3. Magnas

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-Llegas tarde-soltó Miriam señalando su reloj mientras Mimi le hacía gestos de disculpa desde la distancia; con sus dos manos juntas, una pequeña sonrisa en los labios y con miedo a acercarse a aquella leona que tenía ganas de morderle en aquellos momentos.

-Lo siento Miri.

Miriam bufó entre dientes, ya se conocía aquella respuesta.

Siempre la misma historia:

-¿Algún día llegarás puntual?

-Ya me conoces-dio un par de pasos para quedar cerca de su amiga-. ¿Me puedes dar ahora mi abrazo? Que esta semana te he echado mucho de menos.

Un segundo más tarde, Miriam la abrazó sintiendo que Mimi se apretaba con fuerza a ella. Era algo que apreciaba de su amiga, cada vez que la abrazaba lo daba todo. Se aferraba a su cuerpo cómo si fuera lo más importante en aquellos momentos, demostrando que era verdad lo que había dicho; le había echado de menos.

Y ella también le había echado de menos.

Mimi se había aferrado a su espalda con sus manos mientras apoyaba su barbilla en su hombro, besándolo con delicadeza:

-Que bien hueles-soltó la granadina en un susurro tan bajito que Miriam no supo si había sido consentido o simplemente se le había escapado.

La leona sonrió ante el comentario y se soltó de entre sus brazos olvidándose de la tardanza que siempre acompañaba a Mimi.

-¿Vamos?

La leona, con su cabello suelto, señaló el local dispuesta a echar su habitual tarde con Mimi.

Primero, abrían apetito con un buen mojito del local de la esquina; a las afueras del centro de la ciudad. Can Cóctel, se llamaba. Un local de, obviamente, cócteles a muy buen precio que siempre estaba abarrotado de gente. Por eso, las dos Miriam siempre llegaban alrededor de las seis de la tarde, justo cuando empezaban a abrir.

Sentadas en aquella terraza, siempre hablaban de los nuevos cotilleos en el trabajo, de sus vidas, de con quién se hablaba Mimi en aquellos días o cuantas veces se podría instalar o desinstalar Tinder Miriam.

Aquel día no fue diferente.

-¿Has escuchado que han echado a Mar ya a la calle? ¡Por fin!

Miriam asintió dándole un trago importante al mojito de sandía que se había pedido aquel día.

-Yo he escuchado también que ya han contratado a un chico, un tal... Alan en su lugar.

-¿Es guapo?

-No lo he visto-contestó con una pequeña sonrisa.

-Habrá que estar pendiente-guiñó el ojo Mimi.

Normalmente, una hora más tarde después de que se hubieran sentado en la terraza de Can Cóctel, y acabados los mojitos, iban al pub de dos calles más abajo... a sus partidas de billar.

Pool and Beer.

-Hoy te pienso machacar-dijo Miriam soltando su bolso en aquella mesa alta con dos taburetes.

-Eso está por ver, leona.

Ambas se sonrieron con prepotencia; aquellas tardes siempre eran para enmarcar y estaba claro que ninguna de ellas las cambiarían por nada en el mundo.

En aquellos momentos, una de las camareras las vio y Mimi le hizo el gesto con la mano. Levantó el pulgar como dando el ok a algo; ese algo era la comanda de siempre:

-Marchando dos Magnas-se escuchó la voz de la camarera a lo lejos.

Miriam había sido la primera en sacar el monedero, así que introdujo el euro en la rendija para sacar todas las bolas del billar.

Como si fuera una rutina que se sabían de memoria, Mimi sacó el triángulo a la vez que ella misma las colocaba; siempre intentando que no coincidieran rayadas y lisas juntas. Y la bola número ocho, la negra, en medio entre todas ellas.

La gallega, sin preguntar, se colocó delante de la bola blanca para cuando Mimi sacó el triángulo, rompió de un fuerte golpe haciendo que se colara una de las rayadas.

-Voy a rayas.

La granadina soltó una carcajada ante la concentración de su amiga.

-Empezamos fuerte, ¿eh?

Sin embargo, tras la primera cerveza, vino la primera derrota de Miriam, quien resignada sacó el monedero una vez más:

Había perdido y le tocaba pagar, otra vez.

-Estoy on fire hoy, te aviso.

Y junto aquella frase, Mimi hizo un baile seductor delante de sus narices al ritmo de la canción que sonaba por los altavoces, regodeándose de ella. Se aferró a las caderas de Miriam intentando que bailase con ella, en un intento fallido, porque la gallega enfadada por perder se separó lo máximo posible de la rubia.

No la quería cerca... pero...

Pero aquello solo le dio una idea. Una perversa idea para devolverle la jugada.

Era una idea de distracción para ganar, y quizás era hacer también trampas pero... aquellas alturas, el mojito y la cerveza habían cambiado su razonamiento.

Y Miriam no dudó en hacerlo:

En el momento oportuno, ya con la segunda partida empezada y la segunda Magna en la mesa, Mimi se inclinó para apuntar con el taco entre sus manos, pero el rostro de Miriam se acercó tanto al suyo que se quedaron a centímetros de distancia.

Estaban respirando el mismo aire al ritmo de Are you gonna be my girl? que sonaba de fondo.

Mimi la miró de reojo sin saber que estaba haciendo.

-¿Miriam...?

-¿Qué?

Se miraron tan cerca que podrían haberse... a centímetros del tapete del billar, las dos inclinadas hacia adelante, hacia la mesa; con un taco entre medias.

-¿Qué haces?

-Ponerte nerviosa ¿funciona?

Mimi parpadeó para luego volver la vista a la bola blanca, pero un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando Miriam le sopló con delicadeza en el oído.

-Que hija de puta...

Obviamente, había fallado el disparo más fácil.

-Gracias.

Miriam sonrió victoriosa y fue su momento de hacer un baile triunfante.

¿Había encontrado un punto débil en Mimi?

Sin embargo, la guerra aún no había acabado y aquel juego podían jugar las dos.

Cuando fue el momento en el que le tocó a Miriam colocarse bien delante de la bola blanca, Mimi se pegó a su espalda antes de que se inclinara hacia adelante, con tanta fuerza que Miriam tuvo que aguantar el peso de ambas con una de sus manos.

Cada centímetro de su cuerpo se enganchó al de la leona dejando que notara sus pechos contra su espalda durante unos largos segundos...

El calor fue instantáneo y el suspiro que salió de entre sus labios fue inconsciente.

-A ver cómo juegas ahora, leona.

Porque Mimi no tenía intenciones de dejar aquella posición contra su cuerpo y sus manos se aferraron con fuerza en sus caderas. Y ni Miriam, que aún no se había dado cuenta de lo que había empezado con aquel juego, quería que lo hiciera. 

I've always liked to play (with fire) Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora