Prefacio

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Layla.

— ¿Dash?—pregunté cuando estaba despertando.

No entendía nada de lo que estaba pasando, miré a mis alrededores y estaba sola en medio de un gran prado, era la noche más oscura que había presenciado en mi vida.

Miré mi pierna y pude ver sangre en mi rodilla, tenía un raspón en ella. Me levanté como pude y examiné el lugar, no veía la carretera, pero no me sorprendió en lo absoluto; Skyville estaba rodeada de un frondoso bosque donde más de una persona se había perdido en él.

— ¡Maldición! —expresé gracias al dolor de mi rodilla.

Lo único que recuerdo es estar en la fiesta de cumpleaños de Brandon junto a Dash.

«Dash...», pensé.

Me frustré debido a que no tenía que haber ido con él, no tuve que haber aceptado su invitación ya que pude asistir sola a la fiesta. Estaba tan enojada porque recordé como actuaba, como él estaba haciendo de la fiesta el mejor momento de mi vida.

Me puse de pie y comencé a caminar, no podía quedarme allí tirada en el suelo toda la noche, los maullidos de los lobos se escuchaban a lo lejos de aquel sitio y estaba asustada, lo único y que realmente deseaba en ese momento era que no me fuese a convertir en la cena de los mismos.

Los sonidos de la naturaleza y que emanaba el bosque envolvían mis sentidos, mi cabello estaba sucio y hecho un desastre al igual que mi ropa, el vestido blanco que llevaba puesto se había estropeado con la humedad del césped y la tierra, mis zapatos no estaban ni siquiera mi celular.

Mientras caminaba sin rumbo alguno esperando poder llegar a casa, me seguía preguntando que había pasado. ¿Había tomado demás? ¿Me drogaron? Estaba tan confundida.

Después de caminar por al menos una hora me encontraba agotada, mi pierna dolía y mi vista fallaba, no podía creer que esto me estuviera pasando a mí.

Me tumbé al suelo y quité los mechones de cabello que se habían colado en mi rostro, mi rodilla estaba hinchada y comenzaba a intensificarse el dolor, no era un simple raspón, en ese momento pude verlo mejor, las heridas eran profundas, los pequeños raspones no eran superficiales; tuve que haberme dado un golpe muy fuerte para que mi rodilla quedara de esa manera.

El cansancio me hizo cerrar los ojos y me quede dormida sin darme cuenta.

•••

Mis ojos comenzaron a abrirse, no sabía cuánto tiempo había pasado pero aún me cubría la noche, esta vez escuché pasos que se dirigían a donde estaba, venían de diferentes direcciones, me alerté levantándome para ver quien se estaba acercando a mí. Cuando vi quienes se acercaban entre en pánico.

—Lobos...

Los gruñidos de aquellos perros salvajes me desesperaban, eran tres lobos que venían hacia mí, uno por el frente y los otros dos a mis costados.

Suspiré para tratar de calmarme, había recordado las palabras de mi madre que solía decirme cuando era una niña.

"Solo sigue respirando"

Me puse de pie y trataba de pensar en que hacer para no morir devorada por estos animales. Miré al cielo y ahora el sol a través de la luna iluminaba la noche.

— ¿Qué hago?—dije repetidamente, mis manos temblaban y el ritmo de mi respiración se había descontrolado por completo—. La única y la peor idea que se me ocurrió fue comenzar a correr.

Tragándome el dolor que me dejaba mi rodilla empecé a correr lo más rápido que pude en dirección al prado, no tenía sentido, pero de algo me servía mantenerme unos cuantos minutos más con vida, morir no estaba en mi listado de cosas que quería cumplir a mis diecisiete casi dieciocho.

Mis sollozos comenzaron a escucharse y en desesperación comencé a llorar, mi pierna me dolía demasiado y ya no podía dar más pasos.

Comencé a recordar lo bien que la estaba pasando en la fiesta junto a Dash, y solo él estaba en mi mente.

— ¡DASH!—comencé a gritar.

Mi llanto se juntaba con mi voz rota, pero solo podía gritar y repetir su nombre con la esperanza de que llegara con ayuda y poder ir a casa.

Ráfagas fuertes de viento se abrieron ante mí y el ambiente no me ayudaba en lo absoluto a pensar que sobreviviría. Miré al cielo y una silueta se acercó con velocidad hacia mí, me pasó por un lado y yo caí al suelo.

Me giré para ver qué había sido eso y pude verlo con claridad, pude reconocer su cabello negro alborotado, su nariz perfilada y esa espalda descubierta que había visto tantas veces en las mañana, pero, algo desviaba completamente mi atención y me había hecho perder el aliento.

Eran las grandes alas que se acoplaban en su espalda.

— ¿Da-Dash?—tartamudeé.

El tono de su voz me hizo sentir a salvo de inmediato y parecía haber escuchado la canción más hermosa del mundo.

—No te preocupes, Layla. —suspiro él—. Te llevaré a casa, pequeña.

Las alas comenzaron a abrirse lentamente, pude ver lo grandes y maravillosas que eran; despues la razón llegó a mi mente y sin embargo sonaba descabellado.

Era un ángel, un jodido y hermoso ángel.

ANGEL BABY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora