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Eleonor.

—Siento bastante lo sucedido con mi mujer. Yo estoy ansioso de conocer a Ever como el novio de mi hija. Y le seré sincero, yo no estaría de acuerdo con que mi hija tuviera un novio boxeador hasta que hace unos días con que Michael se fuera de casa, continuara con sus estudios y siguiera practicando el boxeo entendí que hay ciertos gustos que no definen a nadie, por lo que no debía juzgar a ningún ser humano. Mi esposa no lo entiende pero ya lo hará. Perdón otra vez — papá se disculpó con Lucía.

—No se preocupe. Yo estoy muy agradecida con usted por la ayuda brindada. Las puertas de mi casa estarán abiertas para ustedes cualquier día, siempre y cuando su mujer se retracte. Eleonor y Ever son jóvenes y tienen mucho por qué pasar, su mujer debe entender que ya no tiene niños. Yo siempre estoy segura de Ever porque sé lo que eduqué y lo que crie, tal vez a su esposa le hace falta seguridad. Mis disculpas también de mi parte porque de igual manera me exalté —ya más calmada ella se dirigió a papá quien había logrado exitosamente en tan solo una hora lograr la libertad de Ever.

Desde la comisaría pudo comunicarse con el juez que llevaría a cabo el caso de ambos, tan solo con papá lograr tener unos cuantos papeles del individuo, logró tener muchas contras, lo que lo acusaba de más delitos los cuales no habían sido penalizados. Según pude escuchar el maldito es un ladrón que ya está fichado en varios lugares en donde ha hecho sus fechorías y no lo han podido capturar. Se llegó a la conclusión de que me quiso secuestrar al ver que Ever ganó la pelea, de tal modo que pediría ese dinero con tal de mi devolución. Él nunca pensó que terminaría tan mal su plan maestro.

Sus familiares denunciaron el caso y por esto fueron detrás de Ever. Sin embargo, son personas igual o peores que él que mantienen vicios y provienen de malos lugares. Otra vez la guarida ha sido cerrada y el tipo continúa en estado crítico. A pesar de que es una vida, papá logró convencer al juez de no aplicar cargos en contra de Ever, cediéndole libertad absoluta.

No sé qué pruebas utilizó porque ni siquiera pidió hablar conmigo, esa llamada telefónica fue larga pero espectacular. Las relaciones de papá mueven cielo, mar y tierra.

—Yo lo siento muchísimo Señora Lucía, usted fue demasiado gentil conmigo al conocerme como la novia de su hijo y no es justo que mi madre sea tan negativa, prepotente y altanera —me disculpé con ella con la cara en el piso de la vergüenza.

—No tienes que disculparte, no tienes culpa alguna. Tu eres un sol, mi niña. Yo como madre soy consciente de que el boxeo cómo deporte es en parte muy bueno para el desarrollo físico, pero como carrera es horrible. Soy la menos indicada como para decir que me siento bien mirando a mi hijo llegar golpeado, y no siempre me siento contenta de que gana cada una de sus peleas. Pero es Ever, el niño al que crie y del cual estoy orgullosa porque no tiene vicios, no es un narco, y tampoco un violador. Es un muchacho profesional, está preparado y sabe comportarse, lo que no lo convierte en un sin futuro. Yo te sigo queriendo igual, le has sacado decenas de sonrisas a mi Ever y eso me pone muy feliz— Lucía me abrazó al final de todo, yo la rodeé con gran afecto. Su manera de pensar y de actuar realmente que es espectacular, tiene una paz; la misma que ni siquiera los achaques de su juventud le quitó.

En medio de nuestro abrazo sentimos otros brazos rodearnos, su aroma embriagarnos y su calor invadirnos. Yo no tardé en elevar mi barbilla para mirarlo a esos ojos negros hipnotizantes.

—Ever, mi amor — Lucia soltó mis brazos para recurrir a los de su único hijo. Un hermoso momento se pudo apreciar en ese instante. Yo abracé a mi papá.

—Gracias, papá — todavía ni siquiera me creía que lo que había sucedido era cierto. Papá nunca me había cuestionado tanto como mamá, él siempre se ha mostrado interesado y preocupado por mí, pero no al punto de querer imponerme cosas como lo hace mamá.

—No fue nada. De todas formas tú y yo hablaremos después, de la misma manera en que yo hablaré con tu madre seriamente. — papá me susurró al oído. Asentí lentamente.

—Señor Benjamín, muchas gracias— Ever le tendió la mano a Papá.

—Siempre a la orden, muchacho— con un apretón de manos que intercambiaron me sentí muy satisfecha, aunque para la próxima espero que se abracen en otras ocasiones, como para navidad.

Por Dios Eleonor, en lo que ya andas pensando.

—Ven aquí mi nena— a mí me abrió los brazos para que me entregara a él, y pues ya saben, no me tardé en estrellarme contra su pecho, apretártele, olerle, querer fundirme en su piel en ese momento frente a mi papá y a mi suegra.

—Gracias por estar— fue lo que me susurró al oído teniéndome en sus brazos a tal punto de que se me arrugó el corazón. Se me aguaron los ojos y no pude querer evitar llorar de la emoción. Tuve miedo de que no le dieran su libertad, de que lo condenaran por salvarme, de que yo en parte tuviera culpa de su desgracia.

—Yo siempre voy a estar contigo y para ti, te lo prometo — y era consciente de que estábamos jóvenes, de que en la vida suceden muchas cosas que nos hacen cambiar de pareceres, pero yo no consideraba la idea de alejarme de Ever, al menos no por mucho tiempo, o tal vez todo una vida, y si, puede sonar cliché pero es lo que quiero, él me hace sentir protegida, querida, valiente. No estoy dispuesta a que lo nuestro se quebradice ni un poquito, yo lo quiero lograr todo a su lado, quitar sus miedos, traumas y dolores, pero sobre todo estoy para amarlo, ser su luz.

La nena del boxeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora