Capítulo XV Una Esposa Para El Demonio De Los Uchihas

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(ONCE AÑOS ANTES)

Un mes había transcurrido desde la trágica muerte de Fugaku y su padre Tajima, justo cuando el clan trataba de reponerse de sus lamentables pérdidas, otra muerte inesperada se hizo presente, trayéndole nuevamente tristeza al clan.

Se trataba de Mikoto, quien no pudo ganarle la batalla a la depresión en la que se encontraba hundida desde lo sucedido. El funeral se llevó a cabo en privado para evitar a la prensa la cual desde el día que salió a la luz el horrible incidente no había dejado de acosarlos para que les dieran una primicia.

El hecho de que un miembro de su propio clan hubiese asesinado al ex patriarca y al que era el actual líder de la familia, junto con todo su escuadrón de hombres bien experimentados los dejó conmocionados, especialmente porque se estaba hablando de un adolescente de tan solo doce años.

Habiendo quedado huérfano, la custodia del pequeño Sasuke de siete años de edad pasó a las manos de su tío menor Izuna, así como también la custodia del joven Shisui quien tenía catorce años y se encontraba al cuidado de sus tíos Fugaku y Mikoto luego de que sus padres fueran asesinados cumpliendo con su trabajo como agentes especiales.

Madara como nuevo líder tenía la responsabilidad de mantener a la prensa a la raya para evitar que las cosas se salieran más de control, tarea que, desde luego, no era nada fácil, ya que los medios estaban haciendo de aquella tragedia un verdadero espectáculo con el único objetivo egoísta de aumentar las ventas de sus periódicos. Todos estaban interesados en saber más detalles y eso solo provocaba que el tuviera más peso sobre sus hombros.

Para empeorar las cosas los ancianos estaban impacientándose sobre el proceso de selección de la que se convertiría en su futura esposa, lo presionaban tanto sobre ello que lo estaban llevando a su límite. Cada vez era más difícil para él mantener la compostura lo que ocasionaba que el personal de la mansión comenzase a temerle aún más.

Era bien sabido que tenía un carácter de los mil demonios y que la mano no le temblaba para arrebatarle la vida a alguien por lo que se esforzaban en cumplir con todos sus requerimientos sin importar cuán difíciles pudiesen ser.

Esa tarde de invierno se encontraba en el despacho sentado en el escritorio, recargado de su silla con una expresión que irradiaba fastidio e irritabilidad en todo su esplendor. Golpeaba repetidamente con los dedos la fría mesa del escritorio mientras veía a su hermano menor caminando de un lado a otro leyéndole en voz alta las informaciones de las nuevas posibles candidatas a prometidas las cuales les iba mostrando por medio de fotografías una vez que terminaba de leer.

Todas eran mujeres muy bellas, pero sobre todo de muy buenos clanes, sin embargo, para Madara eran demasiado simples e inútiles. No tenían gracia en lo más mínimo. Ni siquiera podía imaginarlas coexistiendo a su lado.

Tenía la sensación de que Izuna estaba esforzándose más por conseguirle una prometida con una belleza sin igual, que una que se acoplara totalmente a él.

Si solo estuviese buscando belleza, hacía mucho tiempo que se habría evitado tener a los ancianos sobre él presionándolo para comprometerse lo más pronto posible o desistir de una vez por todas su mandato lo cual, de ninguna manera iba hacer.

-¡Suficiente!- Lo hizo callarse irritado teniendo como resultado que Izuna soltara un profundo suspiro de rendición, dejando los expedientes sobre el escritorio.

Había utilizado todas las influencias necesarias para conseguir que los líderes de poderosos clanes supiesen que el siguiente en la línea de sucesión del clan Uchiha estaba en la búsqueda de una prometida para formalizar su posición como líder.

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