En tiempos de guerra, transformar un terreno en una base aérea operativa no es tarea imposible. Con unas cuantas tiendas de campaña, rodillos para aplanar el suelo y un poco de ingenio, cualquier campo abierto puede convertirse en una pista de aterrizaje improvisada. Sin embargo, aunque este proceso es factible, lleva tiempo, un recurso que en el fragor de la batalla suele escasear. Por eso, capturar una base aérea ya construida es un golpe de suerte invaluable: las pistas están listas, las torres de control operativas y, en algunos casos, incluso hay reservas de combustible y municiones esperando a ser utilizadas.
Cyric avanzaba hacia una de esas bases en su vehículo de combate de infantería, el rugido del motor mezclándose con el sonido lejano de aviones despegando. Al llegar, confirmó que la operación había sido un éxito. Los aviones trasladados previamente ya estaban alineados en la plataforma, sus siluetas recortándose contra el cielo gris. Los oficiales y soldados trabajaban con eficiencia militar, preparando todo para la próxima ofensiva. En la pista, los motores de varios bombarderos Stuka retumbaban antes de alzar el vuelo, listos para brindar apoyo aéreo a las tropas en el frente.
"¡Bien hecho esta vez!", exclamó Cyric al encontrarse con Scherner, el Comandante del 2do Regimiento de Granaderos Blindados, quien aún permanecía en su puesto de guardia. Scherner, con el rostro cansado pero satisfecho, asintió con solemnidad. Pronto, Cyric llevaría a sus tropas al frente, pero antes quería asegurarse de que todo estuviera en orden.
"Sí, pero no subestimes el papel de la suerte", respondió Scherner, ajustándose el casco. "Si no hubiéramos enviado a esos exploradores en motocicleta, nunca habríamos descubierto este lugar".
Cyric asintió, recordando la importancia del reconocimiento rápido y móvil. Las motocicletas habían sido clave: ágiles y silenciosas, permitían avanzar tras las líneas enemigas sin ser detectadas. Gracias a ellas, habían identificado el punto débil del ejército gubernamental: su retaguardia, prácticamente desprotegida.
"Atacamos donde menos lo esperaban", continuó Scherner, señalando hacia la pista. "Si hubieran tenido más infantería estacionada aquí, la batalla habría sido mucho más sangrienta. Y no habríamos podido tomar la base intacta".
Era cierto. La base aérea había caído en sus manos con una facilidad inesperada. De haber resistencia, el enemigo habría volado todo antes de permitir que cayera en manos de Cyric y sus hombres. Pero no hubo tiempo para eso. Ahora, la base era suya, y con ella, una ventaja estratégica invaluable.
En la plataforma, a lo lejos, se alineaban varios aviones soviéticos capturados, intactos y listos para ser utilizados. Eran un botín de guerra inesperado, un premio que fortalecería su posición en el conflicto.
"Envía dos de esos aviones a la retaguardia", ordenó Cyric, señalando los aparatos soviéticos. "Que los técnicos los estudien y averigüen cómo podemos usarlos a nuestro favor. En cuanto al resto, que nuestros pilotos se familiaricen con ellos. Si las condiciones lo permiten, quiero esos aviones en el cielo lo antes posible".
Scherner asintió, comprendiendo la importancia de aprovechar cada recurso disponible. La guerra no esperaba, y cada segundo contaba. Mientras los motores de los Stuka seguían rugiendo en la distancia, Cyric observó el horizonte, consciente de que esta victoria era solo el comienzo. El frente los esperaba, y con esta base aérea en su poder, estaban un paso más cerca de inclinar la balanza a su favor.
Los aviones, pintados con los colores y emblemas del Ejército Republicano, surcaban el cielo con un rugir ensordecedor. Eran modelos estándar de fabricación soviética, máquinas de guerra que Cyric creía poder aprovechar al máximo, aunque aún no tenía un plan concreto para ello.
"Además, informen a Franco de que no tiene por qué preocuparse por los aviones que sobrevuelan la ciudad. No habrá una nueva fuerza aérea republicana cerca de Madrid en el corto plazo", declaró Cyric con firmeza, aunque en su interior sabía que cada movimiento en el tablero de la guerra era un riesgo calculado.

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Los Tiempos de la Guerra
Fiction Historique¡La Medalla de Sangre, la Medalla de Honor y Lealtad, llevó a Cyric a la cervecería y participó en este motín que conmovió a toda Alemania! ¡El Putsch que hizo temblar la República del Weimar! ¿Los tanques del imperio no son muy prácticos? ¡Entonces...