Eremofobia

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Ambos estaban recostados en el sofá, apegados lo más que podían como si su vida dependiera de ello. El calor que emanaba del cuerpo de ambos era reconfortante. Khrome amaba estar sobre él abrazándolo  y tomándolo de la mano, ronroneaba disfrutando de lo que ( o más bien, quien) era casi que su segunda cama.

Parecía que ambos dormían, pero no estaban dormidos, aunque sí soñando, soñando sin estar dormidos. Khrome poco a poco ya se había acostumbrado a los efectos de la marihuana y ya parecía más una persona normal cuando consume esa sustancia, estaba perfectamente bien, sólo actuando algo ido y relajado. A veces sólo le daba mucho sueño y se acostaba a tomar una siesta preferiblemente sobre el regazo de Alex o si no se acostaba en la cama secuestrando al obeso gato de Alex para que le propagara calor. Todo parecía ir acorde el plan de Alex: Khrome ya no se le notaba entristecido, su herida estaba sumamente mejor, incluso ya estaba comiendo bien, más que bien. Las dosis siempre lo dejaban hambriento y aunque a veces no se le daba la gana de abrir la boca para pedir de comer, Alex siempre se aseguraba de ofrecerle algo al terminar. Una vez inclusive el chico se tomó una olla de sopa casi que por completo él solo, algo impresionante para una persona que normalmente no lograba acabar ni la mitad de sus comidas.

Alex había optado por dejarse llevar igualmente, tomaba algunas dosis también aprovechando, y le sentaba bien igualmente. A veces al abrir su teléfono y ver sus notificaciones no podía evitar sentir un cosquilleo al ver como prácticamente todo su muro eran mensajes de odio. La mayor parte del tiempo no le importaba, no le interesaba en lo absoluto la opinión de un montón de personitas que ni siquiera conocía sobre él, prácticamente la persona más importante viva en el momento. Pero en otras ocasiones lo hacía desanimarse un poco, como si realmente nunca fuese  a ser mejor. Sabía que estaba sentenciado a tener esa reputación de por vida, ¿qué más podía hacer para cambiarlo?. Cuando publicaba fotos en las que estuviera con Khrome no paraban de decir que lo abusaba, la mayoría de personas que creían que él era chica incluso llegaban a acusarlo de homofobia, ¿Era en serio?; él, el hombre transexual gay afeminado bisexual con novio, ¿homofobico? Simplemente no podía creerlo.

Cualquiera diría que esa clase de desahogo en drogas era terrible, y es que sí, lo era. De cierta forma era similar a esas situaciones en que una madre regañaba a su hijo por no dirigirle la palabra a su amigo, incapaz de entender por qué estando sentado uno enfrente del otro prefirían hablar por textos en su teléfono e imágenes extrañas en vez de simplemente decir lo que tuvieran que decirse uno al otro. Algo así era, porque ambos estaban juntos, entre brazos, alucinando e imaginando cuentos fantásticos, soñando el uno con el otro. Soñaban e imaginaban sobre el otro, en vez de disfrutar su presencia que de hecho tenían literalmente "ahí". Soñaban con su mundo perfecto sin saber que lo tenían ahí en frente.

Khrome en realidad lo sabía. Podría ser tonto, podría no entender cuánto es dos más dos ni saber qué demonios dice Alex cuando le dan sus arrebatos y comienza con sus términos raros, pero no era estúpido. Era consciente de que no necesitaba mucho más para ser feliz que ver el presente y disfrutar la vida que tenía.  Después de todo, esto era con todo lo que había soñado. Tenía la pareja ideal, una gran casa, muchísimo dinero, unos niños bonitos y contentos.

Los niños los había cuidado mayormente una nana por las últimas semanas, Khrome no le tenía mucha confianza a Limo, no por nada si no porque le recordaba a un niño pequeño. No tenía problemas con eso, el verdadero problema es que era un niño cuidando de unos bebés, además de que Limo al haber sido un experimento seguramente no tenía la menor idea de cómo se debían tratar a unos niños "humanos". Aunque Khrome debía admitir que tampoco sabía demasiado de eso, había ocurrido todo muy rápido cuando ellos nacieron y sólo tuvo unas semanas para leer algunos libros de parentalidad para entender conceptos básicos como a qué horas alimentarlos, con qué y en qué cantidades, el cómo diablos se ponía un pañal, cómo dormirlos. No sabía nada de ellos, recuerda con modestia que Alex se burló de él cuando inocentemente Khrome intentó jugar con los niños a la pelota, cuando las pobres criaturas ni siquiera eran capaces de gatear.

No quiero que esto sea públicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora