Cap 11 • Desastre

116 81 103
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


11|

MI ANGEL
______

   Al principio, todo sucede según lo previsto: la pizza, las cervezas, sin pasar por el café. Cuando llegamos a la fiesta estamos ya bastante eufóricos y, una vez dentro, seguimos dándole, yo al vodka y Margot al tequila. Mientras hablamos y bebemos apoyados en la barra, aparece Lucas furioso, me fulmina con la mirada y le grita algo a Margot. La pelea estalla de inmediato pero no dura mucho, ya que al cabo de unos minutos el se marcha, seguida por ella, que me deja solo como un idiota delante de la mesa de aperitivos de la fiesta.

Miro en derredor en busca de caras conocidas y entonces alguien me abraza por detrás y me susurra un «hola». No necesito volverme para saber quién es. Aunque Susana ya va un poco borracha, se encuentra en mejores condiciones que yo. Me pregunta si estoy divirtiéndome insuflándome su cálida voz en la oreja, como corresponde a la perfecta e irresistible Susana, y me confiesa que está enfadada conmigo, porque le habría encantado acompañarme a la fiesta, pero  se lo pedí a Margot. Mientras me habla con su cuerpo pegado al mío, su voz me hipnotiza y el perfume, me aturde. Y todo el vodka que llevo en el cuerpo se lo dice, pese a que debo esforzarme para encontrar las palabras. Cuando pide otros dos, pienso que tal vez debería parar, pero cuando tengo la copa delante la apuro de un trago.

La música suena a todo volumen, el local está abarrotado y Susana sigue hablando —a pesar de que sólo oigo la mitad de lo que dice—, esto es: que soy guapo y que lamenta lo que le ocurrió a Thom. En ese preciso instante la idea de que, cuando quiera hablar de cualquier cosa o quiera compañía, no lo podré encontrar, me resulta insoportable y hago un gran esfuerzo por no llorar. Sin embargo, toda la tristeza que he tratado de mantener alejada con el vodka se precipita sobre mí como un río en crecida que ha roto los diques. Sólo percibo el estruendo de la música y el cuerpo de Susana que me aprieta.

Empiezo a sudar y siento que me arde el estómago. La aparto con un ademán brusco y me abro paso entre la gente buscando un sitio para sentarme. Me doy cuenta de que me he pasado mucho con el alcohol, pues apenas puedo poner un pie delante del otro. Choco contra dos tipos que me empujan con malos modos. Susana sigue a mi espalda, me aferra un brazo y me lleva a uno de los silloncitos en una de las zonas más oscuras del local. Sentado, con la cabeza echada atrás, cierro los ojos. Cuando vuelvo a abrirlos, unos segundos más tarde, veo la cara de Susana sobre la mía. Empieza a acariciarme el pelo y besarme.

Respondo mecánicamente a sus besos y ni siquiera la siento cuando me mete la mano y empieza a deslizarse hacia abajo, hasta que la noto entre las piernas. Entonces trato de apartarla, pero ella, sin atender a razones y con los labios pegados a mi oreja, susurra que me esté quieto.  «¡dios me quiere violar o que!» Llegado un momento se detiene y, ladeándose con un gesto torpe que pretende ser una caricia, me pasa una mano por el pelo y me pide que me levante, que nos vayamos. Finjo no entenderla y la miro con los ojos entornados y sonrisa de borracho. Dado que no me muevo, me coge de un brazo.

PESADUMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora