Cap 10 • La fiesta "importante"

102 84 61
                                    

10|

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

10|

QUE NOVEDAD
_________

Me encanta el invierno, este frío urbano de niebla y lluvia que me envuelve y protege, pero no puedo decírselo a nadie. Es señal de equilibrio mostrar un sano amor por el calor, el verano.

Exceptuando el tiempo que estoy en el instituto, paso las tardes solo y sin echar a nadie de menos, excepto a Thom.

En clase, hoy se habla por los codos porque, como todos los años, dentro de poco se celebrará la fiesta en un local de la zona normalmente frecuentado por todo tipo de "ricos", pero que en ocasiones como ésta, de un solo día y si uno no va se lo considera un marginado. Los de segundo de bachillerato, es decir, nosotros, alquilan el local y se ocupan de la venta y gestión de las entradas, que se venden por media ciudad. El resultado es una barahúnda infernal de cuerpos, música ensordecedora, gente que duerme o vete tú saber que hacen. La tradición exige que todas las chicas acudan acompañadas de un chico y, por tanto, una semana antes de la fiesta se desata la caza, la cual genera un sinfín de cotilleos y las parejas más insólitas: menos de la mitad sobrevive a la velada. El año pasado no asistí para quedarme con Thom pero éste he decidido no perdérmela. Sé que puede parecer estúpido, pero es así. Yo también tengo ganas de escoger a alguien, de vestirme bien, de desmadrarme un poco y, quién sabe, puede que también de algo más (me refiero al sexo, claro, las drogas ni mencionarlas).

Paso revista a la fauna femenina de las posibles candidatas, pero los únicos que me vienen a la mente son las más improbables. Segundo A de bachillerato, esbelta y rubia, educada, tranquila, sólo lleva sueters, no fuma, no bebe y habla en voz sumamente baja. Conclusión: así no vas a una fiesta, sino que te quedas en la biblioteca a buscar libros de ciencia. Luego está Luciana. Segundo B, complexión normal, no muy alta, ojos y pelo castaños, siempre disponible, controla en todo momento lo que haces, con quién hablas, cuánto bebes, una suerte de cura: alguien que habrá dicho que sí a todos los del colegio a quienes nadie ha invitado, y con toda probabilidad yo sería el vigésimo primero. Y por último, grado de dificultad elevadísimo, Susana. Segundo A, pelo castaño oscuro, ojos verdes, inteligente e irónica, arrogante o simpática según la persona que tiene delante y cómo decide conducirse. Hace años me tiraba un poco los tejos y si, a la salida de clase, me paraba a charlar con alguien, siempre se me acercaba. Es muy hábil con los chicos y ninguno, digo bien, ninguno logra hablar con él sin caer en la onda verde de sus maravillosos ojos. Por supuesto, a una chica así le sobran las propuestas y el riesgo de tener que tragarse un «no-puedo-guapo» y acabar en boca de todos es elevadísimo.

De modo que al final me desanimo y me parece que tampoco iré este año. No obstante, aún faltan varios días y cabe que aparezca una desesperada como yo que pueda invitar en el último momento.

________

Ayer estaba convencido de que este año iba a quedarme otra vez en casa, pero hoy, en el recreo, ha pasado algo increíble. Me arrojadon a mis pies a Margot, a quien Lucas, acaba de dejar. Atrapada desde hace un año en un tira y afloja que, según las afiladas lenguas del instituto, duraba ya demasiado, por fin reunió el ánimo necesario -al menos eso me ha contado- y rompió con él para siempre. No especifica de qué ánimo se trata, ni yo se lo pregunto, al igual que tampoco me interesa si la ruptura es definitiva o no. Dada la suerte que he tenido, me abstengo de todo comentario. ¿Qué más podía desear? Margot es simpática y por si fuera poco, puesto que todavía está enamorada de Lugas, seguro que no intentará nada romántico. A pesar de que todavía faltan tres días, planeamos la velada: aperitivo en la plaza a las siete, pizza y cerveza en la taberna de la ciudad a las nueve, y después el baile.

Mientras hablo con ella, advierto que Margot no me quita ojo. Quizá esté pensando que mi fase depresiva ha tocado a su fin y que estoy volviendo a la normalidad. Pero la curación todavía queda lejos, y lo que a ella le parece una señal de progreso, en mi caso se trata de un simple momento de euforia pasajera.

Respecto a mi callada vecina, como de costumbre nadie le ha preguntado nada y, según creo, no le han invitado. A saber lo que me habría contestado si se lo hubiese propuesto. Mientras estoy hablando con Margot, Sadie me mira dos veces, la segunda de manera más prolongada, luego se inclina sobre el cuaderno de siempre, que usa para todas las materias, y garabatea algo: ¿no será que hoy lo he inspirado y está retratándome? Me sorprendo sonriendo.

A la tercera ojeada la miro también fijamente. Ninguno de los dos da su brazo a torcer. Margot ahora habla con mi oreja derecha, porque me niego a bajar la vista, aunque al final acabo rindiéndome, pues me siento un provocador y bajo ningún concepto quiero que Sadie piense eso de mí. Charlo con Margot unos minutos más y la acompaño a su clase. Cuando vuelvo a la mía, Sadie está jugando con el móvil y me ignora. Qué novedad. Ha cerrado el cuaderno, así que no puedo ver lo que estaba dibujando. Por supuesto no era yo, ¿cómo se me pudo haber ocurrido? La tentación de preguntarle si va a ir a la fiesta es casi irresistible, pero al final opto por la indiferencia total y cuando suena el timbre salgo a toda prisa.

En la segunda rampa de la escalera ya me he arrepentido: ¿Qué mal había en preguntárselo? Total, ya me ha recibido sus miradas, así que no me habría muerto porque me hubiera soltado otra. Miro a mi espalda, pero no la veo bajar. Todavía dudo un instante, pero luego me dirijo hacia la salida.










1026

PESADUMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora