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Imperfecta, puta, indómita,
dormitas a mi lado,
la respiración calma,
la melena suelta
cubriendo los hombros.

La luz gélida que traspasa
la suave tela en las ventanas
viene a posarse en tu espalda
blanca y tersa, llamando
a la boca, al beso, a la mano.

Te acaricio, febril
en el deseo perpetuo
de tenerte entre mis piernas
de saborear tus pechos,
tu piel, labios, muslos...

Mi respiración se agita
y las costillas me duelen
del molesto retumbar de
un corazón desbocado,
tanta belleza divina
y yo tan simple mortal.

Los dedos resbalan solos
desde tu cuello a tus nalgas,
bajan un poco más, se sacian
en la humedad de una
silenciosa aprobación a mi pedido.

Sonrío, pérfida, y te busco
con los dientes, con la boca,
con la lengua saboreando
cada gota de sudor
hasta llegar y caer, dichosa.

Gimes, y de lleno me traspasa
la cordura ese sonido cargado de
inmensurable ternura,
eres mi dueña, dormida,
mojada, dispuesta, mía...

Eres la reina absoluta
de mis instintos más puros,
de mis demonios más cuerdos,
de todo esto que soy
de alguna forma u otra.

Masoquista y perdida
sin retorno en tu juego
lanzo mi boca a sellar mi destino
entre tus piernas,
abrazando la derrota.

Ya no me queda nada mío
todo de mí te pertenece,
sin ti así, a mi lado, o mi merced
nada vale la pena.
Tómame o mátame,
soy tuya para todo.

Nicotina, Café y Letras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora