encontraron. No sabía que había pasado o que le habían hecho a Steve, lo único que importaba es que estaba con él, y por primera vez en Dios sabe cuanto tiempo, sintió alivio y seguridad. 

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No podía dormir. Estaba afuera de las barracas, disfrutando del cielo estrellado, no se había dado cuenta de cuanto lo había extrañado. Era difícil de creer que hasta hace unas horas era un prisionero, un conejillo de indias, y ahora era libre de nuevo. Rescatado por Steve, bueno, por el Capitán América. Le gustaba el nombre, debía admitir eso. Y aunque le iba a costar trabajo acostumbrarse a su nuevo aspecto, le resultaba bastante atractivo ver a su Steve en aquel uniforme. Definitivamente pediría que se lo quedara al terminar la guerra. 

— Sabía que no podrías dormir 

Steve se sentó a su lado en el piso. De nuevo sus miradas se encontraron. Era inevitable. Después de tanto tiempo soñando con su  mirada, iba a aprovechar cada momento que tuviera para verla con detenimiento. 

— Solo estoy...disfrutando de la vista — Dijo sin separar sus ojos de los del rubio. Una sonrisa iluminó su rostro — Es lo mejor de estar libre 

El Capitán le devolvió la sonrisa. Cubrió la mano de Bucky con la suya sin desviar la mirada. 

— Verte vivo en esa mesa fue el más grande alivio que he tenido en mi vida

— ¿A cuantos soldados les has dicho eso hoy, Cap?

— Solo a uno, lo prometo 

Ambos rieron un poco

— Pensar en ti fue lo único que me mantuvo cuerdo. Gracias por salvarme

— Lo volvería a hacer sin dudarlo. Todas las veces que fueran necesarias.

Se quedaron en silencio, sin despegar su vista de los ojos del otro ni por un segundo. Querían atesorar ese momento. Bucky se acercó un poco más a su acompañante y le dio un beso en los labios. Steve colocó sus manos sobre sus hombros, profundizando más el beso.   Se separó del Cap antes de que aquello avanzara más.  

Aunque hubiera querido seguir, no podía arriesgarse a que alguien los viera. No por ahora. El rubio simplemente sonrió y asintió levemente con la cabeza, entendiendo por qué se separaron. 

Regresaron a sus dormitorios poco tiempo después. Cuando Bucky cerró los ojos, de nuevo llegó a su mente esa mirada azul tan hermosa que había visto apenas hace unos segundos. Esta vez sonrió y dejó que el sueño lo invadiera. No sabía que pasaría mañana, ni si algún día la guerra terminaría, pero ahora estaba con Steve, y mientras esos ojos azules lo siguieran viendo con amor, nada más en este mundo importaba. 

Oneshots Stucky | FlufftoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora