Desde Que Eras Una Niña. [Jeff The killer y Tu.]

Capitulo 12. La noche de mil suspiros

Apenas de la amanecer, el sol apenas se asoma la luna se oculta trepada en un árbol descansando aun sin encontrar un lugar donde quedar, apenas saltó sus habilidades aún no eran buenos, tan poco tan malos, se pudo mantener de pie. Debe de buscar un nuevo lugar, sus pistas cada vez más cercas de la CreepyHouse, su rastro es apunto de ser encontrar. Su orgullo no le pide regresar pero le hace extrañar a los suyos, tal vez si Slenderman no fuese egoísta, esto sería tal vez algo mas diferente, el perdón de corazón y seguir su ritmo. Tan solo 7 meses de su despedida silenciosa, la soledad, de saber cómo conseguir manejar los dones. Unos iguales.

Su arma sabiendo invocar, correr al viento tocar aún le cuesta. Su sed por el carmín era diario, sus huellas desaparecían al irse, dejarlo ayudaría a encontrar más fácil de su paradero, los carteles por la desaparición de sus víctimas cada vez más cubierto quedó, su olvidó era cierto. Ya nadie recordaba o intenta, las autoridades dejando de lado, ayudando a encontrar a las personas. Caminando lo más despacio, una cosa recordó que debía aprender a caminar sin hacer ruido, ya tenía práctica, solo que los zapatos incómodos de vestir ayudaba pero en este caso no era. Sus pasos rápidos haciendo lo menos ruido, tenía una cabaña frente a sus ojos, era bonito con la maleza que cubria sus costados las flores rojas que salían de ella.

— Es perfecto. Parece abandonado. — dijo apenas cruzando la cerca de madera. La puerta rechinar.

Contando con electricidad, los cables deben estar bajo tierra, no tendría problema ninguna. Las ventanas cubiertas de polvo pero por dentro está muy limpio. Al mirar más de cerca, una pareja de ancianos tranquilamente consumían sus alimentos. Su carne vieja tenía buen aroma, se ve que se han cuidado lo bastante. Apenas con 8:45 am su estómago le pedía carne, comida humana. Viendo la oportunidad de acabar con uno, la anciana que se alejo para ir a su dormitorio, la ventana abierta dejando que el viento que produce la mañana.

— ¡Cielo! ¿Dejaste la ventana abierta?. — gritando desde la puerta.

— Amor mío. Es temprano para dejar entrar la rica brisa. — dijo, este metiendo un bocado a la boca.

Tomando un frasco de píldoras, está se metió una pequeña píldora bebiendo agua, volviendo intento tomar la perilla cuando el ruido en el closet, algo había caído. Pensando que era su gato, Moortje, otra vez escondido o durmiendo entre su ropa. Abriendo rápido, no había nada, ni señales de que estuviera ahí Moortje, el silencio la invadió.

Saliendo apresurada de su habitación marcas de sangre haciendo un camino desde la propia habitación de los ancianos hasta que en el comedor tumbado en la mesa con los intestinos de fuera, hasta la cara arrancada irreconocible quedó. Su rostro mojado, le habían quitado a su esposo, 65 años de casados, la muerte los había separado al amor que por año la llama seguía candente. Sus sollozos ahogados, tapando su rostro con sus arrugadas manos. Frente a frente quedó aquel monstruo de ojos esmeralda, mirada fría, comisuras por el carmín. Arrinconada en la puerta, temblando de miedo, rezando para que no le hiciece daño. Acercándose más, más y más, podía escuchar su corazón latiendo como a un ratón, la respiración agitada, sacando la lengua lamiendo sus mejillas arrugadas. Estaba satisfecha con su festín.

— ¡Michelle! — rompiendo en llanto. Su carne era deliciosa. Invocando un cuchillo carnicero se lo dió a la anciana.

De no intentar nada o acabaría siendo torturada.

— Ayúdame a cortar aquella carné. Muerte si intentas.— soltando de sus mejillas.

Lento iba mirando de cerca. Tapando su boca, asco le daba. Tomando de la mano la iba guiando, decapitando y mutilando a quien fue su compañero de vida, cada corte dejaba vacío el hueso. Su cabeza la miraba fijamente, la penetrante vacía mirada, pidiendo perdón era lo que podía decir. Obedeciendo a parar y colgar lo restante que era solo las piernas buscaba un lugar donde pueda estar para que la carne no se pudriera. Bajando al sótano con la anciana en mano. El congelador que tenía está casa era muy grande, trozos enormes de res, ternera fueron desechados siendo movido a trolo lado.