🍑Culos🍑

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Trabajo para una de las grandes compañías de cola, rellenando las máquinas automáticas y recogiendo el dinero de las cajas, en una ruta que me lleva desde los altos edificios de oficinas hasta los moteles de carretera.

Veo muchos efervescentes hombres durante mis carbonatados trayectos y, como un capitán de barco, tengo un chico especial en cada puerto, a un par de los cuales me tiro con la misma regularidad con la que cierro la portezuela de mi camión.

Uno de los chicos es Jimin, un secretario nalgón que trabaja en un instituto de las afueras. Tiene las curvas que debe tener un hombre, con un culo enorme que no tiene ningún pudor en exhibir con sus pantalones apretadísimos.

Tiene el pelo largo hasta los hombros, de un rubio dorado y unos relumbrantes ojos verdes como dos faros, y un cuerpo esbelto y picante casi tan impresionante como su trasero.

Jimin es la parada de las once de mi ruta de los jueves, y con él es divertido hasta volver al colegio. Como hace un par de semanas, un día sofocante en el que mi adorable nalgón no llevaba más que una camiseta blanca sin mangas y un cortísimo pantalón de cuero negro.

Estaba violando explícitamente por lo menos diez artículos del código de vestimenta del colegio, además de las leyes de la distracción, pero ninguno de los estudiantes ni los profesores se quejaron.

-Hola, Jimin -saludé cuando entré con mi carrito lleno de latas de refresco, con la vista fija en el voluptuoso macho junto al mostrador principal.

-Ah, hola, Nam -me dedicó una sonrisita y un guiño cuando pasé el carro sobre los pies de payaso de un desangelado chico que aguardaba a la puerta del despacho del director.

El chico apenas se dio cuenta, puesto que la redondez del trasero de Jimin acaparaba toda la atención de la sala. Yo seguí por el pasillo que llevaba a la sala de profesores, con la cabeza dándome vueltas por lo que sabía que me esperaba y con quién. Un par de profesores merodeaban junto a la máquina de bebidas, hablando mal de sus mujeres y jactándose del secretario del colegio.

Yo abrí la máquina rápidamente y me puse a meter las latas haciendo el máximo ruido posible.

Una vez terminada la tarea, mandé al infierno a los profesores y detecté de pronto un nuevo olor en aquella sala impregnada de colonia: el dulce y sutil aroma del perfume de Jimin. Me di media vuelta de golpe y allí estaba él, mirándome, sus ojos apuntando a su objetivo.

-Nam -dijo con picardía, metiéndose un dedo moreno y pequeño entre sus labios brillantes- Siento molestarte, pero ¿podrías traerme un paquete de papel del almacén? Es que a mí me pesa mucho y ya que tienes... el equipo apropiado y todo eso...

Yo asentí sonriendo como un niño en una tienda de caramelos.

-Pues claro -repliqué, por si alguien nos estaba oyendo-. Ahora mismo te lo traigo.

Seguí las trémulas nalgas del chico por el pasillo. Giramos a la izquierda y nos encontramos en una habitación que albergaba una fotocopiadora gigantesca y, más allá, la puerta cerrada del almacén. Jimin alzó la cadena de plata que llevaba al cuello y sacó una llave de bronce. Luego se inclinó ligeramente para abrir la puerta.

Yo aparqué mi carro y encendí las luces del almacén. Él se volvió un poco para hacerme una seña. Yo me humedecí los labios resecos y tragué saliva. Luego me apresuré a entrar tras él, con la polla más dura que una barra de hierro.

Cerré la puerta con llave y cogí entre mis brazos aquella fantasía de adolescente para pegar mi boca a la suya. Él gimió, me agarró la cabeza con tal ímpetu que mi gorra salió volando, y se aferró a mi pelo como yo me aferraba a él. Nos besamos con furia, hundiéndonos la lengua hasta la garganta. El pecho de Jimin se estrujaba contra mi pecho, su lengua se retorcía en mi boca dejándome sin aliento.

Satisfáceme (BTS +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora