Capítulo 6 [Remaster]

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Ferdinand Schörner, ahora comandante de la compañía del 19no Batallón de Infantería estacionado en Múnich, con el Rango de Teniente, ¡Resultó ser el subordinado de Cyric!

Cyric no pudo llevar consigo a todos sus hombres cuando se unió a la revolución de Hitler. Había abandonado el ejército sin autorización para participar en el levantamiento en su propio nombre. Sin embargo, en el campamento de Hitler ya se encontraban alrededor de una docena de hombres provenientes de las Fuerzas de Defensa, lo que demostraba que la semilla de la rebelión comenzaba a germinar.

El recuerdo de generaciones posteriores le había dicho a Cyric que, aunque el hombre que tenía frente a él había recibido órdenes de bloquear el desfile, en el fondo de su corazón, Schörner simpatizaba con Hitler y su grupo. Para muchos, Hitler era la única esperanza para salvar a Alemania del caos en el que se encontraba sumida.

Schörner era un seguidor incondicional del Führer. Destacaba en el mando de tropas de montaña y en la lucha en terrenos difíciles, habiendo demostrado su valía en batallas defensivas. Durante la Batalla de la Península de Curlandia y la Batalla de Berlín, el ejército soviético sufrió enormemente bajo su liderazgo.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Schörner fue declarado criminal de guerra y encarcelado por su lealtad inquebrantable a Hitler. Aunque fue liberado unos años después, su fidelidad al Führer lo llevó de nuevo a prisión en 1957, siendo liberado en 1960 debido a problemas de salud.

¡Era fácil conquistar a un hombre así! Y para Cyric, esta era una oportunidad perfecta para hacer sentir su presencia.

"Comandante del batallón". Schörner se sorprendió al verlo. El comandante había estado ausente del ejército durante los últimos días, y se rumoreaba que había regresado a su ciudad natal. ¡Nadie imaginaba que en realidad había participado en el levantamiento de Hitler!

"Muy bien, Schörner, todavía me reconoces". la voz de Cyric resonó con fuerza, y los soldados detrás de él pudieron escucharla claramente. "Quizás se pregunten por qué estoy aquí, en este desfile. Sí, estoy con el gran Adolf Hitler. ¡Esta es mi única opción, y la única opción para nosotros, los Alemanes!".

"Nuestro país está sumido en el caos". continuó Cyric. "El Gobierno de Weimar es débil e impotente. Los franceses han enviado tropas para apoderarse de nuestras zonas industriales. Si nuestra patria quiere ser fuerte, necesita un líder que la guíe hacia la grandeza. ¡Hitler es ese líder! Él nos sacará de este abismo y nos hará fuertes de nuevo. Fracasamos en la Primera Guerra Mundial, ¡Pero no nos hundiremos! Con un gran líder, un nuevo Imperio se alzará. ¡Y esta vez durará diez mil años!".

Cyric miró a los soldados, sus palabras cargadas de pasión: "Hijos míos, ¿Están dispuestos a seguir sirviendo a un gobierno corrupto y decadente, o se unirán a mí en esta ola de cambio? ¿Derribaremos al Gobierno de Weimar y lucharemos por un imperio poderoso junto a Adolf Hitler?". 

En generaciones posteriores, Hitler sería recordado como un Demonio, un Dictador de sangre fría. Pero en ese momento, en la Alemania derrotada y humillada tras la Primera Guerra Mundial, con la economía en ruinas y millones desempleados, Hitler representaba la única esperanza para muchos.

La imagen de Cyric en el ejército no era mala. Muchos soldados lo reconocieron, y sus palabras avivaron el fuego de la rebelión en sus corazones.

"¡Un poderoso imperio nace hoy!". gritó Cyric. "¡Únanse a nosotros y luchen por la gloria de Alemania!".

Las palabras de Hitler, aunque aún no pronunciadas directamente, parecían tener un efecto mágico. Ese fue el catalizador final.

"¡Estamos dispuestos a participar!". exclamó Schörner, con emoción contenida.

Ludendorff, que viajaba con Hitler, observaba la escena con satisfacción. La incorporación de estas tropas era una señal clara de que incluso el ejército comenzaba a desconfiar del gobierno de Weimar. Un Gobierno así no duraría mucho.

"Teniente Schörner". dijo Ludendorff con firmeza, "Lo asciende a Mayor General. Estará a cargo de la formación de la nueva fuerza de defensa. Todos los soldados presentes ascenderán dos rangos".

De repente, el corazón de Cyric dio un vuelco. El levantamiento estaba lejos de triunfar, y ya Ludendorff intentaba tomar el control. ¿Acaso la cooperación con él no era más que una estrategia temporal?

Hitler aún estaba en sus inicios. Aunque todo su Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán se movilizara, no sumaría más de 30.000 miembros. Era un partido pequeño, pero ambicioso. Para lograr su rebelión, Hitler necesitaba a Ludendorff, un Ex General del Imperio que podía darle impulso y credibilidad.

A cambio, Hitler le había prometido a Ludendorff el puesto de Líder de las Fuerzas de Defensa. Pero Cyric sabía que, en este juego de poder, las alianzas podían ser tan frágiles como el hielo en primavera.

Ludendorff, sin dudarlo un instante, promovió directamente al comandante de la fuerza de defensa que acababa de unirse a su bando, otorgándole incluso un rango superior al de Cyric. Para Ludendorff, controlar el ejército era la máxima prioridad, y no estaba dispuesto a dejar pasar ninguna oportunidad que consolidara su poder. Si llegaba a tomar el control total de Alemania, el futuro sería, sin duda, un desastre.

Hitler, por su parte, también comprendió de inmediato las implicaciones de esta decisión. Sin embargo, sabía que era inapropiado dividir internamente la revolución antes de que esta hubiera alcanzado el éxito. La unidad era crucial, y cualquier fractura interna podría significar el fracaso.

"¡Sí!". Scherner saludó a Ludendorff con firmeza y anuncio: "La 3ra Compañía del 19no Batallón de Infantería está ahora bajo su mando. Esperamos sus órdenes".

Ludendorff, con voz firme y autoritaria, exclamó:

"¡Adelante con el desfile! Derroten a las tropas de cerco del Ministerio del Ejército y salven al justo pueblo alemán".

Hitler, que estaba a su lado, escuchó atentamente. Ludendorff se volvió hacia él y le dijo:

"¡Vamos, sigamos adelante!".

La neblina de duda en los ojos de Hitler desapareció de repente, reemplazada por una chispa de determinación.

"¡Sí, sigamos adelante!". respondió con fervor.

El plan estaba claro: rescatar a Himmler y Röhm del Ministerio de Guerra, avanzar hacia el centro de Múnich y continuar con los discursos para atraer a más personas a su causa. Con una fuerza creciente, marcharían hacia Berlín y tomarían el control del país.

"Gran presidente, tenga cuidado". advirtió Cyric mientras se acercaban al Departamento de Guerra. "Nos estamos acercando a una zona peligrosa. Podría haber un tiroteo".

Históricamente, el Putsch de la Cervecería había comenzado cerca del Departamento de Guerra y terminó en un fracaso ridículo. Los matones, al fin y al cabo, seguían siendo matones, y su valentía se desvaneció tan pronto como sonaron los primeros disparos. Lo que hizo Hitler aquel día fue aún más vergonzoso: fue el primero en huir.

Sólo Göring tuvo la peor suerte. Sufrió graves heridas por la causa de Hitler y, para aliviar el dolor, terminó dependiendo de la morfina. Con el tiempo, se volvió adicto y su salud se deterioró, llevándolo a la obesidad

"No te preocupes, protegeré tu seguridad". dijo Göring con firmeza después de escuchar a Cyric. En ese momento, Göring seguía a Hitler en cada paso, siendo su guardaespaldas más leal y devoto.

Ludendorff, al escuchar las palabras de sus compañeros, volvió la cabeza y les lanzó una mirada de desprecio, como si quisiera decir: '¡Son todos un montón de cobardes!'.

Los Tiempos de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora