Capítulo 11.

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Había comenzado de manera bastante inocente.

Era jueves por la tarde, la última noche que Jughead y Betty se quedarían con su familia, y las dos hermanas Cooper estaban llegando a un acuerdo con su inevitable separación. La mayor parte del día lo habían pasado en la playa, abrazadas y susurrándose cosas como si estuvieran en la secundaria. Jughead no las culpó. Por lo que podía ver, no importaba lo disfuncional que Betty pensara que era su familia, amaba inmensamente a su hermana y a sus sobrinos. Le entristecía pensar que estarían separadas de nuevo en menos de veinticuatro horas.

Entonces, Polly tuvo una idea gloriosa sobre cómo pasarían su última noche juntas y Jughead no tuvo el corazón para decirle que preferiría ahogarse en el océano del que estaban a diez pies de distancia.

Así fue cómo se encontró en su habitación y en la de Betty, encogiéndose de hombros con su camisa más bonita y abotonada que había usado para cenar a principios de la semana, para ahora una noche de bar con Polly, Jason y Betty. Alice y Hal habían acordado con entusiasmo cuidar a los niños.

—Podría decir que volví a enfermarme del estómago.—llamó Betty desde el baño. La puerta estaba entreabierta; el vapor se filtraba a través de la ducha de la que acababa de salir.

—No creo que las enfermedades de doce horas regresen tres días después.—le respondió Jughead. Se miró en el espejo, se pasó la mano por el pelo y se preguntó si debería intentar arreglarlo. Era divertido. Antes de esa semana, nunca había sobre pensado tanto en su cabello.—Está bien, Betts. Podemos ir.

Ella asomó la cabeza por la puerta. El cabello húmedo se le pegaba alrededor de la cara y una sola mano estaba agarrada a la toalla que solo pudo vislumbrar. Jughead nunca tuvo tantos problemas para mantener el contacto visual en su vida.—Te juro que podemos cancelar. No me enojaré.

—Betty.—solo con decir su nombre se sentía diferente. Ahora casi dolía cuando las palabras salían a trompicones de sus labios. Fue un recordatorio de lo inevitable que sucedería.—Podemos ir.

Ella sonrió y este necesitó de todo el autocontrol para no soltar todos los pensamientos que había tenido sobre ella durante los últimos seis días. Jughead sabía que estaba perdiendo. Siempre pensó que Betty era bonita y amable, pero ahora todo era diferente. Nunca hubiera imaginado que tan solo seis días pudieran cambiar tanto sus pensamientos sobre alguien; le mostraría lo valiente y genuina que podía ser Betty Cooper. Lo mataba pensar que al día siguiente apenas volverían a casi verse.

Betty le había pedido que "pasara el rato", pero Jughead sabía que quería mucho más.

Unos quince minutos después, Jughead estaba apoyado contra la encimera de la cocina, prestando solo un poco de atención a Dagwood arrastrándose detrás de sus piernas, esperando con Jason a que las chicas terminaran de prepararse. Era tarde; los niños ya estaban en pijama y Alice y Hal parecían cansados en la mesa. Jughead sabía exactamente por qué Alice aún no se había ido a la cama. Betty saldría y necesitaba conseguir sus dos centavos antes de que su hija menor se fuera a pasar la noche.

—Sé que no estás conducirás.—comentó de repente la madre de Betty, mirándo al pelinegro con atención.—Pero déjame aclarar que no toleraremos que ningún borracho desagradable vuelva a casa en medio de la noche.

—No suelo beber.—respondió, simplemente. Estaba esperando que Betty estuviera lista, pero Jason se le adelantó.

—¡Bebé!—el pelirrojo medio gritó.—¡Estamos libres de niños por solo una noche! ¡Vamos!

Ambas chicas finalmente emergieron y Jughead tuvo que asegurarse conscientemente de que su mandíbula no cayera visiblemente. Había pensado que el bikini blanco era malo, pero lo que Betty había decidido usar para salir por la noche era mucho peor. Llevaba unos pantalones cortos de mezclilla, muy cortos, dejando al descubierto sus piernas tonificadas y ligeramente bronceadas. La camiseta sin mangas que tenía puesta brillaba, fluía por su pecho y se detenía lo suficientemente corta como para exponer una pequeña porción de su estómago. Su maquillaje también era diferente. Aunque Jughead pensó que era hermosa sin nada puesto, el maquillaje alrededor de sus ojos era oscuro y sombreado, haciendo que la esmeralda en ellos prácticamente brillara.

One Week // Bughead.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora