4. Aunque seas una zorra

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El tonteo entre ambas en aquellas últimas dos semanas había aumentado a niveles que superaban todas las expectativas posibles. Podría haber sido un juego de una noche y quedar en el olvido; podría haber sido una anécdota más que sacar de vez en cuando para reírse con una buena amiga. Podría haber sido cosa de la borrachera...

Sin embargo, no había sido así.

La verdad era que todo había cambiado, y a la vez pocas consecuencias habían perjudicado su relación.

Se hablaban a todas horas por el móvil y llamadas cuando no coincidían en turno, pero siempre acompañadas de frases de coqueteo. Habían pasado de quedar al menos una vez cada semana, a verse cada tres días. Cenas, comidas, salidas de compras; toques ligeros, besos en las mejillas más largos de lo habitual, abrazos constantes y, obviamente, insinuaciones claras por parte de las dos.

14 días en los que Miriam sentía que su cuerpo había subido varios grados de temperatura.

Y todo por culpa de la rubia que tenía a su izquierda fumando, a las diez de la noche de aquel domingo, sentada en los escalones de un portal cerca del pub, Pool and Beer.

-Mira ese tío...-le dijo, dando una larga calada.

-Ya.

Miriam puso los ojos en blanco, también se había dado cuenta de la sombra que estaba pendiente de ellas.

No habían dejado de coquetear y de tentarse en las partidas de billar, otra vez, en aquella noche. Y al parecer habían creado algo de espectáculo para alguien ajeno a ellas...

Tanto toque, tanto ponerse una delante de la otra, rozarse cada vez que se cruzaban, mirarse directamente a la boca...

-Ha salido con nosotras fuera para ver si nos liamos por fin aquí.

-Que asco.

-¿Y si nos liamos?-le respondió de vuelta con tono jocoso.

Miriam, que ya estaba muy perjudicada por el alcohol, no dudó en devolverle la pelota:

-¿Y si me llevas a tu coche?-le devolvió mirándola a los ojos verdes y se mordió el labio inferior con un claro gesto de lo que buscaba... Mimi abrió tanto la boca que se le cayó el cigarro al suelo.-¿Tanta prisa tienes?-soltó un segundo más tarde cuando Mimi tiró de ella con fuerza para ponerse en pie y dirigirse hacia el coche de la granadina.

-Dios, Miriam-escuchó que le decía.

Dios, Miriam. También le quiso decir ella.

Su coche siempre lo dejaba aparcado en el mismo lugar, un parking entre el local de cócteles y el pub. A medio camino de todo.

Pero ambas siguieron en silencio y con las manos entrelazadas hasta llegar a él.

En el momento en el que llegó Miriam al coche, apoyó su espalda contra la puerta del conductor.

-¿Vas muy borracha?-preguntó la leona cuando Mimi llegó a su altura.

-No, bueno, como siempre.

-No quiero que conduzcas aún.

-No me voy a ir aún.

Mimi puso una de sus manos en su coche dejando caer parte de su cuerpo hacia el de Miriam. De cintura para abajo quedaron enredadas contra el coche haciéndose un nudo para no poder escapar.

-¿De qué estábamos hablando antes?

-Mmh-se hizo la pensativa-. No me acuerdo muy bien.

-Creo que era algo parecido a "me estás poniendo malísima, Miriam".

-¿Yo? ¿Y qué hice para provocar eso?-se hizo la inocente mientras ponía sus manos en la cintura de Mimi para que se acomodara mejor en su cuerpo, si aquello pudiera ser posible.

Sus dedos jugaron con la tela de la camiseta, casi haciendo el amago de colarse debajo de ella, pero jamás sobrepasando la línea.

-Sabes muy bien lo que estás haciendo. Me siento muy atraída por ti... sexualmente hablando.

Miriam giró un poco la cara hacia un lado, no queriendo evitar la conversación, sino por timidez ante aquellas palabras. Mimi siempre era así de directa, y ni siquiera en situaciones así se cortaba.

-Y yo por ti. Creo que está claro...-señaló su posición, no hacía aquello con cualquiera.

Hacía meses que no tenía ningún tipo de contacto con nadie.

Y quería cambiar eso.

-¿Y por qué no me besas ya?

La leona escondió rápidamente su cara en el cuello de Mimi y respiró profundamente su perfume; ¿qué hago?

El pensamiento llegó tan rápido como la misma acción.

Al instante, su lengua se paseó por el lateral del cuello de Mimi dejando un rastro de saliva para luego morder con fuerza en la yugular. Con tanta fuerza que esperaba que al día siguiente hubiera una marca en aquel precioso cuello...

Esperaba que Mimi recordara la sensación de sus dientes en su piel hasta días después.

-Aún no-soltó en un susurro malvado al separarse.

-Serás hija de pu...

-Shh.

Miriam empujó el cuerpo de Mimi para apartarla de ella, deshaciendo el nudo, y sonreír inocentemente.

-Creo que va siendo hora de que yo me vaya ya a casa.

-Ni hablar-la detuvo por el brazo y Miriam la miró a los ojos verdes esperando una explicación con la misma sonrisa inocente adornando sus labios-. Te llevo a casa, rubia.

-Vivimos a quince minutos de distancia, Mimita.

-Me da igual-le reprendió muy segura de sí misma-. Siempre te llevo a casa y aunque seas una zorra, siempre te voy a llevar a casa.

Miriam soltó una sonora carcajada para luego asentir y subirse en aquel Renault, que ya tan bien conocía.

-¿Me odias?

-Sabes que me encantas, pero ahora..., si que te odio un poco porque estoy muy cachonda. Y todo por tu culpa.

Uf.

Y Miriam también lo estaba.  

I've always liked to play (with fire) Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora