Capítulo 28

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Horas después...

Justin's point of view

Dejé el coche a una distancia bastante prudente, lo suficientemente lejos como para impedir que Michael pudiera escuchar ningún ruido.

El lugar realmente parecía sacado de una película de terror. Tan sólo había un par de nubes en el cielo, pero el ambiente que había allí era muy oscuro y frío. La poca luz que quedaba en el cielo, dado que empezaba a atardecer, le daba un aire sombrío.

Saqué el pasamontañas que tenía en la guantera del coche. Respiré profundamente antes de colocármelo, cubriendo todo mi rostro excepto mis ojos.

Miré mi reflejo en el espejo retrovisor del coche. No podía creer que estuviera metido en esta mierda de nuevo.

Me puse los guantes antes de tomar mi pistola y situarla en la cintura de mis jeans. Realmente, no pensaba usarla a no ser que algo saliera mal, pero siempre quería tenerla conmigo.

Tomé también un cuchillo, un arma que no solía manejar a la hora de los asesinatos.

Me acerqué sigilosamente a la entrada trasera, sosteniendo un trapo empapado con cloroformo en mi mano. Así sería más fácil poder dormir al tal Michael y seguir con el plan más fácilmente.

Mi molesto cliente se encargó de informarme de que las cámaras de seguridad sólo se encontraban situadas en la entrada principal de la casa, y no había ningún tipo de alarma.

De todos los asesinatos que había cometido, este parecía ser el más jodidamente fácil de todos.

Salté la pequeña valla de madera y me adentré en el jardín de aquella casa, agachándome entre los arbustos mientras me acercaba sigilosamente a la ventana del sótano.

Me arrodillé ante la ventana, tratando de abrirla. Al principio parecía estar cerrada, pero tras unos intentos, cedió, abriéndose con un débil chirrido.

Me agaché, lentamente pasando una de mis piernas a través de la ventana abierta.

Después hice el mismo movimiento con la otra pierna, de modo que me quedé sentado en el alféizar de la ventana, con las piernas colgando.

Muy lentamente me deslicé hasta el suelo, mis botas chocaron contra el suelo de madera del sótano en un ruido sordo.

Me ajusté el pasamontañas, tomando la pistola entre mis manos. Miré a mi alrededor. La escasa luz que se colaba por las ventanas era lo único que iluminaba el sótano.

Parecía estar completamente vacío, a excepción de una mesa de billar cubierta de polvo que había arrinconada en una de las esquinas.

Subí las escaleras de dos en dos, sosteniendo el arma firmemente contra mi pecho. Comenzaba a sentir aquella adrenalina que me producía matar.

Abrí lentamente la puerta, que, para mi sorpresa, no emitió ningún chirrido. Avancé por el pasillo, apuntando con mi arma en todas direcciones.

Tenía todo perfectamente planeado, pero no podía estar seguro de que todo iba a salir a la perfección, y necesitaba estar preparado en caso de que ocurriera.

Procuré que mis botas no hicieran ningún ruido mientras metía la mano en el bolsillo de mi chaqueta de cuero, sacando el trapo con cloroformo.

Me agaché, asomando la cabeza por el umbral de la puerta que daba al salón.

El tal Michael se encontraba sentado en el sofá, de espaldas a mí, viendo lo que parecía un reality show. Parecía estar durmiendo, pero comprobé que estaba despierto cuando él levantó el brazo con el control del televisor en su mano para cambiar de canal.

Aún agachado, sorprendiéndome a mí mismo de lo sigiloso que podía llegar a ser, me deslicé hasta el sofá, mis rodillas clavándose en el suelo.

Apretando el trapo en mi mano, me levanté del suelo, quedando justo detrás de Michael.

Él se dio la vuelta, por fin dándose cuenta de que no estaba solo en su casa.

Sus ojos verdes se abrieron como platos. Alargó un puño en mi dirección, que esquivé sin problemas. Él trató de levantarse del sofá, pero puse mi mano en uno de sus hombros para impedir que se moviera.

Sujetando su cabeza entre mis manos, tomé el trapo empapado de cloroformo y lo puse sobre su boca y su nariz.

Tras unos segundos en los que intentó, sin ningún éxito, permanecer consciente, sus ojos se volvieron blancos y se desplomó sobre su sofá, su boca quedando entreabierta.

Acerqué mi mano hacia su muñeca. Seguía teniendo pulso. El cloroformo sólo lo anestesiaría durante el tiempo suficiente antes de que realmente lo matara.

Me acerqué al sofá y agarré al hombre por los brazos, echándolo sobre mi hombro. Miré sus ojos verdes, que ahora se encontraban cerrados, pero que tenían un gran parecido con los ojos de Alexa.

Noté un dolor en mi pecho al recordar los ojos de mi chica, totalmente inundados de lágrimas cuando salió corriendo del coche esa misma mañana, después de que prácticamente hubiera perdido la cabeza delante de ella.

La quería, joder. La quería muchísimo, y sabía que la había perdido para siempre. Por culpa de mi jodido trabajo, por culpa de mi decisión de meterme en esta mierda de mundo de asesinatos y drogas.

Sabía que no era bueno para ella, por mucho que lo hubiera intentado, yo no era la clase de chico que podía mantener relaciones con nadie, ni acurrucarme con nadie por las noches, ni ser cariñoso.

Miré el cuerpo de Michael, anestesiado, que se encontraba en mis brazos.

Este era yo. Un asesino a sangre fría, nada más. Jamás podría ser la clase de chico que Alexa necesitaba.

Acepté la dura realidad de golpe, sabiendo que esto era lo único que haría por el resto de mi vida : matar a gente y ganar dinero por ello.

Tomé el cuerpo de Michael, quien era menos pesado de lo que parecía, y subí escaleras arriba, dirigiéndome al baño de la casa.

Sabía perfectamente lo que tenía que hacer.

No pensaba deshacerme del cuerpo. Pensaba despistar a las autoridades. Dejar todo intacto, como si se tratara de un suicidio.

Abrí el agua del grifo, taponando el desagüe con papel de baño para que el agua no se fuera. Apoyé el cuerpo de Michael sobre la encimera de mármol junto al grifo, sacando el cuchillo.

Esperé a que el grifo estuviera lleno de agua templada, casi al borde, antes de acercar a Michael hacia el grifo y sumergir su cabeza en el agua.

Por supuesto, estaba completamente anestesiado por el cloroformo, y eso hacía todo más fácil. No tendría que pelear con él.

Sostuve su cabeza completamente inmóvil bajo el agua durante 40 segundos, hasta que sus pulmones se llenaron completamente de agua, la vida desapareciendo de su cuerpo.

Comprobé su pulso. Ya estaba muerto.

Sólo faltaba la última parte del plan.

Saqué el cuchillo que había comprado apenas unas horas antes, ya con los guantes puestos para no dejar ninguna huella ni rastro de ADN y lo acerqué a sus muñecas.

Mis guantes se salpicaron de sangre cuando clavé el cuchillo en su muñeca derecha, los tatuajes que él tenía en esa zona se llenaron de tinta roja.

Hice lo propio en su muñeca izquierda, la sangre saliendo a velocidades supersónicas. Después también metí sus dos muñecas dentro del agua, el líquido cristalino rápidamente transformándose en un profundo rojo.

Eché un vistazo a la escena. Todo había salido perfecto

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Después de casi dos semanas sin actualizar, aquí tenéis otro capítulo, espero que lo disfrutéis <33

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Heartbreaker  [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora