Alucinógeno

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Abrió pesadamente los ojos, le ardían mucho. No entendía por qué en el lugar en el que lo habían internado le inyectasen tanta medicina para que se quedara quieto, como si no fuese suficiente droga la que consumía ya. No comía, ni bebía, esperaba que pudiese morir de inanición con prontitud. Todo lo que hacía era drogarse y soñar, porque en sus sueños Khrome todavía estaba ahí.

Alexander que era una persona que siempre quería verse bien  y que todo el tiempo mostraba la mejor cara de sí mismo últimamente lucía fatal.  Extremadamente delgado y ojeroso, sin energías, casi no hablaba. Tenían que llenar la habitación con gas hasta dormirlo para poder inyectarle suero y mantenerlo con vida.  Prácticamente el hospital entero estaba dedicado a cuidar a Alex, lo quisiera o no cientos de entidades tenían completo interés en que él siguiera con vida, porque necesitaban de sus invenciones y otras cosas. Les servía vivo, no muerto. Los pocos momentos de lucidez de Alex, podía escuchar a algunas de las enfermeras burlarse de él e incluso hablar sobre rumores: Rumoreaban que había sido él quien mató a Khrome. ¿ Cómo podían creer semejante cosa?, él lo amaba muchísimo, y hasta el momento le ardía totalmente su pérdida. Si por tan solo un segundo le dieran la oportunidad de matar a todos en ese sitio para traer de vuelta a Khrome por unos minutos, lo haría. Y no por nada, sino porque todos ahí eran unos bastardos. Algunos de los doctores que lo envidiaban se regocijaban de verlo ahora vulnerable y débil, ni siquiera les importaba la razón que había tras ello. No les interesaba en lo absoluto qué cosa tan fatal tuvo que ocurrir para dejarlo en semejante estado. Alex se estremecía cuando escuchaba cosas rasguñar otras, y prácticamente comenzaba a sudar cuando veía a alguien rascarse un poco la piel, porque de inmediato recordaba la escena de Khrome desgarrando su piel poco a poco, y prácticamente perdía la cabeza. Los del lugar no tardaron en notar lo nervioso que se ponía con los huesos se pollo.  Una vez una enfermera se sentó a comer mientras le hacía una preguntas rutinarias, estaba royendo unos huesos mientras le hablaba. "DEJA DE HACER ESO" gritaba Alex, y en cuánto la enferma se asustó e intentó preguntar "SOLO HAZLO", estaba temblando. Desde entonces algunos médicos aprovechaban para hacerse tras su puerta y comer chuletas de cerdo y huesos de pollo, a veces exageraban los sonidos solo para ver cómo  Alex comenzaba a llorar desconsoladamente.

Alex simplemente se mantenía en la camilla y se drogaba. Quería mantener la mente lo más lejos de ese infierno,  y con algo de suerte se terminaría matando de una sobredosis. Aunque de cierta forma, temía que si realmente había algo luego de la muerte, dudaba que ambos fueran al mismo sitio. Si había un cielo, Khrome iría al cielo, y si había un infierno, él iría al infierno.

En el funeral de Khrome asistieron muy pocas personas, aún así, era muy fácil asegurar que eran muchas más de las que el propio Khrome jamás habría imaginado que irían. Seryotzha estuvo ahí, pudo haber estado cegado por la ira del momento, pero después de todo Khrome era más que un socio de trabajo, era su amigo, y él ahora ya no estaba, Seryotzha estaba solo, no tenía ni  a su amigo ni a su hermano. En total estuvieron unas seis personas, quizás hubiesen habido más de no ser que el tipo de personas que eran cercanas y se preocupaban por Khrome eran el tipo de personas que no tenían la fortaleza para estar ahí. Khrome jamás habría imaginado eso, él hubiese esperado que solo Alex estuviera ahí, y fue divertido saber que fue el único que no estuvo ahí. Alex no fue al funeral, principalmente porque sabía que el féretro estaba vacío. El cuerpo de Khrome aún seguía en su casa, oculto. No estaba preparado todavía para "deshacerse" de él.

Entonces, una noche ocurrió.

Estaba drogado, alucinando. La habitación en la que se encontraba  se había convertido en una playa, y la marea subía y bajaba a lo lejos. La arena era blanca y pura, el agua era anaranjada, casi rosada. Reflejaba un hermoso atardecer que poco a poco daba espacio a una noche estrellada, pero nunca llegaba la noche, simplemente se quedaba ahí, como partido el cielo. Como si la noche y el sol no se quisieran separar, como si tuvieran miedo de estar solos y no volverse a ver, así que permanecían ambos en el cielo, haciendo una mitad noche y mitad día, con tal de no estar solos. Entonces sintió un cálido toque tras su espalda, rotó levemente el rostro y lo vio ahí,  abrazándolo.

No quiero que esto sea públicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora