Capítulo 4.

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Salimos de la cafetería hacia los solitarios pasillo ¿Acaso nunca cambian el color de las paredes? Pregunté fijándome bien, era el mismo amarillo chillón que está en mi época.

─ Martina ─ Me llamó Ronda, le presté atención ─ Tengo que felicitarte, lo estás haciendo muy bien.

─ ¿Bien? Mi mamá odia a Angie y Angie ni siquiera recuerda el nombre de ella. ¿Cómo se supone que lo estoy haciendo bien? ─ Pregunté mirándola, alzando un poco la voz.

─ Tranquila, cariño, esto tarda, pero te diré una cosa, tenés hasta la noche del baile de bienvenida para juntarlas, ellas deben besarse a las doce y diez, ni un minuto más, ni un minuto menos, de lo contrario... desaparecerás ─ Mi corazón dio un vuelco en una curva mortal, creo que estaba empezando a olvidar mi infancia.

─ Dios, ¿cómo voy a lograr eso? Mi propia madre me coquetea. ─ Le dije indignada.

─ Es porque te parecés a Brisa... claro, la Brisa que ella era esa noche ─ Me dijo y las palabras fueron desconocidas para mí.

─ No entiendo.

─ Claro que no, sos la hija de Angie ─ Dijo. La miré con los ojos entrecerrados ─ Escuchá, Brisa era una chica tímida, introvertida y asocial antes de esa noche, esa noche Angie la salvó.

─ Recuerdo la historia; ella salió llorando del gimnasio y Angie salió detrás de ella, se besaron y bla, bla, bla ─ Ronda negó con la cabeza ante mi reacción.

─ Exacto, empezó a salir con Angie y cambió ─ Miré al vacío recordado todas las peleas.

─ No lo suficiente ─ Dije nostálgica ─ Ronda, ¿vos creés... que si lo hago diferente ellas... nunca se divorcien? ─ Ella me miró, levantó mi mentón para que la mirara a los ojos.

─ Eso nadie lo sabe cariño, eso es parte del presente y les corresponde a ellas arreglarlo ─ Asentí con los ojos llorosos.

─ Tengo que irme, andá, andá a hacer lo que debés ─ Escondí mi cara en mis manos y sequé las lágrimas. Cuando abrí los ojos ella ya no estaba.

El timbre sonó y una avalancha de gente me azotó contra los casilleros; yo luchaba por abrirme paso entre la gente, no veía a mamá, empujaba personas por aquí y por allá hasta que al fin vi a mamá cerca de casillero.

─ Ma... Brisa ─ Salvé mi error.

─ Oh, hola Martina. ─ Ella metía todo sus libros a su casillero.

─ Hola, eh... ¿Por qué metés todos tus libros al casillero? ¿No tenés más clases?

─ No. Hoy ya no hay más clases, es viernes ─ La tía apareció de la nada.

─¿Lista? ¿Vamos a tu casa Bri? ─ Preguntó.

─ Sí, ¿querés venir? ─ Me miró.

─ Sí, igual no tengo a donde ir. ─ Me encogí de hombros.

─ ¿Qué querés decir? ─ Preguntó. Me puse nerviosa, no lo pensé bien antes de decirlo.

─ Ah... pues que... ¡Soy huérfana! ─ Solo dije lo primero que se me vino a la cabeza, cerré los ojos dándome cuenta de la tontería que había dicho.

─ ¿Qué? ─ Preguntó mamá afligida.

─ Pues... sí, y me echaron del orfanato porque estoy grande y se supone que debería ir con una familia adoptiva pero me escapé ─ «Eso, mentirosa profesional» pensé con sarcasmo.

─ Dios, qué horror. Podés quedarte en mi casa todo el tiempo que necesites ─ «Bingo».

─ ¿En serio? Gracias ─ La abracé, ella correspondió el abrazo. Hace mucho que no abrazaba a mi madre ─ Te quiero ─ Le dije. Pudo oír como reía.

─ Sos muy tierna ─ Me alejé un poco.

─ En serio, gracias ─ Le sonreí.

─ Cuando quieras. ─ Ella sonrió con ese aire de "Todo va a estar bien" parecía tener esa cualidad, esa cualidad de decirte todo con la mirada, mi madre sería una tonta si no logra verlo.

─ ¿Ya nos vamos? ─ Preguntó tía Lu.

─ Claro, vamos ─ Dije.

En el camino a casa ellas hablaban de cualquier tontería, jamás la había visto tan feliz, era hermosa cuando sonreía, tenía una vibra tranquilizante, pacífica pero divertida.

Llegamos luego de caminar unas cuantas cuadras, la casa de la abuela no estaba tan lejos de la escuela como mi casa. Entramos por la puerta de la cocina y ahí estaba la abuela, horneando algo, el aroma a dulce se olía desde lejos, ella se veía muy joven y hermosa.

─ Abuela ─ Murmuré. No la había visto desde los siete, murió de cáncer en el pulmón y volverla a ver fue demasiado para mí. Unas lágrimas se derramaron por mis mejillas.

─¿Estás bien? ─ Preguntó mamá.

─ Sí, es solo que... nada, no me hagas caso ─ Sequé mis lágrimas y sentí el abrazo de mi madre ─ Gracias Brisa ─ Le dije, ella me sonrió.

─Mamá ─ La abuela se volteó agitando su hermoso vestido amarillo ─ Ella es Martina, mi nueva amiga.

─ Un gusto en conocerla. ─Extendí mi mano, la abuela la estrechó sonriendo.

─El gusto es mío, podés llamarme Jime ─ Le sonreí.

─ ¿Se puede quedar ella un tiempo con nosotros?... es huérfana y no tiene a donde ir ─ Le dijo, la abuela se afligió y me miró con ternura.

─ Quedate el tiempo que gustes, cariño ─ Acarició mi mejilla.

─ En serio, gracias a ambas ─ Abracé a mi madre y luego a mi abuela.

Siempre le había pedido a Dios un día más para estar con ambas, juntas, como en los viejos tiempos, jamás pensé que fuera posible y menos de esta manera pero al parecer mi deseo superó todas mis expectativas.

la historia de mis madres ─ [ ADAPTACIÓN BRANGIE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora