¡José está aquí!
El rostro de José, que en otros tiempos irradiaba confianza y alegría, ahora estaba marcado por la sombra de la desilusión. Sus ojos, antes llenos de determinación, reflejaban solo amargura al posarse sobre Cyric. Con voz temblorosa, pero cargada de reproche, José exclamó: "General Cyric, ha traicionado la confianza del Ejército. ¿No juró que su Primera División Blindada estaría aquí para apoyar al Ejército Central? ¿Dónde están sus tanques? ¿Dónde está su honor?".
El plan era claro: la Primera División Blindada de Cyric debía abrir una brecha en el frente central, creando una oportunidad para que el Ejército Central avanzara y asegurara la victoria. José había movilizado a sus hombres con precisión, preparándose para la batalla que decidiría el destino de Madrid. Soñaba con la gloria, con la posibilidad de llevar a sus tropas a una victoria histórica. Pero ahora, todo se desmoronaba.
En lugar de ver a los blindados de Cyric romper las líneas enemigas, José se encontraba con un vacío desolador. La división prometida había desaparecido, desviándose ochenta kilómetros del punto crítico. ¿Cómo podía un General, un hombre de honor, fallar de tal manera? La decepción era tan grande que José sentía que el peso de la derrota ya se cernía sobre ellos.
José no había venido por voluntad propia. Franco, el Líder Supremo, lo había enviado para averiguar qué estaba sucediendo. Cyric, supuestamente uno de los generales más leales, había dejado de responder a las comunicaciones, y su ausencia en el campo de batalla era inexplicable. Franco necesitaba respuestas, y José era el hombre indicado para obtenerlas.
Cyric, al escuchar las palabras cargadas de frustración de José, lo tomó firmemente del brazo. Su rostro, aunque serio, no mostraba arrepentimiento. "Ven, José", dijo con calma, como si la gravedad de la situación no lo afectara. "Te mostraré la ruta de nuestra marcha. Verás que no todo es como parece".
Frente al mapa desplegado sobre la mesa, los ojos de José se abrieron de par en par. Su mirada se clavó en la ruta de marcha que Cyric había trazado, una ruta que parecía trascendental, casi imposible. Permaneció en silencio, la boca abierta, como si el tiempo se hubiera detenido para él. ¿Era una locura? ¿Una idea descabellada? No podía evitarlo, la duda lo invadía.
'¿Cruzar media España en una semana? ¿Hasta Barcelona?'. murmuró para sí, como si las palabras le quemaran los labios. "¿Cómo es esto posible? Nuestro ejército está diezmado, disperso. ¿Y si nos interceptan las fuerzas del Ejército Republicano? A mitad de camino, podríamos ser aniquilados".
Hasta ahora, ni siquiera el Generalísimo Franco habría creído posible una hazaña semejante en tan poco tiempo. La idea de avanzar a tal velocidad, con un ejército agotado y en territorio hostil, parecía una quimera. Sin embargo, José no se atrevía a cuestionar abiertamente al hombre que tenía frente a él. Cyric no era cualquiera; era el subordinado de mayor confianza de Hitler, el Führer alemán. Un hombre cuyas decisiones habían forjado milagros en el campo de batalla, o al menos eso se decía.
"Bueno, General Cyric, este plan suyo es . . . genial". finalmente murmuró José, aunque sus palabras sonaron más como un intento de convencerse a sí mismo que como una afirmación genuina.
Cyric, imperturbable, asintió con una leve inclinación de cabeza. Su rostro no revelaba ni una pizca de duda. Para él, la victoria no era una posibilidad, sino una certeza. Y si alguien podía lograr lo imposible, ese era él.
"No es bueno". dijo Cyric con voz firme, "Es realmente bueno. Confía en el plan, José. Los milagros no ocurren por casualidad. Se crean".
José tragó saliva, sintiendo el peso de aquellas palabras. Sabía que, fuera cual fuera el resultado, esta campaña cambiaría el curso de la guerra. Y, quizás, también su destino.

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Los Tiempos de la Guerra
Narrativa Storica¡La Medalla de Sangre, la Medalla de Honor y Lealtad, llevó a Cyric a la cervecería y participó en este motín que conmovió a toda Alemania! ¡El Putsch que hizo temblar la República del Weimar! ¿Los tanques del imperio no son muy prácticos? ¡Entonces...