"Lo que diera por mirarla"

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Hace unos 15 años la vi por última vez. El cielo estaba lleno de nubes grises. Era casi medio día y según ella, el momento preciso para tomar el camino de la pradera sin que el sol me quemara vivo. Iba de un lado a otro de la casa, metiendo laticas de comida en una bolsita azul llena de remiendos. Repetía una y otra vez las mismas instrucciones y consejos, parecía un tierno autómata de baja estatura en aquella cocina improvisada sobre piso de tierra. La seguía con la vista, quería captar cada uno de sus movimientos, guardarlos, pero eran tan simples y perfectos, o rutinarios, que en instantes se esfumaban.

El viento soplaba cada vez más fuerte, era hora de iniciar la marcha pero yo no quería. Mientras siguiera mirándola sabía que todo estaría bien. Esa era mi fórmula mágica hace quince años para salir de cualquier problema: mirarla y todo iría bien. No importaba si papá se había ido, si el perro se moría, si la tierra se secaba, si una herida me hacía llorar, si el hambre me despertaba, si mis zapatos ya no tenían suelas o si el cielo en las noches parecía querer tragarme. Allí siempre estaba ella, abrazándome con manos suaves y regordetas, dejando palmaditas en la espalda, sacando la tierra del corazón, cuidando al niño de cristal.

Ella paraba el mundo con un " verás que todo irá bien" , y yo con cara de tonto consolado la observaba. El Sol salía si mama reía, el mar cantaba si me miraba.

Volví al presente, ambos seguíamos en la cocina. Secó sus manos, se acercó a mí con cara de quien lo pierde todo y me dijo :

–Recuerda todo lo que hablamos. Haz las cosas bien y no dejes de alimentarte.

Mamá era bruta si de palabras se trataba, pero más sabia que cualquier académico en términos de vida, de querer, de luchar, de cuidar, de ser.

Había firmeza en su corta frase de despedida, pero dolor en cada milímetro de una cara arrugada que tantas veces llené de besos. El pánico casi brotaba de sus pupilas, y yo ahí, siendo causa de dolor y motivo de vida, ahora entiendo que de eso de trata cuando somos hijos.

–Tranquila mamá jaja.- Le dije con una leve sonrisa forzada. De las que usamos creyendo que son buenas para barrer la angustia.

–Es solo un semestre en la Universidad del pueblo. Luego viene la graduación, y después, miles de cosas buenas mamá. Al fin tendrás lo que mereces, eso y más, eso y el triple.

Ella parecía sorda, no escuchaba, solo me miraba con atención mientras me daba de  esos jalones que se dan en la ropa que se lleva puesta, los que la acomodan cuerpo(materia que las madres dominan al 100%). Me daba consejos de cocina en medio de mi ansiedad, hablaba de alergias y direcciones. Yo prometiéndole grandeza, y ella explicándome como hacer un caldo cuando estuviera resfriado.

Salí por la puerta disparado. No mire hacia atrás por no verla sola paradita a la entrada de la casa. La imagino con aquel vestido sencillo y gastado que tanto le gustaba, mirándome fijo, con un nudo en la garganta, o la mano en el corazón, como cuando me trepaba a las matas de mango hasta la parte más alta,y luego no sabía bajar. No puede faltar su mano sosteniendo la escoba, aunque dadas las circunstancias, no se sabría quien sostenía a quien.

De semestre pasé a graduación, de graduación a trabajo, de ahí  al amor un beso ,y de este al matrimonio, una firma. Después vino la tesis y luego el premio, luego uno que otro millón en la cuenta. Empezaron las locuras, seguidas del divorcio, me atrapó la crisis, llegó el doctorado, y volvieron los millones.

Cuando pude ir a buscarla, me dijeron : "ya no está".

A veces pienso que gasté mi vida en cuestión de segundos, y lloro a oscuras cuando pienso en ella, que gastó la suya en mí.

Lo que perdí por no saber que ya mamá era feliz. Lo que haría por volver y darle un beso, lo que diera por mirarla.

La Metáfora De Los 7000 MillonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora