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Mis manos se sienten frías

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Mis manos se sienten frías.

Mi frente se frunció, fatalmente, cuando intenté abrir los ojos. Un insoportable dolor de cabeza y pesadez en mis extremidades fue lo que no me lo permitió. Intenté moverme, pero fue imposible. Solo podía ver negro, y comenzaba a desesperarme. Mi atención se concentró principalmente en el agudo dolor en una de mis costillas, es jodidamente inaguantable, que va desde el lateral de mi espalda hasta el centro de mi torso. Arde, horriblemente.

¿Cómo es que terminé de esta manera? Ni siquiera puedo moverme, sobre una superficie tan suave que huele a lavanda, pero con un dolor tan insufrible. ¿Acaso tuve un accidente? ¿Que estoy en el hospital? No puedo recordar nada, mierda, y son tantos los murmullos idiotas los que escucho a mi alrededor, me rompen la cabeza, como un martillo. ¿Quiénes son los que hablan tanto? por Dios.

—¡¿Excelencia?!

Fue otro zumbido el que atravesó mis oídos, como si hubiera sido lo último para romper la barrera que hacía que se me dispersaran todos los sonidos.

Una voz masculina desconocida fue la que exclamó, y no supe definir si fue con horror o con esperanza. Su grito hizo que mi lucha por abrir mis ojos se intensificara, provocando que un pequeño gruñido gutural saliera de mi garganta. Tan profundo, tan desconocido para mí, que hasta yo me tensé, mucho más de lo que ya estoy aquí postrado en esta cama. Mi desespero se intensificó. ¿Qué mierda fue ese tono tan grave, tan pesado, tan bajo?

Escuché varias bocanadas de aire, de quienes sean que me observan. Como si me rodearan, y no supieran qué hacer de la impresión.... o del miedo.

—Rápido, agua —otra voz grave ordenó, ésta sí fue mucho más segura, incluso irritada.

—Sir HoSeok, el señor no ha despertado y no tiene condicio-

—¿No lo acaba de escuchar, Doctor? Su Excelencia está despierto. Obedezca, traiga agua y las medicinas que necesita su señor. O es que acaso su lealtad yace con las ratas del imperio...

—Ja-Jamás.

—Lo veo en sus caras, malditos malagradecidos, deseosos de que no despierte. Cómo se atreven, a pagarle de esta manera al amo de estas tierras que les da de comer —soltó el tipo, con un gruñido contenido, furibundo—. Me encargaré personalmente de todos ustedes, después de que me asegure que el señor respira por su cuenta.

Mientras tanto, yo seguí en mi lucha para, bueno, moverme. Lo único que pude hacer fue ser un mero oyente de las amenazas que el tal Sir HoSeok le soltó a las personas que están en el lugar, fue tan atemorizante que sé que si hubiera estado en todas mis capacidades hubiera tenido un jodido escalofrío; y lo jadeos aterrorizados de los desconocidos me confirmaron que fue una escena de mierda. A lo mejor es una suerte, que mi cuerpo esté en un estado tan deplorable, porque el tintineo afilado que escuché a mi lado izquierdo no se sintió como algo muy seguro...

El Señor Del Tirano. >> KookV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora