Capítulo 5.

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Subimos a su habitación

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Subimos a su habitación. ─ Linda habitación. ─ Le dije. En realidad era hermosa, llena de fotos por todas partes fotos de ella con la tía Lu, con la abuela y el abuelo, con el tío Kevin y la tía Micaela, primos, otros tíos y otras personas; me preguntaba dónde habrían terminado esas fotos.

─ ¿Vos tomaste estas fotos, Brisa? ─ Le pregunté acercándome para verlas, era muy hermosas ─ Parecen sacadas de Tumblr ─ Murmuré.

─ ¿Sacadas de dónde? ─ Preguntó tía Lu. Me giré a verla. Olvidé que no estaba en mi época, estoy diecinueve años atrás.

─ No me hagan caso. ¿Vos las tomaste, Bri? ─ repetí.

─ Sí ─ Se acercó a verlas, puso su mano sobre una en donde solo se encontraba ella con su oso de peluche ─ Quiero ser fotógrafa algún día ─ Me sonrió.

─ Eso es muy diferente a ser agente de bienes raíces ─ Murmuré casi inaudible. Si mamá quería ser fotógrafa, ¿por qué trabaja para Sofía Montoya en una agencia de bienes raíces? Significa que renunció a su sueño ─ Bri, prometeme algo ─ La agarré por los hombros y la sujeté fuerte.

─ Ah... ok ─ dijo mirándome con confusión ─ ¿Qué?

─ Prometeme que jamás, jamás, en tu vida, no importa lo que pase, renunciarás a ese sueño, por nada en este mundo, porque creeme, lo lamentarás si lo hacés ─ Ella suspiró con los ojos abiertos, yo apreté mis labios ─ Vamos, prometelo.

─ Te lo prometo ─  Asintió y yo me sentí orgullosa.

─ Eso ─ Le sonreí y la abracé.

─ Bien ¿Y qué hacemos ahora? ─ Preguntó la tía Lu.

─ ¡Hablemos! ─ Sugerí y emocionada.

─ Me gusta la idea ─Apoyó Lourdes.

─ Suena bien ─ Dijo mamá. Ellas se sentaron en la cama una al lado de la otra y yo frente a ellas.

─ ¿Y bien? ¿Quién les gusta? ─ Pregunté juntando mis manos.

─ Martina Benza ─ Saltó la tía Lu.

─ Es una boba como Angie ─ Espetó mi mamá para luego cruzarse de brazos.

─ Ella no es así, me ayudó con mis libros el otro día ─ Defendió Lourdes y la golpeó con una almohada.

─ Solo quería que le hicieras la tarea de matemáticas. ─ Mamá se rió en su cara.

─ ¡No se la hice!... bueno, solo la ayudé ─  Mamá rió más alto.

─ Perfecto, cuando estés dándole clases de biología gira la cara cuando se te acerque ─ Le aconsejé, ellas me miraron raro.

─ ¿Qué? ─ Preguntaron ambas, recordaba la historia que la tía Lu siempre cuenta, le encanta contarla, en serio está enamorada.

─ Solo hacelo –Le dije, ella asintió ─  ¿Qué hay de vos, Bri? ─Le pregunté a mamá.

─ Yo... no lo sé, justo ahora no me gusta nadie ─ Sonreí.

─ ¿Qué hay de Angie? ─ Subí mi ceja derecha.

─ Ya te dije que no me gusta... además ¿qué si así fuera? A ella le gustan las rubias plásticas y a mí las chicas inteligentes ─  Me acomodé mejor en la cama cruzando mi pierna derecha sobre la izquierda.

─ Ella es más inteligente de lo que creés, Brisa ─ No me equivocaba, Angie era muy inteligente, al menos eso decía mamá.

─ ¿Cómo lo sabés? ─ Preguntó ajustando sus lentes.

─ Solo lo sé, chicas como ella esconden su inteligencia para mantenerse al margen de la sociedad, les gusta llamar la atención de manera escandalosa ─ Le expliqué. Por supuesto que conocía a los de su clase, lo que jamás me imaginé fue que mi madre fuera uno de ellos.

─ Eso no significa que ella sea inteligente ─ Porfió mi mamá.

─ ¿Tú cómo sabés que es una tonta? ─ Me crucé de brazos.

─ Porque siempre actúa como uno ─ Imitó mi acción.

─ Exacto, está escondiendo su verdadero yo ─ Mi madre miró a mi tía, ambas lo consideraban pero no decían nada.

─ ¿Tienen Coca-cola? ─ Pregunté cambiando el tema. Definitivamente tenía un problema serio con la Coca-cola, lo arreglaría después.

─ En la nevera, abajo. Tomala, ya estás en tu casa ─ Mamá sonrió.

─ Gracias ─ Me levanté y salí de la habitación, bajé las escaleras de dos en dos mientras acomodaba el cuello de mi chaqueta negra, pasé por un espejo que yacía en la puerta de la cocina y me miré en él.

─ Sí me parezco a mamá ─ Dije con una sonrisa. Empujé las puertas de la cocina y fui directo a la nevera. Localicé dentro del aparato la lata de Coca-cola, la tomé para luego cerrar la nevera.

A mis fosas nasales llegó un olor extraño, a humo. Venía de afuera, miré a través del mosquitero metálico de la cocina y... la vi.

Era la abuela, fumaba un cigarrillo mientras su mirada estaba perdida en la grama del jardín trasero. Una lágrima corrió a través de mi mejilla, sequé aquella lágrima, dejé la lata sobre el mesón y me aventuré a salir.

─ ¿Puedo acompañarla? ─ Pregunté mientras bajaba los pequeños escalones al pie de la puerta.

─ Martina ─ Dijo ella en su asombro. El humo salió de su boca acompañado de la pronunciación de mi nombre.

─ Por favor no lo haga ─ Tomé el valor suficiente para quitarle el cigarrillo de la mano. Lo tiré al piso y pasé mi zapato sobre él.

─ Por favor no le digas a Brisa ─ Me pidió secando una lágrima que salía sin aviso.

─ No se lo diré si promete que no lo volverá a hacer. ─ La miré a los ojos. Ella apartó la mirada. Me acerqué y tomé sus manos.

─ ¿Sabe? Yo no tengo abuela, porque el cigarro la mató, y me siento terrible por ello, murió cuando yo era muy pequeña y lo que logro recordar de ella es muy poco. Por favor, no le haga eso a su futura nieta. ─ Le pedí con toda la sinceridad que pude. Era obvio que ella no sabía que me refería a ella, tal vez no funcione, pero ya que estoy acá ¿por qué no tratar de evitarlo? No pierdo nada con intentar.

Mi abuela estalló en llanto, me apretó contra su pecho muy fuerte y yo le correspondí rodeándola con mis brazos.

─ No lo haré de nuevo, lo prometo ─ Sonreí ampliamente. Ella se separó y secó sus lágrimas.

─ Gracias, no sabe lo feliz que soy ─ Le dije.

─ Martina ─ Oí la voz de mi mamá llamarme.

─ Ya voy ma..., ya voy Bri ─ Rescaté. La abuela me dio una sonrisa antes de que volviera a entrar, pasé por la cocina y llegué a la sala.

─ Vamos a la heladería ─ Dijo Lu.

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la historia de mis madres ─ [ ADAPTACIÓN BRANGIE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora