Enamórate de alguien más

6

Estiro el barzo para apagar mi odiosa alarma. Doy un par de vueltas antes de levantarme, ni siquiera ha salido el sol aún. ¿Cuándo fue la última vez que dormí hasta pasadas las 9 de la mañana?

A oscuras y medio dormida tanteo la pared hasta encontrar el interruptor, pero por más que trato, la luz de mi habitación no enciede. Suspiro para alejar mi mal humor, es demasiado temprano para eso. Busco mi celular para encender la linterna, por suerte no olvidé cargarlo anoche. Tomo mi toalla y mi ropa antes de meterme en el baño, donde tampoco enciende la luz, lo que quiere decir que el problema es en toda la casa.

Más espabilada luego del baño helado de hace un momento comienzo a abrir un poco de ventanas. Al llegar a la sala me encuentro con mi bella hermana dormida en el sofá, junto a una botella de alcohol. Le tiro uno de los cojines a la cabeza, medio dormida me indica con un sonido vago que supuestamente me está escuchando.

–¿Pagaste la electricidad como te dije? -pongo mis manos en mis caderas

–¿Cuál mencidad? -levanta un poco la cabeza

Aprieto el puente de mi nariz para calmarme. Me levanté sin luz, me espera un día de mierda, un largo camino hasta cada uno de mis trabajos, unas horas de mi amadas asiganturas física y química, y para colmo tengo hambre, motivos suficientes para transformarme en Úrsula.

–Te pregunto si pagaste la electricidad

Con una mano en la cabeza se sienta, analizando mis palabras antes de mirarme con la culpa clara en sus ojos. Ni siquiera me sorprende. ¿Por qué confié en ella en primer lugar?

–¿En qué gastaste el dinero?

Sus ojos van directo a la botella. Si supiera cuánto la estoy odiando en este momento. En silencio regreso a mi habitación, la cual sigue casi a ascuras a pesar de que ya el sol está casi afuera por completo. Esto se debe a que los edificios están tan pegados que entre ellos se tapan la luz. Por más que abra mis ventanas, sólo lograré ver la ventana del vecino.

Rápidamente recojo mis cosas y salgo sin siquiera mirarme al espejo. Una de las ventajas de que tu ropa sea toda de un mismo color, en mi caso negro y algunas prendas grises, es que te pongas lo que te pongas siempre va a combinar. Y no es que me encante ese color o ese estilo en particular, algunas veces quisiera una de esas blusas de tirantes azules o naranjas que usan las chicas de mi edad, pero  presciendo de ellas por varias razones: se ensucian demasiado rápido, tendría que combinarlas y separarlas al lavar, además de que en este momento el dinero no me sobra. Así que solo toca conformarse.

–Hay algo de pan en la cocina -tomo las llaves de encima de la mesa- iré a pagar la electricidad, en un rato podrás hacerte un café o algo

–¿Qué hay de ti? -se levanta como puede- ¿Ya desayunaste?

Desgraciadamente sólo hay pan para una de nosotras, ya que tengo una hermana tan vaga que no es capaz ni de ir de compras.

–No tengo tiempo -abro la puerta- si no me apresuro llegaré tarde al trabajo, comeré algo allí. Date un baño de agua fría y al menos no te metas en problemas mientras no estoy, es lo único que te pido

Y sin esperar respuesta cierro la puerta tras de mí una vez afuera. Casi vuelo escaleras abajo, si no me apresuro no habrá electricidad hasta mañana, y la verdad, lo último que necesito es una cena fría en medio de la oscuridad. La buena noticia es que la oficina a la que me dirijo está a pocas cuadras de casa, la mala es que es en sentido contrario a mi pincipal destino, por lo que esto me retrasa unos cuantos minutos.

Otro pequeño incoveniente de las acciones de mi hermana es que a la vez que me entregan el recibo de pago me quedo con apenas unas pocas monedas en mi cartera. El 80% de todos mis salarios va para la caja del dinero que necesita mi madre, el cual es bastante difísil de reunir, y el otro 20% es dividido entre los gastos de mi casa y mi uso personal, el cual consiste básicamente en pagar el transporte y mi almuerzo. Si hay que verle el lado bueno a las cosas, diré que me he vuelto realmente buena en matemáticas.