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Eleonor.

Ni siquiera me pude quitar a mi mamá de encima. Al enterarse de que Ever estaba preso quiso acompañarme, cosa que no hizo cuando su propio hijo cayó en prisión aquella vez. Pero, yo no tenía ganas de discutir, solo quería llegar para ver a mi Ever y como dé lugar sacarlo de allí. De paso en el camino, mamá no habló tanto y al final de cuentas llamó a papá para que nos encontráramos en la comisaría. Él se había comprometido a llevar el caso pasara algo o no, y para nuestra mala suerte si terminó sucediendo lo peor.

—Por Dios señora Lucia — sus brazos me rodearon en cuanto me vio llegar. Nos habíamos agarrado mucho cariño, ella una mujer independiente, que crió a su hijo sin el apoyo de un hombre, se sentía contenta de que Ever, a pesar de sus traumas y sus severos problemas encontrara una muchacha buena y merecedora de él, como lo era yo. Y yo me sentía más que agradecida con ella por aceptarme y no ser una suegra grosera y celosa con su único hijo como hay tantas señoras por ahí.

—Ellos lo acusan de agresión pero no me dicen nada más. Se lo llevaron y no me dejan verlo. Él me dijo que te llamara, que tú sabrías que hacer, dime que sucede Eleonor— ella sollozaba lo que me hacía querer a mí también llorar.

Mamá tan solo la miraba con una cara apenada, como si quisiera hablar pero a la vez como que no.

—En la pelea de ayer un hombre intentó secuestrarme y Ever se le tiró encima. Lo golpeó muchas veces, tanto que no sé si el individuo sobreviva. — le dije un poco de prisa porque incluso a mí me atormentaba hablar de ello.

Ella formó una o con su boca y mirándome muy sorprendida derramó otra lágrima.

—¿Dices que pudo haberlo matado? — me preguntó. Sentí su dolor y también su preocupación parecida a la mía.

No me dió tiempo a contestarle, pues papá hizo su entrada al lugar con su maletín en manos, trajeado y su duro rostro imponente de abogado de altos casos.

—Querida — le dió medio abrazo a mi madre y de inmediato se acercó a mí y a la señora Lucia.

—Mucho gusto, mi nombre es Benjamín y soy el padre de Eleonor. Me haré cargo del caso de Ever, soy abogado y le aseguro que su hijo no irá a la cárcel. Cálmese — muy de pronto papá se dirigió a Lucía.

Esta lo miró sorprendida, secando sus lágrimas apretó la mano de mi padre.

—Lucia. — ella se presentó — ¿Usted me promete que no irá a la cárcel aunque el hombre se muera? — fue la pregunta que le hizo a mi padre.

—Se lo aseguro, señora Lucía. Ahora si me permite voy a pasar con los oficiales. Cálmese — mi padre era un hombre muy imponente. Una mente maestra, dueño de un bufete de abogado muy reconocido aquí en Nueva York, por lo que cobraba muy caro, pero casi siempre ganaba los casos judiciales.

Mamá estuvo a punto de hablar pero no le dió tiempo a emitir palabra alguna ante la desaparición de papá.

—Es muy bueno tu padre, Eleonor— Lucía me miró con pena en sus ojos.

—A mí me sorprende que esté actuando así — mamá emitió por debajo.

—Mamá...— susurré atacándola con los ojos.

—Todo boxeador debe someterse a las consecuencias — tiró su veneno.

—¿Ella es tú madre, Eleonor? — Lucía luego de mirarla, me preguntó.

Asentí avergonzada.

—Primero, es un placer conocerla. Segundo, no olvide que su hijo también es boxeador, señora. Y claro que hay consecuencias, todo en esta vida las tiene. Pero, no sea ignorante, el boxeador de mi hijo evitó que secuestraran a Eleonor— Lucía se dirigió a mi madre con mucho respeto pero con un tono molesto.

—No lo ignoro, Eleonor tiene culpa de que fueran a secuestrarla. Por estar en donde no debe le suceden las cosas, y yo a su hijo no le pedí que la salvara. Lo hizo porque quiso. Ahora mi esposo tiene que salvarle el pellejo — ironizó mi madre.

—Vete de aquí, Carmelia— incluso hasta vergüenza me dió llamarla "Mamá".

—Téngase mucho cuidado, que yo tampoco le he pedido a su esposo que le salve el pellejo a mi hijo. Mire que no me conoce, ni mi hijo ni yo somos unos pobres diablos. Estoy dispuesta a pagar los millones que sean necesarios para sacarlo de este lio. No se equivoque, ¿que busca aquí si esto no es de su interés? — Lucía fue muy precisa con ella. Le alzó la voz y le apuntó con su dedo índice.

Papá estuvo presente en el momento en que Lucía le amenazó.

—Usted no tiene que pagar millones Señora Lucía, todo se va a resolver. Yo soy quien estoy en deuda con su hijo por evitar que a Eleonor la secuestraran. Como ya le dije a mi mujer, por amor vamos a todo sitio y no es culpa de ninguno. No tiene de qué preocuparse, Ever vendrá con nosotros hoy mismo— La voz de papá paralizó a mamá.

—Le agradezco muchísimo su ayuda, señor Benjamín, al parecer es a su mujer a la que mi hijo no le cae bien o el noviazgo de ellos no es de su agrado— Lucía atacó a mamá de manera espectacular.

—Claro que no es de mi agrado. ¡Su hijo es un boxeador! ¡Un sin futuro que llevará a mi hija a la perdición! —

—¡Carmelia! — papá entre dientes gruñó su nombre y la tomó por el brazo.

—¡Yo sé el hijo que crie! Yo estoy segura de Ever, y siendo boxeador es más humano que usted. De paso le aviso que tiene más futuro que usted misma. ¡¿Como consiguió casarse y tener hijos con esa cabeza hueca que tiene?! No sé cómo Eleonor es un fruto tan dulce si el árbol que la parió es muy amargo. — Palabras muy duras le dijo Lucia a mamá sin perder su altura. En síntesis, le dió una cachetada sin mano.

—¡Sácala de aquí papá! ¡Me avergüenza! —

Les agradecería muchísimo que me den su apoyo comentando y votando. 

La nena del boxeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora