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Eleonor.

Nunca me imaginé encontrarme con Zeus en el destacamento. En realidad me tomó por sorpresa verlo allí, dándome a comprobar que en realidad si es amigo de mi hermano y no solo su compañero de boxeo.

Sin embargo, lo que me dejó boquiabierta fue el consuelo que me dió. Zeus es un hombre muy brusco, las veces que hemos rosado han sido pesadas, me han hecho enojar y.... ¿qué dices, Eleonor? Disfrutas en el fondo de ti misma que te joda con ese apodo que te ha colocado, que te llame "Nena" no te molesta del todo, y por supuesto, ese beso que te dio anoche te ha super encantado. Lo sabes, Eleonor.

Condujo todo el camino mientras yo solo me limitaba a mirar por la ventana. Se detuvo en frente de una casa adentrada en grandes arbustos con una fachada parecida a las de películas campestres. Era pequeña, se miraba como si hubiera sido construida con los troncos de un árbol, color caoba y de bonita entrada.

—Es mi lugar para estar solo, es el único sitio en donde puedo meditar y descansar — me habló estando de pie a mi lado mientras ambos mirábamos la fachada en la acera la casa.

—Es muy bonita. ¿Por qué me traes aquí si es tú lugar? — le pregunté atreviéndome a mirarlo a los ojos.

—Te miras como que también necesitas de este lugar y aunque sea mío, sé compartir — no pude evitar sentirme tocada sentimentalmente por sus palabras. Que me dijera que sabia <<compartir>> me mostraba que tenía cierta sensibilidad.

—Gracias— le miré fijamente a los ojos.

—Vamos dentro, no quiero que te vayas a resfriar y terminemos yendo al médico. No me gusta el área infantil de los hospitales, hay mucha bulla— pero claro, volvía a dejarme claro que le parecía una "Nena".

Sin embargo, sonreí para mis adentros porque "No quería que me resfriara".

Me invitó a pasar, la cálida sala nos acogió a los dos muy bien organizada, con muebles de pino americano y cojines blancos. Había una linda chimenea en medio lista para encender, y desde el espacio principal se apreciaba la cocina.

—Puedes tomar asiento, te invitaría de tomar pero solo tengo cervezas— se vio apenado.

—Me puedes dar una, no hay problema — se sorprendió bastante ante mi respuesta.

—No, no te daré alcohol. — su voz autoritaria, que me hacía ver que siempre tenía el uniforme de mandar puesto me hizo ladear la cabeza.

—Soy mayor de edad—

—Y? No son horas para tomar. Entiendo que en realidad estes dolida porque tu hermano se encuentra en una situación donde no puedes ayudarlo como quisieras pero, no arreglaría que tomaras. ¿No crees? Te traje aquí para que nos sentemos a hablar, no para que te emborraches— Creo que nadie nunca me había mirado tan fijo como él, transmitiéndome el poder de la calma y quizás el de la persistencia.

—Tienes razón — pasé mi mano por mi cabello y suspiré profundo.

Sentí el cojín hundirse a mi lado, Zeus había tomado asiento no tan cerca mío.

—Mira, yo sé lo que sucede con tus padres respecto a la preferencia de Michael con el boxeo. Eres su hermana y me parece bien que seas la única que lo apoye, por ende necesitas saber que la guarida no es un lugar legal. Por eso está en ese callejón escondido, porque no es permitido. El lugar es de un maleante que lava su dinero con el antro. — me quedé anonada tras sus palabras.

—¿Qué? ¿Entonces ese dinero que ustedes se ganan es sucio? Es mal habido — negó con su cabeza.

—No, nosotros nos lo ganamos cuando subimos al ring. Es nuestro sudor aunque las peleas no sean legales. —

La nena del boxeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora