XVIII

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— Hay alguien más en mi mente. Enmudecida e invisible, que sabe vivir a puro golpe de fuerza, de voluntad, de dolor. Es rara, primitiva, animal, salvaje e indomable. Diferente e indiferente. Nunca ha tenido nada, solo a sí misma, en la más profunda oscuridad de mi ser. Tiene los ojos tristes, el carácter forjado en las entrañas de la angustia y una sonrisa acorde con su alma. Prisionera de un destino cruel es guerrera de oficio eterno, que persigue el amor tal si fuera oxígeno. Intransigente e inquieta, radical y extraña, a veces cobarde. A ratos sale a complacer sus vicios e interminables demonios. A buscar un alma blanca de ángel perdido, que pueda brindarle algo de cariño y le alivie las cicatrices de la mente trastornada. Sin cuerpo, sin rostro, sin pasado, sin futuro. Solo con un nombre, solo con ella —.

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