Las luces eran cálidas y las flores que decoraban la mesa hacían fiel memoria de su primer encuentro, James esperaba pacientemente a Helmut mientras tenía una copa de vino en manos.
La emoción que sentía cada que tenían una cita era indescriptible, para él estar con alguien como Helmut era simplemente un sueño, uno del que esperaba no despertar nunca.
El castaño poseía un encanto tan especial, esa misma inocencia que expresaba con cada acto lo volvían loco.
Quizá fue por esa razón que decidió pasar el resto de sus días a su lado, con la esperanza de ser correspondido.
Esa misma tarde ambos se encontraron, una vez más pudieron compartir sonrisas y halagos el uno del otro.
Aún así, esos momentos eran lo más especiales para ambos; podían sentir un amor sincero y no sentir ningún tipo de culpa.
Un amor que a pesar de ser un sueño... Era un encanto, casi como un hechizo.
