Capítulo 7: Clases particulares

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Pansy

Era algo tarde para comer, hacía mínimo una hora y media que la mayoría de estudiantes y profesores habían abandonado el acogedor Gran Comedor. Por suerte, los elfos domésticos siempre guardaban algunos platos de los tantos que preparaban para los que llegaban tarde a la hora que solía comer todo el mundo.

Los rayos solares que aún pertenecían al verano que se quedaba atrás, se colaban por la gran ventana que coronaba la estancia. Las velas apagadas levitaban por la sala debajo del cielo falso del techo. Pansy había podido disfrutar de la calidez del sol en Herbología, la profesora Sprout aprovechaba el buen tiempo para enseñar al aire libre. Se había quitado la túnica y el jersey atándoselo a la cintura, se había remangado las mangas de la camisa intentando que el aire refrescara su piel.

Soltó el tenedor junto a su plato, apenas había probado bocado. Compartía el Gran Comedor con un par de leones apartados, un Ravenclaw y una Hufflepuff en la misma mesa y sus pensamientos. Su relajante día parecía haber sido víctima de un evanesco. Todo iba bien hasta que el gusarajo de Blaise soltó el comentario machista sobre la pequeña Weasley, cosa que no la podía importar menos, sin embargo, era amiga de Hermione que casualmente estaba delante, en conclusión, Blaise era idiota, se había cargado su relación "normal" con la leona. No importaba, Pansy había estado a punto de arreglarlo, la iba a devolver su pulsera, cuando el jefe de su casa Nunca Me Lavo El Pelo había aparecido, interrumpiéndola. Si quería que fuera a primera hora de la tarde a su nueva aula que la hubiera mandado una lechuza.

¿Se podía estar de peor humor? Pansy no lo creía. Todo lo ocurrido la escocía por dentro, daría el Felix Felicis por que las cosas hubieran salido como ella había planeado. Pero eso no iba a ocurrir, haciendo que no dejara de retroalimentar su rabia. Apartó el plato de ella desistiendo de intentar comer, no tenía apetito. Bebió la poca agua que quedaba en su copa y se pasó las manos por el pelo en un intento de relajarse. Se aflojó con delicadeza la corbata y cerró los ojos, respirando como su madre la había enseñado, "si frunces demasiado el ceño, las arrugas se acabarán quedando en tu frente". Ella y sus consejos de belleza. Había sido modelo, colaborando en la actualidad con la agencia que la regaló una oportunidad. Su madre sabía lo que era perder el control de sus emociones y cómo la gente no quiere ver eso, suele incomodar. Por ello, había enseñado a su hija a controlarlas o a disfrazarlas, no debía mostrar debilidad, era una Parkinson.

Exacto, era Pansy Parkinson y por ello no se había rendido en su objetivo. Tras Herbología se dirigió con sus amigos al Gran Comedor, dispuesta a atrapar a Hermione cuando ella acabara de almorzar con los suyos. Sin embargo, no apareció, sus amigos tampoco, así que huyó de la mesa alegando que tenía un asunto que atender, salió del lugar no sin antes prometer a Daphne que volvería al terminar para comer algo. Buscó a la leona por todo el castillo sin éxito, ni siquiera en la Biblioteca. "Ojalá empiecen pronto las lecciones de aparición". Destapó su muñeca donde se alojaba el precioso reloj de muñeca que Draco le había regalado en su último cumpleaños y desistió al ver como se acercaba la hora de la citación de Snape. Antes de cumplir con la promesa de Daphne llevó sus libros y túnica a su habitación, quedándose con el jersey para la guardia que esa noche haría con la Comadreja.

Pansy suspiró y abrió los ojos, algo más tranquila. Le dolía que Hermione no la hubiera dejado explicarse y la estuviera evitando como si tuvieran doce años todavía, aunque en su defensa diría que nunca habían sido amigas, no tenía por qué exigirle nada. Pansy alzó una ceja para sí misma. No quería ser su amiga, solo devolverle la maldita pulsera para que no tuviera que estar pendiente de buscarla.

Se levantó sintiéndose consumida por la soledad. Cogió su varita y la colocó en el cinturón que ajustaba la falda a su cintura. Caminó altanera fuera de la estancia con el pensamiento de que la esperaba una buena caminata hasta el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, estaba en el tercer piso y en la otra punta del castillo. Comprobó de nuevo su reloj, iba con tiempo suficiente por lo que decidió andar tranquila, intentando acabar de sofocar su rabia.

Voy a quedarme a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora