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Eleonor.

A la perfección iba siguiendo el auto de Ever pero al entrar al residencial creí haberlo perdido de vista hasta verlo entrar a una gran casa como alma que lleva el diablo.

Tan de pronto como pude estacionarme lo hice, no estaba segura de lo que haría pero tenía que ir por él. No sé cómo no se dió cuenta de que lo llevaba siguiendo desde la heladería, aunque lo más probable es que si lo hiciera y no le importara detenerse. Le estuve marcando a su celular pero ya saben, no me contestó.

Me tragué todas mis inseguridades y al salir de mi auto caminé con dirección a la puerta de la casa por donde Ever había entrado. Con un poco de nerviosísimo toqué el timbre rezando porque se tragará su orgullo y no me dejara fuera.

Duré unos segundos allí así que volví a tocar apenada.

—Hola— una mujer joven me atendió finalmente en la puerta. Ella me miró extrañada.

—Hola... estoy buscando a Ever— le dije tratando de sonreír amablemente.

—¿A mi hijo?... Tú eres? — se sorprendió.

Ouh... era su madre. Mi suegrita.

—Soy Eleonor, es un placer, señora. — le tendí mi mano.

—Yo soy Lucia, mucho gusto— intercambiamos saludos. —Ever...— iba hablar pero el boxeador apareció detrás de ella.

—A ella la puedes dejar pasar, mamá — me miró con mala cara por las espaldas de su madre.

—¿Es tu amiga, mi amor? — le preguntó la señora Lucia a su hijo.

—No, mi novia— me tomó del brazo para pasarme casi por encima de su madre. Estaba super cabreado, incluso por su forma de mirarme y tomarme ya sé que está como ardiendo en el infierno.

—¡¿Tu novia!? — la mujer casi chilla muy fuerte. Su cara de asombro era muy graciosa.

Yo sonreí apenada.

—¿Que pensabas mamá? — le cuestionó Ever.

—No lo sé, lo primero es que se me hizo muy extraño ver una chica en la puerta preguntando por ti. Nunca en tus veinticinco años eso había ocurrido, como tampoco que tuvieras novia— al final terminó sonriendo.

Me miró con gran sonrisa y quitándome el agarre de Eve, me abrazó.

—Esto es un milagro — la escuché decir provocándome una risilla.

—Estoy aquí presente, mamá — espetó Ever bufando.

—Que preciosa eres, ¿es tu color de pelo natural? — no se contuvo a decirme.

—Muchas gracias, si lo es— me reí.

—¿Por que no me la habías presentado nunca, Ever? ¿Cuanto tiempo tienen saliendo? Por Dios... que aislada me tienes de tu vida— su madre se mostró ofendida.

—Mamá...— lo interrumpí.

—Tenemos poco tiempo la verdad. Que conste que su hijo no me ha invitado, yo le he venido siguiendo para lograr hablar con él. Se ha enojado conmigo y no he tenido de otra que llegar como una inoportuna — por lo menos si algo sabia era arreglármelas, los libros me tienen la cabeza llena de cuentos para toda ocasión.

Ever me atacó con la mirada.

—No, no eres inoportuna. Es más, como él no te ha invitado lo hago yo, quédate a cenar mi niña— Que linda es... con gran sonrisa me invitaba a quedarme a cenar.

La nena del boxeadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora