El sonido desesperado de la voz del soldado resonó en el interior del tanque. Su rostro, marcado por la angustia y el temor, reflejaba la cruda realidad de la guerra. El comandante del pelotón, su líder, había caído, y el caos se desató dentro de la tripulación. El pánico comenzaba a extenderse rápidamente, pero el entrenamiento, la disciplina y la experiencia del resto de la tripulación tendrían que intervenir ahora más que nunca.
"¡Mantén la calma!". gritó uno de los otros miembros de la tripulación, su voz firme pero temblorosa. El miedo era inevitable, pero no podían dejar que la confusión los dominara. En este tipo de situaciones, incluso los soldados más experimentados podían ser alcanzados por la desesperación, y la incertidumbre de lo que vendría después era lo que más les pesaba.
A pesar de la grave pérdida de su comandante, sabían que debían seguir adelante. El tanque seguía siendo una máquina de guerra funcional, y si lograban reagruparse, tal vez aún podrían hacer frente a la amenaza que los rodeaba. Sin embargo, en ese momento, la tensión se sentía más pesada que nunca.
"¡Comunicaciones, rápido! Necesitamos contactar con el comando, necesitamos nuevas órdenes", ordenó uno de los miembros de la tripulación, quien, a pesar del miedo, no permitió que el pánico se apoderara de él.
El zumbido de la radio llenaba la torreta mientras se hacía un último intento por restablecer la conexión.
El joven cargador, con solo tres meses de servicio, apenas podía asimilar lo que acababa de presenciar. El rugido del motor, las explosiones a su alrededor y el sonido ensordecedor del combate lo rodeaban, pero lo que realmente lo impactaba era la visión de su comandante caído, con la mitad inferior de su cuerpo destrozada por el impacto del proyectil enemigo. Aquella imagen, más que cualquier otra cosa, le mostró la cruda realidad de la guerra: la brutalidad y la imprevisibilidad. Lo que había sido un sencillo entrenamiento ahora se convertía en un enfrentamiento mortal.
Los recuerdos de las palabras de su comandante antes de partir aún resonaban en su mente: "Lucha con valentía y trae gloria a los soviéticos". Esas palabras, tan llenas de idealismo y esperanza, ahora parecían vacías. ¿Cómo podría un simple recluta como él, tan inexperto, llenar esas expectativas en un momento como este? ¿Cómo podría siquiera pensar en gloria cuando todo a su alrededor era destrucción y muerte?
El BT-5, un tanque ligero con un diseño de tres hombres, parecía estar al borde de la destrucción, y el cargador sentía que el tiempo se alargaba infinitamente en su mente. Tenía que seguir funcionando, tenía que continuar cargando proyectiles y seguir las órdenes del comandante, aunque su corazón estaba hecho trizas. En ese tanque, cada miembro de la tripulación tenía un papel fundamental, pero la pérdida de un comandante, de su líder, lo dejaba completamente desorientado.
El comandante, además de liderar la unidad, también era responsable de operar el arma del tanque. Ahora, sin él, el cargador se encontraba solo, con el peso de la responsabilidad de cargar el cañón con precisión, de continuar la lucha, aunque su miedo lo paralizaba. Miró al conductor, que con expresión tensa, seguía maniobrando el vehículo, y al resto del equipo, que, a pesar de la pérdida, seguía funcionando como un engranaje, en parte por la disciplina, en parte por el instinto.
El joven recluta recordó, aunque temblando, que su misión no había cambiado. Tenía que seguir las instrucciones, cargar los proyectiles, y operar el arma, como si la realidad del combate no lo hubiera tocado aún. Pero en su interior, sentía que la guerra le había arrebatado su inocencia, y en su corazón, la duda crecía. ¿Sería él el siguiente?
El comandante del tanque, aún en pie, aunque tambaleándose ante la furia del combate, seguía siendo el líder de su pelotón. Era un hombre de experiencia, un veterano de muchas batallas, pero incluso él no podía evitar sentir la presión de la guerra, el peso de las vidas de sus hombres sobre sus hombros. A pesar del caos que lo rodeaba, mantenía la calma, porque sabía que su rol iba más allá de la supervivencia personal: debía guiar a su pelotón, mantener la moral y asegurar que cada hombre siguiera adelante.

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Los Tiempos de la Guerra
Historische Romane¡La Medalla de Sangre, la Medalla de Honor y Lealtad, llevó a Cyric a la cervecería y participó en este motín que conmovió a toda Alemania! ¡El Putsch que hizo temblar la República del Weimar! ¿Los tanques del imperio no son muy prácticos? ¡Entonces...