INTERVENCIÓN

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De nuevo en la maldita posición de flor de loto en el piso, cabecee un poco, mis hombros se hicieron hacia atrás dándole un descanso a mis omóplatos.

El trasero ya no lo sentía, las piernas estaban acalambradas y mis músculos estaban completamente engarrotados.

Con un ágil movimiento sigiloso, cuando nos estábamos poniendo los monos rojos, cambié a la señora de lugar para que quedara atrás de mí, así que quedé entre la amante y casi frente a Arturo, así que tenía la nota de primera mano.

-Tengo que hablar contigo – murmuraba entre dientes - llevas ignorándome todo el rato –

Entre mí solté un bufido ¿Pues qué esperabas cabrón? Estamos en medio de un asalto y no eres el tipo ni más valiente ni más inteligente del lugar.

-Cállate que nos van a matar a todos por tu culpa – elevó la voz más allá de un murmullo logrando que los mandaran a callar –

Si a alguien admiraba en la banda, esa era Nairobi... tenía un ojo increíble para ver lo que a los demás se le podía escapar.

Aunque aún le faltaba desarrollarlo poco, pero tenía un gran sentido humano, que le hacía ayudar a las personas.

Eso sí que se lo envidiaba.

-Parece que tu jefe no te cae muy bien ¿A que no? –

-¿Cómo sabes que es mi jefe?

-Porque te he estudiado – ladea una sonrisa, pero no de las prepotentes, de las empáticas, de esas que te da tú amiga cuando te da un consejo – lo sé todo de vosotros... también he visto el predictor que está en tu mesa – su mirada traspasaba, hasta yo me hubiese sentido un poco cohibida – y ahora me imagino quien puede ser el padre – le hace una ligera seña con la cabeza señalando a Arturo – no le ha gustado el regalito – la rubia niega con la cabeza – ¿Qué te ha dicho? ¿Qué no se quiere hacer cargo? – asiente con pena – no es fácil decirle adiós a un bebé, ¿Qué vas a hacer?

-Abortar – las palabras salieron de su boca, inmediatamente las arcadas vinieron y la respiración se me entrecortó –

Con un asentimiento de cabeza el tema se zanjó, pero la comprensión en la mirada de Nairobi simplemente hizo que la chica no se desmoronara.

Berlín bajó por las escaleras casi trotando y gritando órdenes.

-¡Señores ha llegado la hora de seguir mis órdenes! – Nairobi y Tokio le escoltaban –

Colocando sus caretas, salieron por delante y nosotros les acompañábamos... la única diferencia es que mi arma si estaba cargada.

Con una seña de ambos, todos tomamos nuestras posiciones.

Tenía unos lentes especiales, (y sobre todo discretos) de visión nocturna, mantenía la mano elevada por si necesitábamos la orden... pero si la micro cámara retrocedía, el plan del profesor iría viento en popa.

Y cuando se retiró a los cuarenta y cinco segundos suspiré de alivio.

Después de todo, los comportamientos sí que se pueden predecir.

-¡Todos de regreso! ¡YA! – gritó Berlín –

Fueron regresando desde el primero hasta la última fila, en la que yo me encontraba cuando su mano me tomó por la cintura pegándome a su cuerpo.

-Disfrutaste del espectáculo que diste

-No puedes negar que quite algo de tensión – me quito la careta y giro mi cara – ustedes sí que saben acojonar a los rehenes

-Tú idea de amordazarlos y atarlos con cinta la descartó Sergio, no yo

-Vamos que debemos de cenar antes de comenzar a trabajar

Me paré de puntitas y le di un corto beso antes de seguir... después de todo Río y Tokio no eran los únicos que escondían un sucio secretito.

Estaba casi segura que siendo parte del equipo esto hubiese sido muy energizante, pero ahí en calidad de agente encubierto apenas y se sentía que estaba dentro del atraco más grande de la historia, aunque claro eso no se iba a poder ocultar por mucho más tiempo.

Si no, ¿Para qué me querían dentro? 

Lena (La casa de papel Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora