ESCONDIDA

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La inspectora se quedó inmóvil al ver el pequeño balín plateado caer a sus pies.

-¿Balines?

-Mantiene el realismo para ella – alza los hombros – despejada sus dudas ¿Quiere hacerle una pregunta?

-¿Es capaz de responder?

-Averígüelo usted misma

-Ehh Lena – se aclara la garganta – ¿Sabes dónde estás?

-En la fábrica de moneda y timbre – respondo tratando de hacer la voz un poco rasposa –

-¿Sabes que hacen aquí?

-Mantenemos el fuerte de los opresores

-Y – voltea a ver a Berlín entornando los ojos – ¿Te encuentras bien? Los... ¿Los soldados rojos te tratan bien?

-Sí

-Muy bien – asiente Berlín – Río, llévala a descansar mientras seguimos con las pruebas de vida – voltea a ver a la inspectora mientras Río me acompaña tomada del brazo escaleras arriba –

-¡Espera! – dijo – necesito ver su rostro

-Inspectora, eso no va a ser posible, sólo le quise hacer partícipe de esto para que corrobore que no le vamos a decir mentira alguna – respondió cuando íbamos llegando al final de las escaleras y doblábamos para regresar a un despacho – pero comencemos con los rehenes que si conoce ¡Adelante!

Tokio pasó a nuestro trayendo consigo al asqueroso director.

-Para abrir boca, aquí tenemos a Arturo Román – comentó Berlín al verle bajar –

-¿Regresas sola? – me soltó Río apenas estuvimos fuera de visión de la inspectora y Berlín –

-Sí – le tomo la mano – ¿Dónde está?

-La guardé en el gabinete de la central, ya sabes el último – asiente – tendrás que convencer a una de las niñatas de colegio

-¿Qué?

-Berlín preguntó para quién, le dije que era para una de las niñas del grupo de cole – alza los hombros – lo siento fue lo único que se me ocurrió

-Gracias – susurré al verle alejarse para tomar al siguiente rehén –

Mis manos comenzaron a sudar y dejando que mi mente viajase a otro lugar me siento en cuclillas con las voces de Berlín y los rehenes que hacen su declaración, hasta que Denver tocó mi hombro.

-¿Todo bien? -

-Sí – parpadeo – me quedé a escuchar lo que decían los rehenes – sonrío – ¿Para qué el botiquín?

-Se le ha zafado a un punto a Mónica

-¿Te ayudo?

-Puedo hacerlo – se hinca frente a mí – ¿Te tocaba descanso no es así?

-Sí – asiento – el de la mañana no lo tomé, así que este sí que lo voy a necesitar

-Bien, ve y después de que haga la curación nos vemos para comer

-Hecho, estaré en el despacho central – le sonrío mientras me ayuda a ponerme de pie y emprende el camino hacia donde estaba la rehén –

El tiempo se detuvo.

Mis pies simplemente se movían al igual que mis manos, hasta donde encontré una pequeña bolsita negra, atrapada entre dos libros hasta abajo.

Con manos temblorosas la saqué y me encerré en el baño.

Ahí estaba la caja frente a mí.

Desde siempre había detestado que las cosas se retrasaran, buenas o malas.

De igual manera pasarían, pero por primera vez entendí ese pequeño dilema antes de enfrentarte a tu destino.

No es que no quisieras que pase, a veces es inevitable, pero es la manera en que suceden, el hecho que enfrentas, de que las cosas pudiesen haber sido distintas.

Si las decisiones que tomaste hubieran sido otras.

Saliendo de esa nube de ensoñación, tomé la cajita mientras comenzaba a orinar en la prueba.

Lo recargué de nuevo en la cajita mientras me aseaba y lavaba mis manos, me volví a sentar en el la tapa del escusado, regresando al viejo hábito que tenía de mordisquear las uñas, comenzando por el borde.

-¿Lena? – la alterada voz de Nairobi resonó en el despacho– se me ha escapado Alison

-¡Carajo! – salí – ¿Ya ha terminado la prueba?

-Sólo faltaba ella

-Adelántate, voy por refuerzos

Ella se hecha a correr al pasillo, mientras bajó de lado para avisarle a Río, quien sale conmigo.

-Sigan buscándola, iré a marcarle al profesor – murmuro corriendo escaleras arriba –

Apenas entrar y ver la puerta abierta me revuelve de nuevo el estómago, pero negando marco a Sergio.

Tarda una eternidad en contestar, pero no se toma siquiera la molestia de preguntar.

Su respuesta fue clara y precisa.

-Segunda planta, despacho diecisiete – susurró desesperado – dentro de la caja fuerte

Sin dar tiempo a nada, salí vociferándole la orden a Rio, quien se adelantó junto a Nairobi para dar con ella.

-¡Niñata de los cojones! – grita mientras Alison gritonea y solloza, con lujo de violencia la arrastra por el piso, mientras Rio me hace a un lado –

-Anda, que nosotros nos encargamos –

-¿Seguros?

-Sin duda alguna – sale tras Nairobi hasta que los pierdo de vista –

Regreso a toda prisa a la central, el tiempo se había excedido y estaba segura que el resultado estaba listo.

Frente a la puerta de baño, me apresuré a guardar en la bolsita negra la caja y todo guardándola dentro, mientras tamborileaba los dedos sobre la pequeña y delgada cajita de plástico sin atreverme a verla.

-Venga gorrión – susurra Berlín tras de mí observando el baño – ¿No sabes cerrar la puerta de un sanitario? – me da una palmadita y se aleja ordenando a todos que se sienten

Antes de cerrar la puerta giro el pequeño aparatito entre mis manos apretándolo fuertemente tras ver el resultado.

Lena (La casa de papel Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora