16. De vuelta a casa y más canciones

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Una hora más tarde, y ya casi con el sol desapareciendo, Miriam recogía con sus compañeros toda la comida sobrante, los platos y vasos de plásticos que iban encontrando por las mesas mientras vigilaba cada pocos segundos a Mimi. La rubia más mayor estaba sentada con la cabeza apoyada en Aitana, sin ánimo de moverse ni un centímetro del sitio.

Miriam nunca antes la había visto tan borracha... Y mira que la había visto de las peores formas posibles en todas sus juergas. Y esta las ganaba a todas las demás.

Pero también era cierto que había sido un día intenso para todos ellos.

Había sido un día lleno de emociones, de sentimientos y de situaciones inolvidables. La joven sanitaria de ambulancia no iba a olvidar, ni quería tampoco, que se había liado horas antes con su mejor amiga. No podía olvidar que aún sentía en sus labios las palpitaciones, el ardor y el sabor de sus labios; la respiración contra su boca y sus manos aferrándose para que no se escapara.

Tiró varios vasos de plástico a la bolsa de basura y se sacudió las manos al igual que intentó hacer con sus pensamientos.

-Miriam, ya acabamos nosotros.

Al instante y borrando los besos de su mente, apartó la mirada de sus manos y la centró en su jefa:

-Pero Noe...

-No-le cortó de forma rotunda a la vez que señalaba hacía aquel lugar donde se encontraban Mimi y Aitana-. Lleva a casa a Mimi; es una orden.

La gallega volvió a mirar a la rubia y después asintió con la cabeza sin decir ninguna palabra más. La verdad era que agradeció aquel gesto...

-¡LEONAA!

Miriam sonrió al llegar a los brazos de Mimi, que había saltado hacia ella con una energía que había parecido no tener hacía cinco segundos. Sus brazos rodearon su cintura para también ayudarla a mantener el equilibrio. Aitana soltó una carcajada ante el evidente traspié que había tenido Mimi para llegar hasta ella, pero la gallega no pudo hacer más que sonreír ante el perfume que reinó a su alrededor.

-Anda, vamos, que te llevo a casa-le susurró al oído para luego fracasar en el intento de separarse de la mayor.

-Ay la cari, ay la cari-canturreó borracha y divertida dando palmas mientras su amiga tiraba de ella para que le siguiera hasta su coche.

Se despidieron de la gente con algún que otro beso y algún que otro movimiento de mano a distancia.

Durante los siguientes minutos, la gallega había salido del aparcamiento y puesto rumbo a la normalidad por aquel camino de tierra ya con el sol a medio camino de desaparecer en el horizonte, mientras que Mimi iba apoyada contra la ventanilla del asiento contrario. Miriam hubiera querido que Mimi se hubiera podido apoyar en su hombro, estar cerca de ella y oler su perfume que tanto le gustaba...

Era un perfume que le hacía sentir segura, a salvo, protegida. En casa. Mimi era su hogar. Y no podía olvidar todo lo que sentía en el fondo de su...

Pero... ¿qué estás pensando?

-¿Pongo música?-preguntó Miriam cortando el hilo de pensamientos malintencionados que estaba teniendo en aquellos momentos.

-Mmh. ¿Y si la pongo yo?

La gallega sonrió de lado; obvio que quería ser ella la que controlara la música. Daba igual quien de las dos condujera, ella era la dueña de la radio. Por suerte, y por lo que pudo notar de reojo, estaba mucho mejor de todo aquel alcohol que había tomado.

O eso creía Miriam.

Una mano se instaló en su pierna con tanta comodidad que Miriam, conduciendo, lo vio algo tan normal que ni se inmutó y siguió bailando en el asiento al ritmo de aquel reggaetón que retumbaba en el Yaris. No era la primera vez que la mano de Mimi le acariciaba la pierna con sus dedos,... pero si era la primera vez que esos dedos escalaban con una clara dirección.

-Miriam...-le advirtió con su nombre completo a la vez que la frenaba con su propia mano.

Ambas manos estaban tan cerca...

-¿Sabes, Miri?

-Dime-respondió ante la luz en rojo del semáforo y suspirando porque no había sido capaz de apartar aquella mano de su pierna.

Y estaba empezando a ponerse nerviosa y a sudar acalorada.

-Si no estuviera tan borracha-se acercó Mimi a ella y le acabó susurrando al oído:-, te invitaría a subir a mi casa... y a mi cama también.

Oh, joder, pensó al mirar con intensidad aquel torbellino rubio y de ojos verdes que le hacia temblar todo su mundo.

I've always liked to play (with fire) Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora