Reglas Rotas

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Ya no hay pena en su desnudez, no hay culpa en esas marcas que deforman la piel sobre su cuerpo. Quizás la punzada de miedo siga latiendo al ritmo de los latidos de su corazón, pero hay tanto mezclándose entre sí de manera tan renovada, que puede respirar lo suficientemente tranquilo para continuar y dar el paso definitivo.

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Es increíble. No parece el mismo lugar que era hace unos meses. La tierra estéril en la que parecía que solo podía crecer la mala yerba ahora estaba llena de vida.

Ahora todo florece, las semillas que tan amorosamente sembró han crecido. Los brotes se abrieron paso para perfumar el aire con sus perfumes fragantes. Parece que todo lo que tocan sus manos vuelve a la vida. Incluso un corazón seco tan lleno de temores a podido comenzar a latir a un nuevo ritmo.

Los jardines que rodean la mansión han renacido de las cenizas. La última persona que se dedicó a su cuidado hace más de dos décadas había dejado de existir. De algún modo extraño al ver el lugar completamente renovado puede sentir la conexión que nunca pudo tener con su madre.

No tiene ningún recuerdo de ella, murió tan pronto como el soltó su primer llanto y a pesar de que solo conoce su imagen por viejas fotografías que nana logro salvar cuando su padre enloquecido de dolor y rabia quemando todas sus pertenencias. Imaginarla en aquel mismo jardín rodeada de flores no era para nada difícil.

Cerro sus ojos disfrutando de la paz del momento. Era tranquilizador escuchar la dulce voz de su esposa tarareando una canción mientras cuida de manera primorosas sus amadas flores. Con los parpados firmemente cerrados sus otros sentidos despierta. El aroma se cuela con mas fuerza por sus fosas nasales para embriagarlo con el buque de las flores, siente el calor del sol contra su piel, pero la calidez que le inunda el cuerpo se extiende hasta ese corazón que creyó alguna vez incapaz de amar.

No sabe en qué momento comenzó a llorar, para cuando fue capaz de sentir la humedad en el rostro se sorprendió. Para ese entonces Luna se abrazada tiernamente contra su cuerpo para consolarle.

-Sabes que está bien llorar, es una manera de aliviar las presiones del alma y el corazón.

Theodore no sabía bien porque las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos o por que se sentía tan aliviado de ser capaz de llorar sin importar cual fuera la razón. Hacia tantos y tantos años que había dejado de hacerlo, en mucho porque cualquier muestra de debilidad ante su padre le aseguraba una larga sesión de castigos físicos. Pero esta es la segunda vez que lo asaltan las lágrimas, la primera en su noche de bodas y ahora que por fin comienza a creer que lo que está viviendo es completamente real y no solo un sueño.

Lo único que tiene por seguro es que esta vez las rebeldes lagrimas que se han abierto paso sin su permiso no son de dolor o de miedo, no son por rabia o sufrimiento. Parece más bien que algún modo está purgando por fin todas esas cosas malas que rodearon su vida.

Su dulce esposa le abraza.

La mujer pequeña y esbelta que ha sido capaz de ahuyentar sus pesadillas nocturnas, que le a despertado besándole el rosto con mimo, mientras le susurra al oído que ya no hay de que preocuparse y que nunca volverá a estar solo.

Luna la misma que ha tomado su mano para sostenerle cuando los ataques de pánico aparecen. La paciente dulzura, su tacto firme son el ancla que lo mantiene unido hasta que encuentra el camino de vuelta para alejar los malos recuerdos.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora