Capítulo 6.

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Llegamos a la heladería

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Llegamos a la heladería. Ice Crime, esa era el nombre antes de convertirse en el almacén Rory's. Ese nombre sí que era un crimen.

Estaba abarrotado de gente. Versiones más jóvenes de todo mi vecindario. Haciendo las mismas cosas que, en mi época, les prohíben hacer a sus hijos.

Negué con la cabeza al ver a la tía Micaela, otra mejor amiga de mamá, sentada en el regazo del tío Kevin. Si tan solo el pequeño Alejandro los viera. O su hija mayor, Emma. Bueno, no es nada que no hicieran ya de mayores, muchas veces vi a Emma esconder su cara entre sus manos, ocultando su vergüenza ante las demostraciones de afecto de sus padres. Estoy segura de que metería la cabeza en el suelo como un avestruz al verlos ahora, juntando sus narices como dos conejitos. La tía Micaela no solía ser romántica pero con el tío Kevin eso cambia totalmente.

Mi madre tosió falsamente al llegar a su lado.

─ ¡Bri! ─ Saltó Micaela del regazo de Kevin para enrollar sus brazos en el cuello de mi madre ─ Pensé que no vendrían ─ Dijo soltándola. Traía un pequeño traje de animadora, Blanco con rosa, que lucía genial en ella, muy sexy.

─ Nos vimos obligadas, ya que nos gritaste por teléfono ─ Dijo mamá. Mica rodó los ojos y volvió al regazo de Kevin.

─ No les grité, solo les di un incentivo.

─ A Kevin no le das incentivos ─ Espetó Lourdes.

─ Callate y sentate ─ Apuntó al sillón de en frente. Yo estaba junto a mamá, parada frente a ellos esperando que alguien me notara.

─ ¿Y vos quién sos? ─ Preguntó Kevin amablemente.

─ Oh, ella es Martina. Es nueva en el instituto, es nuestra amiga ahora ─ Explicó mamá. Les sonreí.

─ Bienvenida al grupo, Martina ─ Dijo Micaela revolviendo el cabello negro de su novio. Era muy raro ver a un jugador de fútbol del Rosewood Est High y a una animadora de los lobos del Rosewood Est High con dos nerds del Hill North High pero ellos se había conocido en un campamento y fue como amistad a primera vista. No dejaron que la rivalidad entre lobos y tigres ─que aún, en mi época, sigue─ los separara.

Hubo un silencio de miedo cuando Angie, Marianela y otro grupo de personas, entre ellos; la tía Marti, el tío Adrián y el tío Rama, entraron al lugar.

Los movimientos ─y respiraciones─ continuaron cuando ellos dieron una mirada como de "¿Qué miras? ¿Te debemos?" a todo el salón.

Yo me felicité a mí misma al tener la maravillosa idea que se me acababa de ocurrir. Angie se acercó a la barra, y pidió algo al dependiente, algo que no logré escuchar.

─ Bri ─ La llamé. Ella giró y le tomé el brazo, la alejé de donde estábamos. Caminamos unos pasos hacia la barra sin decir nada y justo cuando Angie recibió su pedido, y se giró para ir a su lugar, empujé a mamá contra ella haciendo que esta derramara todo el contenido de su vaso sobre el suéter rosado con estampados de rombo de mi mamá.

─ Mierda. ¿Por qué te atravesaste? ─ Gritó molesta mi madre. Yo fruncí el ceño, mamá aun no asimilaba la información. Todo el mundo dentro de la heladería comenzó a reírse a carcajadas, excepto claro por la mesa del fondo, donde se encontraban las amigas de mamá. Mamá los miró a todos, repasando a cada uno con la mirada, sus gafas de empañaron, sus ojos estaban llorosos y sus mejillas tenían un color escarlata. Se veía como un pequeño cachorrito indefenso, bajo la lluvia y sin dueño.

─ Oh ─ Murmuró mi madre al verla a los ojos. Dirigió una severa mirada a los que se reía y estos se callaron y volvieron a sus asuntos ─ dejame ayudarte ─ Le pasó un par de servilletas y mamá las tomó con furia ─ Oye. Solo quería ayudar, no es necesario que actúes así.

─ Era mi suéter favorito ─ Espetó ella secando el desastre que ahora tenía su suéter.

─ Creo que te hice un favor. Era horrendo ─ Angie soltó una risita. Ella se detuvo, una lágrima rodó por sus ruborizadas mejillas.

─ Este suéter me lo regaló mi abuela, mi difunta abuela. Lo hizo ella misma ─ Angie apretó los labios y miró el piso.

─ Lo siento ─ ¿Por qué siento como si tuviera un Déjà vu? Ah sí. El famoso "Lo siento, no lo siento, porque no haré nada para arreglarlo" de Angie Velasco. Rodé los ojos.

─ Yo siento que eres una idiota ─ Mamá tiró las servilletas y salió corriendo al baño. Me crucé de brazos y me acerqué a mi madre.

─ Sos una maldita insensible. Deberías pensar lo que decís ¿sabés? ─ Le regañé. Ella seguía con la mirada abajo y los labios apretados.

─ Yo no quería lastimarla... ─ Dijo. Noté arrepentimiento en su mirada.

─ Pues entonces... comprale un batido de coco y vainilla, Es su favorito. Es lo menos que podés hacer ─ Le dije. Ella suspiró y asintió. Se acercó a la barra de nuevo y pidió lo que le había dicho.

Luego de un rato, mamá salió del baño, la mancha no se había ido, era una gigantesca mancha rosa que el batido de banana y fresa había dejado en el suéter de mamá.

─ Andá ─ La empujé. Ella caminó hasta la mesa, en cada paso que daba miraba hacia los lados, estaba avergonzada.

─ Brisa ─ Mamá levantó la vista. Ella puso el batido en frente de ella, sobre la mesa ─ Es lo menos que puedo hacer por haber arruinado tu suéter. Lo siento mucho ─ Vi una leve sonrisa en los labios de mamá. Ajustó sus gafas y miró a mi madre a sus ojos marrones.

─ Gracias Angie.

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la historia de mis madres ─ [ ADAPTACIÓN BRANGIE ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora