Cumpleaños

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El silencio reinaba en aquella parte del edificio. El eco de las gotas de agua cayendo de las tuberías se escuchaban fuerte y claro, y el lugar era iluminado tan solo por las débiles lámparas que estaban distribuidas en las paredes. De repente, pasos apresurados sobre los charcos le agua en el piso rompieron el silencio. 

Un hombre un poco bajo, con un maletín bajo el brazo derecho y y una expresión de temor en el rostro corría por la alcantarilla lo más rápido que sus piernas se lo permitían. Cuando pensó que había perdido a quien fuera que lo seguía y se disponía a alentar el paso, algo lo golpeó en la espalda y cayó de cara contra el piso. Cuando se dio vuelta, vio una sombra acercándose poco a poco hacia él. Una de las lámparas iluminó al Capitán América en todo su esplendor, a escaso centímetros de él, colocando su escudo en su espalda. 

El pobre hombre empezó a temblar, aferrándose con todas sus fuerzas al maletín. No era más que un simple empleado de bajo nivel de Hydra, que por buena o mala suerte según se viera, había huido del piso superior justamente con los documentos que buscaba el héroe. El Cap se hincó para estar a su altura y trató de mostrarle una mirada compasiva. 

— Escucha, esto no tiene que terminar mal. Solo dame el maletín y me aseguraré de que no sean muy duros contigo 

— No, no, no puedo — El hombre seguía temblando — Si saben que se lo entregué, ellos...ellos...me van a matar 

— No lo harán, yo me encargaré de que así sea — Se acercó más a él y puso una mano sobre el maletín — dámelo y no hagamos esto más difícil 

Dudoso, el hombre soltó el objeto y Rogers no esperó ni un segundo para tomarlo. Se puso de pie, levantó al hombre y sostuvo sus manos detrás de su espalda para evitar que escapara. 

— Tengo el objetivo, el hombre cooperó — dijo a través de su micrófono 

— Excelente, estaremos ahí enseguida — una voz femenina respondió — mantenlo quieto

En cuestión de segundos, un par de oficiales llegaron para llevarse al sujeto, acompañados por Natasha Romanoff. La pelirroja le dio unas palmaditas en el hombro al Cap en señal de victoria. 

— Buen trabajo Steve, como siempre 

— Solo hago mi trabajo Nat — le dio el maletín y comenzó a caminar hacia la salida del drenaje — asegúrate de revisar bien esos papeles, debe haber información valiosa sobre Hydra 

— Si señor 

Salieron juntos del lugar, llegando a un callejón cerca de edificio al que se habían infiltrado hace unas horas. La ciudad estaba viva a pesar de la hora; había música por todos lados, personas celebrando en las calles y unos cuantos fuegos artificiales iluminaban el cielo. Era 4 de julio. 

— Parece que terminamos justo a tiempo para la fiesta — Nat se echó el portafolio al hombro y miró a su amigo con una sonrisa enorme — ¿Quieres ir a tomar algo? Seguro lo necesitas después de esta misión 

— No creo tener el atuendo adecuado — respondió el aludido mirando su traje de batalla 

— Estás bromeando, ¿No? Eres el CAPITÁN AMÉRICA — enfatizó en el nombre — si alguien está vestido para la ocasión eres tu

— Puede ser, pero en realidad no estoy de ánimos — comenzó a caminar hacia donde creía haber dejado su motocicleta — Tal vez para la próxima 

— ¡No habrá una próxima vez! — Nat corrió para alcanzarlo — No todos los días puedes celebrar la independencia de tu país 

— Hoy no Nat, por favor 

Romanoff suspiró resignada y negó un par de veces con la cabeza 

— Está bien, nos vemos después. Me encargaré de estos papeles. 

Steve le dedicó una pequeña sonrisa y siguió su camino. La pelirroja dudó unos segundos y finalmente lo llamó. 

— ¡Steve! — el rubio la volteó a ver y ella le dedicó una sonrisa — Feliz cumpleaños 

— Gracias 

Steve encontró su moto y se dirigió a su pequeño departamento. Hace algunos meses que la torre de los Vengadores estaba lista para ser habitada, pero había insistido en quedarse con aquel lugar. Le gustaba poder contar con un lugar donde pudiera estar completamente solo si así lo deseaba, con en ese momento. En cuanto llegó se cambió a una ropa más cómoda, calentó un poco de comida precocinada y se sentó en su sillón en silencio, escuchando los alegres ruidos de la ciudad. 

Su celular sonó con la notificación de un nuevo mensaje de texto. Era de Sam, simple y al punto: "Feliz cumpleaños Cap. Vayamos a celebrar otro día."  Celebrar...hacía muchos años que no celebraba su cumpleaños. Desde que lo habían sacado del hielo, evitaba pensar en la fecha. Lo que menos necesitaba era recordar año con año que era un hombre de más de 80 años viviendo en un tiempo que no era el suyo. Sus compañeros respetaban eso y evitaban mencionarlo, mucho menos celebrar la fecha, tarea difícil tomando en cuenta que el 4 de julio era la celebración favorita de los americanos. Por eso prefería estar solo y recluirse en su departamento. 

Le respondió a Sam con un simple "Gracias" y siguió comiendo. Se disponía a encender el televisor cuando alguien tocó a su puerta. Un poco consternado, dejó su plato en la mesa de la sala y se dirigió a la puerta. Cuando la abrió, no había nadie del otro lado. En su lugar, había una caja de madera en el piso que decía "Para Steve" en letras negras. 

Con precaución, el Cap tomó su escudo, el cual siempre dejaba en la entrada, se protegió mientras abría lentamente la caja. Dentro, había una camisa de vestir color azul  marino, una novela histórica cuyo nombre no le sonaba de nada y una tarjeta. Comprobando que aquello no presentaba una amenaza, metió el paquete al departamento y lo revisó con cuidado. 

La camisa era sencilla pero elegante, era su estilo. Era de manga larga y parecía que era la talla perfecta. Dejó la novela en la mesa, decidido a leerla esa noche antes de dormir, y finalmente abrió la tarjeta. En ella simplemente estaba escrita la frase "Feliz cumpleaños Steve", sin firma ni nombre del remitente. A pesar de que su sentido común le decía que debía averiguar quién había dejado eso ahí, lo cierto es que su intuición le decía que no era señal de peligro. Pocas personas conocían su dirección, y si alguno de sus compañeros quería mantenerse en el anonimato, no le iba a quitar la ilusión. 

Pensó que quizá no querían dar su nombre por las constantes negativas de Rogers a recibir regalos. No los culpaba, no le gustaba que gastaron en él, pero si era honesto, ese paquete lo había hecho muy feliz. Quien quiera que lo haya comprado, lo conocía muy bien. 

Desde el techo del edificio de enfrente, ayudado de unos binoculares, un hombre de largos cabellos castaños y penetrantes ojos azules observaba al Capitán disfrutando del libro que había dejado en su puerta unos minutos antes. Su cara de concentración le indicaba que lo estaba disfrutando y eso le dibujó una leve sonrisa en el rostro. 

No sabía por qué tenía tan presente esa fecha o por qué sentía que debía darle algo a una persona cuyo nombre apenas conocía, suponía que tenía relación con su misterioso pasado. Cualquiera que fuera la razón, se arriesgó a conseguir un par de cosas que pensaba que le gustarían, y se arriesgó aun mas al dejarlas justo en la puerta de su casa. Al comprobar que había elegido bien los regalos, sintió que el riesgo había valido la pena. 

Dio un último vistazo a Steve y decidió que era hora de irse. No quería tentar más a su suerte. 

— Feliz cumpleaños Steve — dijo en voz alta antes de desaparecer en las sombras. 

Oneshots Stucky | FlufftoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora