Capítulo 1

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Notita: Solo por si no lo recuerdan, Minho y Sungkyu son gemelos. ✨

POV Minho

En la actualidad...

Me quedé mirando hacia adelante a través de mis ojos hinchados mientras otra gota de agua caía al suelo. El aire estaba pegajoso; la humedad tejana subiendo hasta su punto máximo. Mi celda oscurecida hasta un negro casi absoluto mientras otra tormenta se aproximaba. Truenos resonaban en la distancia, acercándose cada vez más al New Zion.

Muchos minutos pasaron, hasta que el borde de la tormenta eléctrica comenzó a iluminar de forma esporádica la oscura habitación. La lluvia pasó de una ligera llovizna a una lluvia torrencial, mientras martillaba en el techo de mi celda. Las suaves gotas que habían estado cayendo a través de las pequeñas grietas en el techo de piedra se convirtieron en un enojado flujo que se estrellaba contra el suelo.

Moví mi pierna, haciendo muecas de dolor mientras mis músculos protestaban. Traté de hacer lo mismo con mi brazo. Resoplé en frustración cuando todo mi cuerpo ardió con dolor.

Crucé los ojos hacia la pared detrás de mí, mis sienes pulsando. Mi visión nadaba en líneas borrosas, balanceándose sobre el borde siempre presente de la inconsciencia.

Me obligué a enfocar. Conté las marcas que me había arreglado para raspar en la pared con el borde afilado de una piedra. Treinta y cinco. Treinta y cinco... treinta y cinco... Había estado en esta celda durante treinta y cinco días. Había sufrido diariamente exorcismos y golpes por los guardias de los nuevos discípulos...

ㅡ¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete e inclínate ante el profeta! —gritaba el hermano Sunwoo mientras yo colgaba de las cadenas en el techo.

—No —dije con voz áspera. Mordaz agonía rebanaba mi espalda mientras el cinturón de cuero cortaba otra franja a través de mi piel ya rota.

—¡Arrepiéntete! ¡Arrepiéntete y declara tu lealtad a tu profeta!

Mis ojos se cerraron mientras chorros de sangre fresca corrían por mi espalda, por encima de mis piernas colgando, salpicando el suelo a mis pies.

Mi mandíbula se apretó. Cerré mis ojos, rezando por la absolución. Rezando por ser retirado de este dolor... este maldito dolor constante...

—¿Te arrepientes? —preguntó el hermano Dawon. Mi corazón latió una vez, dos veces, tres veces mientras su pregunta pasaba por mi cerebro.

—Sólo arrepiéntete y todo esto terminará. Arrepiéntete y todo el dolor se detendrá. Arrepiéntete y únete a tu hermano dirigiendo a la gente al cielo. Arrepiéntete y nunca mirarás el interior de tu celda de nuevo.

Mi respiración se atrapó mientras la tentación de someterme a las demandas de Sungkyu trataba de abrirse paso a mis labios. Las palabras "Me arrepiento" colgaban de la punta de mi lengua. Mi cuerpo roto quería decirlas, sólo para tener un respiro... Pero entonces mi alma se endureció mientras pensaba en los Intercambios del Señor que había presenciado... el dolor... el miedo... los actos de pecado pedófilo siendo realizados en mi nombre...

Dejé salir el resto de la respiración que estaba conteniendo y sentí mi pecho aligerarse.

—No... No me arrepentiré... Nunca me arrepentiré...

Mantuve mis ojos cerrados. Los mantuve apretados mientras un duro puño se estrellaba en mis costillas, desgarrando un estrangulado grito de mi garganta en carne viva. Pero no me importaba. No me inclinaría ante mi hermano.

No podía... sólo... no podía...

Mis ojos nadaron de nuevo y sacudí mi punzante cabeza, tratando de aferrarme a la conciencia. Estaba enfermo de despertar desorientado y solo en la oscuridad. Había terminado con los huesos doloridos, la piel agrietada y los vómitos. Había terminado con escuchar a mi hermano predicar sus histéricos sermones del fin del mundo a través de los altavoces alrededor de la comuna.

El Hades de Lee Minho (2min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora