en treinta y un días suceden muchas cosas: a veces te vas, a veces vuelves, a veces reímos juntos, a veces no, a veces soy yo quien se va, a veces volvemos a encontrarnos y a veces ni siquiera me entero de que te has ido.
pero, cuando me miras, sien...
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El cabello de Draken es suave; pero cuando Mikey pasa sus dedos por las puntas, puede sentir que estas están algo secas y maltratadas.
—¿No has pensado en cortarte el cabello, Kenchin?— le pregunta. Ambos están en su habitación, sentados en el suelo y ella trae un peine en la mano derecha —O raparte en un futuro y dejarlo crecer con tu color natural. Se vería genial.
—No y tal vez en unos años— responde el mayor, acomodándose mejor cuando Mikey comienza a separar los mechones de su cabello —… ¿Te vas a demorar? Recuerda que tenemos una reunión con el grupo en una hora.
—Eso puede esperar— murmura Mikey, Draken no necesita voltear para saber que tiene esa expresión tan poco usual de concentración —. ¿Está bien si te hago un peinado distinto?
—¿Qué planeas hacer?
—Un experimento, creo. Tú solo quédate quieto y si no te gusta, lo deshaces.
Draken responde con un suave “bien” y toda su atención se va inmediatamente a la revista sobre motocicletas que trajo para pasar el tiempo. Lo cual lo ayuda a ignorar los pinchazos que Mikey le ocasiona por jalar demasiado alguno que otro mechón.
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Draken está inusualmente quieto y Mikey ahora comprende porque Emma adora tanto cuando acepta ser su maniquí para hacer peinados nuevos.
Hay un encanto en todo esto, piensa, mientras enrolla los penúltimos mechones y los amarra con esos ganchitos chillones de formas curiosas que Shinichiro le regaló en Navidad y a los que creyó que nunca podría darles un buen uso.
Desde que se conocieron, ha sido Draken quien se ha encargado siempre de los peinados, tanto para ella como para sí mismo, formando ese tipo de rutinas agradables entre parejas. Tal vez ese fue el motivo por el que su novio se sorprendió cuando le pidió que cambiaran de lugar por esta vez.
—¿Quieres que les avise a los otros que la reunión se pospone?— le pregunta Draken después de darle un breve vistazo a su teléfono —Si les avisamos ahora no se molestarán o algo así.
—No lo sé— responde Mikey, consciente de que Draken conoce el tono de voz que está usando —. Ha pasado un tiempo desde que algo interesante pasó…
—No vamos a ocasionar un conflicto en nuestro grupo a propósito— se adelanta el mayor, escuchando a su novia suspirar al ver su plan arruinarse tan rápido —. La última vez fue un dolor de cabeza para ambos.
—Sí, supongo— Mikey suspira ahora con satisfacción. Los últimos mechones han sido peinados junto al resto. Así que se permite envolver los brazos alrededor del cuello de su novio y apoyarse sobre su espalda —. Ya terminé…y tengo hambre.
—Le avisaré a los del grupo— anuncia Draken, aprovechando la posición en la que están para acariciarle la cabeza. Se escucha mucho más relajado que cuando llegó, así que demora un poco en levantarse.
—¿No vas a ver cómo quedó?— murmura Mikey, ahora con el cuerpo recostado sobre su cama —Creo que será mejor deshacerlo, parece el peinado mal hecho de la gente rica.
—No me importa— contesta el mayor, agachándose sobre el cuerpo de su novia para así poder molestarla un poco —. Siento que hay demasiados de esos ganchitos en mi cabeza; pero ha sido entretenido. Podrías trabajar en una peluquería.
Mikey suspira y le golpea el hombro con suavidad. Pero no duda en aceptar cuando Draken se acerca a su rostro para que puedan darse un beso.
—Iré a conseguirnos algo de comer.
—Te van a molestar si ven el peinado, Kenchin.
—Si se atreven, entonces los noquearé.
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