Desde su último encuentro con el Barón, James sentía un gran vacío en su corazón. Pasaba largas noches en vela y cuando lograba dormir soñaba con él, de manera inevitable una sensación de culpa y arrepentimiento se apoderaban de todo su ser.
Podía notar que ya nada era como antes, el mundo había cambiado demasiado y se sentía tan extraño cuando caminaba entre las demás personas, podía sentir miradas de odio y repudio por parte de los que le rodeaban; no podía recordar con exactitud cuándo fue la última vez en la que fue feliz.
Aunque algunos recuerdos se hacían presentes de vez en cuando, en ellos podía apreciar a Helmut a su lado mientras tomaban té, todo esto mientras se escondían en donde nadie nuca los encontraría.
Era prácticamente imposible visitarlo en la prisión, por lo menos no sin ponerse sentimental. En muchas ocasiones Sam había platicado con James tratando de convencerlo pues según él, Zemo sólo trataría de manipularlo.
Intento olvidarse del tema por un buen tiempo, pero un día se le hizo prácticamente imposible dejar de pensar en el castaño. Fue así como se dirigió a la prisión y solicitó verle para un supuesto asunto importante.
Una vez que ambos se encontraron cara a cara, una tristeza indescriptible le caló hasta el alma al ojiazul, quien al verlo entre rejas sintió mucha impotencia; su mirada llena de malicia ahora se encontraba apagada y con un golpe por debajo de sus grandes ojeras.
Aún podía recordar todas las atrocidades que ambos hicieron juntos, a pesar de estar bajo su control siempre se sentiría como su cómplice. Siempre recordaría que detrás de aquel hombre tan encantador... Se encontraba el verdadero mal en persona.
James fue incapaz de mencionar palabra alguna, simplemente se limitó a retirase del lugar lo antes posible mientras trataba de retener sus lágrimas.
Ambos estaban destinados a sufrir eternamente.