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❛ no quiero pelear porque siempre tienes la razón. yo no sé por qué lo intento. ❜
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𝟐𝟎𝟔 𝐇𝐎𝐑𝐀𝐒 𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒
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El regreso a casa fue agotador.
Pasaste tanto tiempo pensando en Changkyun que tuviste prisa por dejar la oficina.
Nunca antes te había dicho algo parecido. En el pasado, no hacían falta las palabras, él simplemente estaba ahí después del trabajo, algunas veces con la cena hecha, otras con una ducha recién puesta y unas muy especiales hasta te esperaba con flores y velas, bajo la promesa de una noche... interesante.
Ahora esos eran solo recuerdos.
Entonces ¿por qué querría esperarte de nuevo?
Te mordiste el labio, inquieta y entonces tuviste que detener el coche porque te encontraste con una larga fila de vehículos al frente. El reloj marcó las ocho y treinta minutos, la hora perfecta para huir al hogar. No eras la única con ansias de volver a casa.
El tráfico de Seúl te mantuvo parada en una avenida principal más de lo pudieras soportar y agradeciste a los cielos por todavía tener un cigarrillo en la bolsa. No era una buena idea que fumaras a ventanas cerradas, pero no tuviste otro remedio.
El aire acondicionado ayudó para que no te sofocaras tanto. Aún así, te arrepentiste por completo cuando bajaste del vehículo y la cochera de la enorme casa se contaminó con el humo que se había quedado encerrado.
Tus prendas apestaban, tu cabello apestaba, tu coche apestaba y ahora esa parte de la casa también lo hacia. Si Changkyun estaba allí adentro esperándote, eso sólo podía significar una cosa: una pelea segura.
Y no tenías animos para ella.
Así que improvisaste dentro de garaje con lo que tenías a la mano.
Primero, amarraste la parte suelta de tu largo cabello en un moño alto, que se quedó estable de milagro. Después, caminaste hasta la parte trasera de tu coche. En tu cajuela, yacía la ropa que a veces usabas para pasar al gimnasio. Una licra de tiro alto negra a juego con un top morado. Con eso sustiuirías tu ropa apestosa.
Con prisa te deshiciste de la formalidad y enfundaste tu cuerpo como si hubieras regresado de hacer ejercicio. Cuando estabas por colocar la licra, escuchaste ruidos que provenían del interior de la casa y tu corazón se aceleró.
