Era más de media noche y Helmut no lograba conciliar el sueño, tenía tantos pensamientos en su cabeza que lo abrumaban. Hace poco él y James se habían casado, pero las cosas estaban sumamente extrañas entre ambos.
El castaño estaba en el balcón, observado las estrellas que decoraban el cielo nocturno; recordando cómo eran las cosas cuando Barnes era detallista y atento, incluso con pequeños actos como besarlo todas las mañanas.
Era consciente de que el ojiazul estaba involucrado en cosas relacionadas con drogas y alcohol, claramente nada de esto era bueno. Habían ocasiones en las que desaparecía por días enteros, y cuando regresaba era únicamente para robarle dinero y seguir apostando.
Helmut estaba cansado, quería recuperar a ese James que lo enamoró como sí de un adolescente se tratase, añoraba todos los recuerdos que ambos lograron vivir juntos.
A pesar de ello, siempre trató de hablar con él al respecto, en todo momento trataba de advertirle sobre las cosas que podrían llegar a pasarle; el dinero era lo de menos, lo único que le preocupaba era que algo llegará a pasarle a su pareja.
Esa misma noche Helmut se dirigió al baño para darse una ducha, pero al momento de abrir la puerta había algo que le impedía abrirla por completo. Empujó con fuerza y logró abrirse paso en la habitación, sólo para encontrar el cuerpo sin vida de James.
El ojiazul había tenido una sobredosis, más nada podía hacer para revertir cada uno de sus errores.
Helmut lloró mientras abrazaba el cadáver del amor de su vida, si tan sólo hubiera estado a su lado quizá las cosas terminarían de otra manera.
Pero no fue así, y ahora tendría que vivir con ello.