La muerte vendrá a buscarme
y como antaño, sonreiré.
Hemos sido testigos
la una de la otra,
en momentos
de desesperada mortalidad.
Con risas frenéticas
o llantos desgarrados
su mano fría
se ha posado en mi frente
y en silencio ha susurrado:
has de luchar un día más,
y otro, y miles.